6 de agosto de 1942
Michel Epstein a André Sabatier
Le adjunto copia de una carta que envío a la Cruz Roja. Sigo sin tener la menor noticia de mi mujer. Es duro. ¿Ha sido posible contactar con el señor Abetz y entregarle mi carta? Michel.
PD: ¿Podría usted proporcionarme la dirección del conde de Chambrun?
9 de agosto de 1942
Michel Epstein a André Sabatier
Acabo de enterarme, por una fuente muy fiable, de que las mujeres (y también los hombres y los niños) internadas en el campo de Pithiviers han sido conducidas a la frontera de Alemania y de allí enviadas hacia el Este, a Polonia o Rusia probablemente. El traslado se habría producido hará unas tres semanas. Hasta ahora, pensaba que mi mujer se encontraba en algún campo francés, bajo la vigilancia de soldados franceses. Saber que se encuentra en un país salvaje, en condiciones probablemente atroces, sin dinero ni víveres y entre gente de la que lo ignora todo, incluido el idioma, me resulta insoportable. Ahora ya no se trata de sacarla más o menos rápidamente de un campo, sino de salvarle la vida.
Habrá usted recibido mi telegrama de ayer, en el que le indico un libro de mi mujer, Las moscas del otoño, aparecido primero en Kra, en edición de lujo, y más tarde en Grasset. Es un libro abiertamente antibolchevique, y no sabe cómo siento no haberme acordado antes de él. Espero que no sea demasiado tarde para insistir, con esta nueva prueba en las manos, ante las autoridades alemanas.
Sé, mi querido amigo, que hace usted todo lo que puede para ayudarnos, pero, se lo suplico, encuentre, imagine alguna otra cosa, consulte de nuevo a Morand, Chambrun, su amigo y, especialmente, al doctor Bazy, presidente de la Cruz Roja, rue Newton 12, tel. KLE.84.05 (la jefa de su secretaría particular es la señora Rousseau, en la misma dirección), señalándoles este nuevo motivo que constituyen Las moscas del otoño. Es totalmente inconcebible que nosotros, que lo perdimos todo por culpa de los bolcheviques, seamos condenados a muerte por quienes los combaten.
En fin, querido amigo, le ruego atienda esta nueva súplica que le hago. Sé que soy imperdonable por abusar de este modo de usted y de los amigos que aún nos quedan, pero, se lo repito, es una cuestión de vida o muerte, no sólo para mi mujer, sino también para nuestras hijas, por no hablar de mí. Solo aquí, con las pequeñas, casi en prisión, puesto que se me prohíbe moverme, ni siquiera tengo el consuelo de poder actuar. Ya no puedo ni comer ni dormir. Espero que eso sirva de excusa a esta carta incoherente.
10 de agosto de 1942
Yo, el abajo firmante, conde W. Kokovtzoff, antiguo presidente del Consejo y ministro de Finanzas de Rusia, certifico por la presente que conocía al difunto señor Efim Epstein, administrador de banco en Rusia y miembro del Comité de los Bancos que funcionaba en París bajo mi presidencia, que tenía la reputación de un financiero de una honradez irreprochable y que sus sentimientos y sus acciones eran netamente anticomunistas. (certificado por una comisaría de policía)
12 de agosto de 1942
André Sabatier a Michel Epstein
He recibido su telegrama y sus cartas. Le respondo antes de trasladarme por unas semanas a los alrededores de París. Si necesita escribirme durante este período, del 15 de agosto al 15 de septiembre, hágalo a la dirección de la editorial, que le atenderá, tomará medidas en caso necesario y lo pondrá en mi conocimiento de inmediato. Así es como están las cosas: muchas gestiones, pero, hasta ahora, sin resultados.
1) No hay respuesta del conde de Chambrun, al que he escrito. No conociéndolo, no puedo insistir, pues ignoro si su silencio es una señal de su voluntad de no intervenir. Su dirección es: Plaza del Palais-Bourbon 6 bis, VII distrito.
2) Por el contrario, la señora de Paul Morand ha dado pruebas de una adhesión incansable. Multiplica sus gestiones y tiene su carta en su poder; lo esencial de la misma será transmitido, junto con un certificado médico, por un amigo común a ella y la embajada, en los próximos días. Al parecer, Las moscas del otoño, que ha leído, no responde a lo que ella buscaba: antirrevolucionaria sí, pero no antibolchevique. Sugiere que no dé usted pasos dispersos, e inútiles a su modo de ver. La única puerta a la que debería llamar, siempre según ella, es la de la Unión Judía, que, por sus ramificaciones, es la única que puede informarle del lugar en que se encuentra su mujer y quizá hacerle llegar noticias de sus hijas. Ésta es su dirección: Rue de la Bienfaisance 29, VIII distrito.
3) Mi amigo me ha hecho saber sin ambages que sus gestiones lo han llevado a la conclusión de que no puede hacer nada.
4) Idéntica respuesta, no menos categórica, de mi padre, tras sus gestiones ante las autoridades regionales francesas.
5) Un amigo ha contactado, a petición mía, con el autor de Dieu est-il français (Friedrich Sieburg), que ha prometido actuar, no con vistas a una liberación, que le parece dudosa, sino con el fin de obtener noticias de su mujer.
6) Ayer telefoneé a la Cruz Roja y hablé con la sustituta de la señora Rousseau, muy amable y al corriente del asunto. El doctor Bazy se encuentra actualmente en zona no ocupada y está utilizando todas sus influencias para averiguar qué se podría conseguir. Debe volver el jueves, de modo que le telefonearé antes de marcharme.
Mi sensación general es la siguiente.
1) La medida que afectó a su mujer es de orden general (sólo aquí, en París, parece haber afectado a varios miles de apátridas), lo que explica en parte la dificultad en la que parecemos encontrarnos de obtener una medida de favor especial, pero lo que también permite esperar que no le haya ocurrido nada especial.
2) La medida fue adoptada por ciertas autoridades alemanas que son todopoderosas en ese terreno y ante las que, tanto las autoridades militares o civiles alemanas como las autoridades francesas, incluidas las más altas, parecen tener escaso margen de maniobra.
3) La partida hacia Alemania es verosímil, pero no con destino a un campo, según la señora Morand, sino a las ciudades polacas en las que se reagrupa a los apátridas.
Todo esto es duro, lo comprendo más que perfectamente, querido amigo. Su único deber es pensar en las niñas y ser fuerte por ellas. Consejo fácil de dar, me dirá. Tiene toda la razón. Por mi parte, sólo puedo decir que he hecho todo lo que estaba en mi mano. Fielmente suyo. André
14 de agosto de 1942
Michel Epstein a la señora Cabour
Desgraciadamente, Iréne se encuentra lejos de nosotros. ¿Dónde? Lo ignoro. Comprenderá usted mi angustia. Se la llevaron el 13 de julio, fecha desde la que no he vuelto a tener noticias suyas. Aquí estoy solo con las dos pequeñas, de las que se ocupa Julie. Probablemente la recordará de haberla visto en la avenida Président-Wilson. Si algún día recibo noticias de Iréne, se las comunicaré de inmediato. Ha tenido usted la amabilidad de ofrecernos su ayuda. Lo aprovecho, querida señora, sin saber si lo que le pido está dentro del terreno de lo factible. ¿Podría usted proporcionarnos hilo, algodón y papel para la máquina de escribir? Nos haría un enorme favor.
20 de agosto de 1942
Michel Epstein a la señora Cabour
Iréne fue detenida el día 13 de julio por la gendarmería, que obedecía órdenes de la policía alemana, y conducida a Pithiviers, en su calidad de apátrida de raza judía, sin tener en cuenta que es católica, que sus hijas son francesas y que ella se refugió en Francia para escapar de los bolcheviques, que además se apropiaron de la fortuna de sus padres. Llegó a Pithiviers el 15 de julio y, según la única carta que he recibido de ella, debía salir de allí hacia un destino desconocido el día 17. Desde entonces, nada; ni una sola noticia. Desconozco dónde está e incluso si sigue con vida. Como no se me permite moverme de aquí, he pedido la intervención de diversa personalidades, sin resultado hasta la fecha. Si puede usted hacer algo, sea lo que sea, hágalo, se lo suplico, porque esta incertidumbre es insoportable. Piense que ni siquiera puedo mandarle algo para comer, que no tiene ni ropa ni dinero… Hasta ahora, me han dejado aquí, porque tengo más de 45 años…
15 de septiembre de 1942
Michel Epstein a André Sabatier
Sigo sin tener la menor señal de vida de Iréne. Tal como me aconsejó la señora Paul 17, no he dado ningún nuevo paso. Ella es mi última esperanza. No creo que pueda seguir soportando esta incertidumbre mucho tiempo. Me dio usted que esperaba noticias del doctor Bazy. ¿No las ha tenido? Si la Cruz Roja pudiera al menos hacer llegar a Iréne, antes del invierno, ropa, dinero y alimentos…
Si ve a la señora Paul, ¿sería tan amable de decirle que recibí una carta de monseñor Ghika 18, que hace seis meses seguía con buena salud en Bucarest?
17 de septiembre de 1942
André Sabatier a Michel Epstein
Nada más regresar, telefoneé a la señora Paul. Le participé su gratitud y le dije que había seguido usted su consejo. Ninguna de sus gestiones, ni siquiera la realizada ante la personalidad para la que redactó usted una carta, ha dado resultados hasta ahora. «No hago más que chocar contra muros», me dijo. La señora Paul opina que, para saber algo con certeza, hay que esperar a que toda esa enorme multitud de gente sea canalizada y estabilizada de algún modo.