Debe ser por eso por lo que la gente aborrece pensar.
Cuando realizas un gran esfuerzo físico, tumbarte en una cama te relaja. Pero la mente jamás se relaja.
Los muertos vuelven a ella una y otra vez, los recuerdos corren de un lado a otro, y el miedo no se detiene un solo instante.
¡Los recuerdos!
Hay algo que nunca he dicho.
¡Nunca!
Aquella mañana, Sebastián estuvo a punto de llevarme a Córdoba. Quería comprarme unos zapatos que hicieran juego con mi vestido nuevo.
A punto estuvo.
De haber ido con él, la bomba nos hubiera sorprendido cogidos de la mano.
Y nuestras cenizas hubieran compartido el jarrón verde.
Fue una lástima.
Hubiera muerto en el mejor momento.
¡Feliz!
Y una sola vez.
Luego he muerto muchas veces.
¡Demasiadas!