All action is a battle, the only business is peace.
Seguramente, the pattern is less [la estructura es menos] una rueda que una ola que sube y baja y en cuya cresta tan pronto hay una gaviota, como el Espíritu del Mal, como una rata muerta. Exactamente, la realidad, nuestra realidad (¡no hay ningún motivo para estar orgullosos!).
Aquí el ritmo debe estar en los movimientos de masas, en todos los momentos en que aparece la muchedumbre en el primer volumen, la huida, los refugiados, la llegada de los alemanes al pueblo.
En Dolce: la llegada de los alemanes, pero hay que volver a mostrarla, la mañana, la partida. En Cautividad, la primera comunión, una manifestación (la del 11 de noviembre de 1941), ¿una guerra? Veremos. Todavía no he llegado ahí y ya abordo el dictado de la realidad.
Si muestro a gente que «actúa» sobre esos acontecimientos, será una pifia. Si muestro a esa gente, ciertamente eso se acercará a la realidad, pero a costa del interés. Así pues, hay que detenerse ahí.
Lo que dice Percy es bastante justo (y por otra parte banal, pero admiremos y amemos la banalidad): que las mejores escenas históricas (véase Guerra y paz) son las que se ven a través de los personajes.
Yo he intentado hacer eso en Tempestad, pero en Dolce todo lo relacionado con los alemanes puede y debe estar aparte.
Lo que en definitiva estaría bien (pero ¿es factible?) sería mostrar siempre, en las escenas no vistas a través de los personajes, la marcha del ejército alemán. Así que Tempestad debería empezar con un movimiento de masas en Francia.
Difícil.
Creo que lo que da a Guerra y paz esa expansión de la que habla Forster, es simplemente el hecho de que, en la mente de Tolstoi, Guerra y paz no es más que un primer volumen al que debería seguir Los decembristas, pero lo que ha hecho inconscientemente (quizá, porque desde luego yo no lo sé, sólo lo imagino), en fin, lo que ha hecho conscientemente o no es muy importante hacerlo en un libro como Tempestad, etc. Aunque algunos personajes lleguen a una conclusión, el libro mismo debe dar la sensación de no ser más que un episodio… lo mismo que nuestra época, y todas las épocas, por supuesto.
22 de junio de 1942 – Hace ya algún tiempo, descubrí una técnica que me ha sido de gran utilidad: el método indirecto. Exactamente cada vez que hay una dificultad de tratamiento, este método me salva, da frescura y fuerza a toda la historia. Lo empleo en Dolce cada vez que la señora Angellier entra en escena. Pero ese método de aparición que todavía no he utilizado es susceptible de infinitos desarrollos.
1 de julio de 1942. Se me ha ocurrido lo siguiente para Cautividad: Unificar, simplificar constantemente el libro (en su totalidad) debe dar como resultado una lucha entre el destino individual y el destino común. No hay que tomar partido.
Mi partido: régimen burgués representado por Inglaterra, lamentablemente arruinado; al menos, pide ser renovado, porque en el fondo es inmutable en lo esencial; pero seguramente no se recuperará antes de mi muerte; quedan, pues, presentes dos formas de socialismo. Ni la una ni la otra me vuelven loca, pero there are facts! Uno de ellos me rechaza, conque el otro… Pero eso es otra cuestión. En tanto que escritora, debo plantear correctamente el problema.
Esa lucha entre los dos destinos se produce cada vez que hay una convulsión; no es algo razonado, es instintivo; yo creo que nos dejamos una buena parte de la piel, pero no toda. La suerte es que, por lo general, el tiempo que nos ha sido concedido es más largo que el concedido a la crisis. Contrariamente a lo que se cree, lo general pasa, el partido entero permanece, el destino común es más corto que el del simple individuo. (No es totalmente exacto. Es otra escala temporaclass="underline" sólo nos interesamos por las sacudidas; las sacudidas nos matan o duran menos que nosotros.)
Para volver a lo mío: al principio, Jean-Marie tiene una actitud meditada y distanciada respecto a esa gran partida de ajedrez. Naturalmente, querría la revancha de Francia, pero se da cuenta de que eso no es un objetivo, porque quien dice revancha dice odio y venganza, la guerra eterna, y si al cristiano le preocupa la idea del infierno y el castigo eterno, a él lo que le inquieta es la idea de que siempre habrá un fuerte y un débil, así que va hacia la unificación… Lo que desea, lo que ambiciona, es la concordia y la paz. Pero el colaboracionismo, tal como se practica ahora, le repugna, y, por otra parte, ve que el comunismo es adecuado para Benoît, pero no para él. Así que intenta vivir como si el gran y urgente problema común no se planteara, como si no tuviera que resolver más que sus propios problemas. Pero resulta que se entera de que Lucile ha amado, y quizá todavía ama, a un alemán. De pronto toma partido, porque la abstracción ha adquirido de repente la forma del odio. Odia a un alemán y en él, a través de él, odia o cree odiar, lo que en el fondo es lo mismo, una manera de pensar. En realidad, lo que ocurre es que se olvida de su propio destino y lo confunde con el de otro. Prácticamente, al final de Cautividad, Lucile y Jean-Marie se aman; es un amor doloroso, inacabado, inconfesado, en plena lucha. Jean-Marie huye para combatir contra los alemanes (¡si es que a finales de 1942 eso todavía es posible!).
La 4.1 parte debería ser el regreso, si no el triunfo, representado por el capítulo en el que aparecerá Jean-Marie. No olvidar nunca que al público le encanta que le describan la vida de los «ricos».
En resumen: lucha entre el destino individual y el destino común. Para acabar, el acento recae en el amor de Lucile y de Jean-Marie y en la vida eterna. La obra maestra musical del alemán. También haría falta un recordatorio de Philippe. Lo que en definitiva se correspondería con mi convicción profunda. Lo que queda:
1) Nuestra humilde vida cotidiana
2) El arte
3) Dios
Bosque de la Maie: 11 de julio de 1942
Los pinos a mi alrededor. Estoy sentada sobre mi jersey verde en medio de un océano de hojas podridas y empapadas por la tormenta de la pasada noche como en una balsa, con las piernas flexionadas debajo de mí. En el bolso llevo el segundo tomo de Ana Karenina, el Diario de K. M. y una naranja. Mis amigos los abejorros, insectos deliciosos, parecen contentos de sí mismos y su zumbido es profundo y grave. Me gustan los tonos bajos y graves en las voces y en la naturaleza. Ese agudo «chirrup, chirrup» de los pajarillos en las ramas me da dentera. Dentro de un rato intentaré encontrar el estanque perdido.