26 de julio de 1942
Michel Epstein a André Sabatier
Tal vez habría que señalar, en el asunto de mi mujer, que se trata de una rusa blanca que nunca ha querido aceptar la nacionalidad soviética, que huyó de Rusia tras no pocas persecuciones con sus padres, cuya fortuna fue enteramente confiscada. Yo me encuentro en la misma situación y creo no exagerar dando en un centenar de millones de francos de antes de la guerra lo que nos arrebataron allí a mi mujer y a mí. Mi padre era presidente del Sindicato de Bancos Rusos y administrador delegado de uno de los mayores bancos de Rusia, el Banco de Comercio de Azov-Don.
Así pues, las autoridades competentes pueden tener la seguridad de que no sentimos la menor simpatía por el régimen ruso actual. En Rusia, mi hermano menor, Paul, era amigo personal del gran duque Dimitri, y la familia imperial residente en Francia, en particular los grandes duques Alejandro y Boris, ha sido recibida con frecuencia en casa de mis padres políticos. Por otro lado, le participo, si aún no se lo había dicho, que los suboficiales alemanes que pasaron varios meses con nosotros en Issy me dejaron al marcharse una nota en estos términos:
O. U. den I, VII, 41
Kameraden. Wir haben längere Zeit mit der Familie Epstein zusammengebelt und Sie als eine sehr anständige und zuvorkommende Familie kennengelernt, Wir bitten Euch daher, sie damitsprechend zis behandeln. Heil Hitler!
Hammberger, Feldw. 23599 A.
Sigo ignorando el paradero de mi mujer. Las niñas están bien. En cuanto a mí sigo en pie.
Gracias por todo, mi querido amigo. Tal vez fuera útil que comunicara todo esto al conde de Chambrun 12 y a Morand. Muy suyo. Michel.
27 de julio de 1942
Remitente desconocido a Michel Epstein
¿Hay en la obra de su mujer, aparte de una escena de Vin de solitude, pasajes de novelas, relatos o artículos que pudieran ser señalados como netamente antisoviéticos?
27 de julio de 1942
Michel Epstein a André Sabatier
Esta mañana he recibido su carta fechada el sábado. Miles de gracias por todos sus esfuerzos. Sé que hace y hará todo lo posible por ayudarme. Tengo paciencia y valor ¡Quiera Dios que, por su parte, mi mujer tenga la fuerza física necesaria para soportar este golpe! Lo más duro es que debe de estar tremendamente preocupada por sus hijas y por mí, y yo no tengo ningún medio de comunicarme con ella, puesto que ni siquiera sé dónde se encuentra.
Le adjunto una carta que deseo hacer llegar a manos del embajador de Alemania, y con URGENCIA. Si puede usted encontrar a alguien que pueda llevársela personalmente y entregársela (tal vez el conde de Chambrun, que según creo se interesa por la suerte de mi mujer) sería perfecto. Pero si no conoce a nadie capaz de hacerlo RÁPIDAMENTE, ¿sería tan amable de hacerla depositar en la embajada o, simplemente, echarla al correo? Gracias por anticipado. Por supuesto, si esta carta interfiere en las gestiones ya iniciadas, rómpala. En caso contrario, es muy importante para mí que llegue a su destino.
Temo una medida similar contra mí. Para prevenir preocupaciones materiales, ¿podría usted hacer enviar a la señorita Dumot un avance sobre las mensualidades de 1943? Tengo miedo por las niñas.
27 de julio de 1942
Michel Epstein al embajador de Alemania, Otto Abetz
Sé que el hecho de dirigirme a usted personalmente es de una gran audacia. No obstante, doy este paso porque creo que sólo usted puede salvar a mi mujer. Deposito en usted mis últimas esperanzas.
Permítame exponerle lo siguiente: antes de abandonar Issy, los militares alemanes que lo ocupaban, en agradecimiento a lo que hicimos por su bienestar, me dejaron una carta redactada en estos términos:
O. U. den I, VII, 41
Kameraden. Wir haben längere Zeit mit der Familie Epstein zusammengebelt und Sie als eine sehr anständige und zuvorkommende Familie kennengelernt, Wir bitten Euch daher, sie damitsprechend zis behandeln. Heil Hitler!
Hammberger, Feldw. 23599 A.
No obstante, el lunes 13 de julio mi mujer fue detenida, conducida al campo de concentración de Pithiviers (Loiret) y, de allí, enviada a un destino que ignoro. La detención, según me dijeron, era debida a instrucciones de orden general dadas por las autoridades ocupantes en lo concerniente a los judíos.
Mi mujer, la señora Epstein, es una novelista muy conocida, Irène Némirovsky. Sus libros han sido traducidos en gran número de países, al menos dos de ellos -David Golder y El baile- en Alemania. Mi mujer nació en Kiev (Rusia), el 11 de febrero de 1903. Su padre era un importante banquero. El mío, presidente del Comité Central de los Bancos de Comercio de Rusia y administrador delegado del Banco de Azov-Don. Nuestras dos familias perdieron en Rusia fortunas considerables. Mi padre fue detenido por los bolcheviques y encarcelado en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo. Con grandes dificultades, conseguimos huir de Rusia en 1919 y nos refugiamos en Francia, país que no hemos abandonado desde entonces. En consecuencia, creo innecesario manifestar que no podemos sentir más que odio por el régimen bolchevique.
En Francia, ningún miembro de nuestra familia ha participado en actividades políticas en ningún momento. Yo era apoderado de un banco y, en cuanto a mi mujer, ha llegado a ser una escritora de renombre. En ninguno de sus libros (que, por otro lado, no han sido prohibidos por las autoridades ocupantes), encontrará usted una sola palabra contra Alemania, y, si bien mi mujer es judía, habla en ellos de los judíos sin el menor afecto. Los abuelos de mi mujer, así como los míos, eran de religión judía; nuestros padres no profesaban ninguna; en cuanto a nosotros, somos católicos, lo mismo que nuestras hijas, que nacieron en París y son francesas.
Me permito señalarle igualmente que mi mujer siempre se ha mantenido al margen de cualquier adscripción política, que nunca se ha beneficiado del favor de ningún gobierno, ni de izquierdas ni de derechas, y que, ciertamente, el periódico en el que colaboraba en calidad de novelista, Gringoire, cuyo director es H. de Carbuccia, nunca se ha mostrado favorable ni a los judíos ni a los comunistas.
Por último, mi mujer padece desde hace años asma crónico (su médico, el profesor Vallery-Radot, puede atestiguarlo), y un internamiento en un campo de concentración podría significar su muerte.
Sé, señor embajador, que es usted uno de los hombres más eminentes del gobierno de su país. Estoy convencido de que también es un hombre justo. Sin embargo, me parece injusto e ilógico que los alemanes envíen a prisión a una mujer que, si bien es de origen judía, no siente -todos sus libros lo prueban-ninguna simpatía por el judaísmo ni por el régimen bolchevique.
28 de julio de 1942