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– No me gusta… -Claire se frotó los brazos y contempló la noche húmeda y brumosa.

Sean llevaba desaparecido horas, no las necesarias para denunciar la desaparición de una persona pero sí las suficientes para pasar de estar preocupada a crispada y finalmente desesperada. Por primera vez deseó haberse dejado convencer y haberle comprado un teléfono móvil para comunicarse con él. Le había esperado y buscado. Ahora, le gustase o no, se vio obligada a coger el teléfono y llamar a Kane al móvil.

Kane atendió la llamada tras el segundo tono.

– Moran.

Claire se apoyó sobre el borde de la repisa de la cocina. La voz de Kane era tranquilizadora, sin embargo, hizo que rompiera a llorar.

– Soy Claire.

– ¿Estás bien?

– No… La verdad es que no. Es Sean. Ha desaparecido.

Kane de pronto tomó aliento.

– ¿Desde cuándo?

– Hace unas cuatro horas.

– ¿Dónde podría haber ido?

– No lo sé. Discutimos y… y… -«¡Cálmate, Claire!»- se marchó. Pensé que iría a alguna parte hasta que se le pasara, ya sabes, que cuando se le pasara volvería. Eso es lo que suele hacer siempre.

«Pero nada es normal desde que volví a Oregón.» Miró por la ventana. No podía ver nada a través de la densa niebla.

– ¿Sobre qué discutisteis?

Claire dudó. A continuación se atrevió.

– Le dije la verdad sobre ti. Que tú eras su padre.

– Y supongo que la noticia no le hizo ilusión.

Claire resopló.

– En absoluto.

– ¿Dónde podría haber ido?

– No lo sé. Le esperé un par de horas y luego salí a buscarle con el coche. -Se mordió el labio y pasó un dedo a lo largo del borde la repisa-. Fui a un par de sitios donde los críos suelen juntarse. Luego llamé a tres chicos de los que Sean me ha hablado desde que estamos aquí, pero no le encontré, y si los chicos saben dónde está, no me lo han querido decir.

– Tampoco hace tanto tiempo.

Pero había algo en la voz de Kane, algo que no decía.

– Ya -dijo Claire. Justo entonces oyó un pitido en el auricular-. Está entrando otra llamada. Debo cogerla. Podría ser Sean.

– Voy de camino, estoy sólo a unos veinte minutos. Llegaré enseguida. No te muevas de ahí -dijo Kane, y colgó.

Claire cogió la llamada que había en espera.

– ¿Hola?

– ¿Claire? -la voz de Tessa sonaba lejana y asustada.

– ¿Dónde estás?

– Sean está conmigo.

– ¿Le has encontrado? Bien. Tráele a casa. -Miró el reloj-. Si nos damos prisa podemos llegar a la fiesta.

– No voy a ir.

– ¿Por qué no? -El pavor le rozó el corazón-. Espera un momento. Déjame hablar con Sean.

– No puedo.

¿No parecía que a Tessa le costara articular las palabras?

– ¿Por qué no? -preguntó.

– Porque es demasiado tarde, Claire. Demasiado tarde para todos.

– Espera, Tessa. ¿Dónde estáis? Dime dónde estáis e iré a buscaros.

Clic. La llamada se cortó.

Claire estaba orientada hacia la izquierda, mirando por la ventana las agitadas sombras. Tessa tenía a Sean, estaban juncos. Tessa había matado a Harley. Tessa parecía desesperada al teléfono, diferente. Dios santo, ¿qué pensaba hacer?

Rápidamente, volvió a coger el teléfono y marcó el número de Kane. Un tono. Dos. Tres.

– Vamos, vamos. -Pero saltó el buzón de voz y Claire colgó el teléfono frustrada.

Kane venía en camino, ¿no era lo que había dicho? «Dale tiempo a que llegue.» Necesitaba tranquilizarse, pensar con claridad. ¿Qué podía hacer? Llamar a Miranda. Como ayudante del fiscal del distrito tenía suficientes contactos en el departamento policial para conseguir la ayuda que necesitaban para encontrar a Tessa y a Sean. No sería difícil localizar el Mustang de Tessa.

Claire marcó el número del teléfono móvil de Miranda y esperó a que diera tono. Dios, ¿es que nadie iba a contestar aquella noche? Un tono. Dos. Al fin oyó la voz de su hermana.

– ¿Hola?

– Miranda, soy Claire. Tienes que ayudarme. Tessa tiene a Sean y…

– ¿Hola? ¿Hola? -La voz de Miranda se perdía en la línea.

– ¡Miranda, soy yo! Tessa tiene…

– ¿Claire, eres tú? Se corta… Vuelve a llamar… momento.

– ¡Miranda! Por favor, ¡tienes que escucharme!

Pero las interferencias en la línea se hicieron más fuertes y de repente se cortó.

– ¡Maldita sea! -Claire empezó a marcar el número de Kane otra vez.

– ¿Mamá?

Claire se volvió, no esperaba ver a su hija de pie en la puerta de la cocina. El rostro de Samantha lucía una mueca de preocupación. Llevaba un vestido amarillo de dos piezas que dejaba al descubierto parte de su abdomen liso y pequeño. Tenía el pelo recogido en lo alto de la cabeza y llevaba demasiado maquillaje en los ojos, pintalabios y algo que hacía que le brillara la piel.

– ¿Pasa algo?

«De todo.»

– Sólo estoy preocupada por Sean -dijo, intentando tranquilizarse. No había razones para asustar a Samantha.

– Ya vendrá.

«Oh, Dios, eso espero.»

– Solamente está haciendo el imbécil… el idiota.

«Ojalá pudiera creerte», pensó Claire.

– No estás vestida… Eh, ¿pasa algo?

– Ya te he dicho que estoy preocupada. Yo, um, puede que al final no vaya a la fiesta. Kane viene de camino y vamos a salir a buscar a Sean.

La expresión de Samantha cambió.

– Eso quiere decir que no iremos a la fiesta del abuelo, ¿verdad?

– Iremos luego. Cuando encontremos a tu hermano.

– Eso es lo que quiere, ¿sabes? Estropearlo todo. -Hizo un gesto con los ojos, cuya sombra era excesiva, y se cruzó de brazos. El vestido se le subió, descubriendo más su estómago.

– ¿Por qué no te pones algo más adecuado? -sugirió Claire a la vez que su mente estaba atemorizada por su hijo. ¿Donde narices estaba Kane? En realidad no habían pasado más de unos minutos desde que había hablado con él, pero le parecía una eternidad.

– Me gusta éste.

– Es bonito. Te queda bien, pero necesitas algo un poco mas serio.

Acompañó a su hija escaleras arribas, hacia la habitación. Una vez allí, revolvió en el armario, pero Samantha rechazaba todo lo que le sacaba su madre.

– Tú quieres que parezca una cateta.

– No, quiero que parezcas una pardilla -le contestó Claire, intentando mostrar humor cuando en realidad no lo sentía. No tenía tiempo para ese tipo de discusiones. No tenía tiempo para nada más excepto para encontrar a su hijo. ¿Dónde demonios estaban Tessa y Sean? ¿Por qué se estaba comportando así su hermana? Y Kane, ¿dónde diablos se había…? Oyó un ruido de motor aproximándose a la casa-. Mira, Sam, sólo estaba bromeando. ¿Por qué no te pones esto? -le preguntó, mostrándole un vestido azul marino de cuello alto.

– Qué aburrido. La tía Tessa se moriría si se pusiera algo así.

– Yo no llamaría a la tía Tessa un ejemplo de moda. No va a ser ella quien elija lo que te vas a poner, ni vamos a tener en cuenta sus gustos. -Dejó el vestido sobre el respaldo de la silla del escritorio-. Simplemente encuentra algo formal y de buen gusto, ¿de acuerdo? Ya ha llegado Kane.

– ¿De veras estás preocupada por Sean?

– Sí -admitió Claire-. Lo estoy -contestó mientras salía corriendo de la habitación, pero pudo ver a su hija haciendo un gesto con los ojos y murmurando en voz baja.

– …Siempre fastidiándolo todo…

– Quédate aquí, luego vengo -le dijo Claire bajando apresuradamente las escaleras.

Llegó a la planta baja, cogió el bolso, el móvil y las llaves. En ese momento oyó llamar a la puerta. Aliviada, la abrió. Esperaba que fuera Kane y estaba dispuesta a echarse en sus brazos.

– He estado intentando localizarte. Tessa ha llamado y…

Weston Taggert estaba de pie, en las sombras del porche.