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– ¿Y qué pasa con él? -preguntó Weston haciendo un gesto hacia Kane con la boca del rifle.

Kane se quedó helado.

Styles ni le miró. Tenía la mandíbula dura como una roca, los labios formando una fina línea.

– Tal y como has dicho, Moran también irá.

– Cabrones, ¿creéis que os vais a salir con la vuestra? -Claire miró a Kane.

– Shh. No digas nada -le advirtió Tessa. Había algo extraño en su actitud-. Haz lo que te dicen.

– ¿Te has vuelto loca? ¡No pienso hacerlo! Nunca. -Claire estaba furiosa y asustada.

Kane quería encontrar el modo de consolarla.

– Yo tampoco, Taggert. Como te he dicho, la policía lo sabe todo.

– ¿Y dónde están? Por Dios, Styles, acabemos con esto. -Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y extrajo un sobre grueso. Kane avanzó-. Aquí está casi todo. Tendrás el resto cuando termines el trabajo, y si me entero de que mientes sobre el chico…

– No miente. Deja a Sean al margen de esto -dijo Claire-. Sea lo que sea. -Parecía desesperada. Aterrorizada-. ¡Sean no es el hijo de Harley!

Claire se aproximó a Weston, intentando convencerle, ignorando el cañón del arma que apuntaba a su pecho. Kane notó una sensación en los oídos, vio las intenciones de Weston.

– ¡No! ¡Apártate, Claire! -gritó, corriendo hacia ella. De reojo, vio moverse a Styles.

– ¡Ahora! -gritó Styles a la vez que el cañón del rifle se desvió, apuntando a Kane.

Se abalanzó sobre Weston.

Estalló el sonido de un rifle.

Kane golpeó con fuerza a Taggert. Taggert gritó y ambos cayeron, al igual que el rifle, sobre la tierra. Kane golpeó al hombre con sus puños, una y otra vez, parecía que quisiera incrustarle la nariz en el cerebro. Se empezaron a oír gritos desde todos los lugares. Por el rabillo del ojo, Kane vio a una docena de hombres con uniforme del SWAT salir de entre los árboles. Sonaban sirenas y entonces vio a Claire, con el rostro pálido, corriendo hacia ellos.

– ¡Atrás! -ordenó Styles, apuntando con una pistola a Kane-. Déjale ya, Moran. -Sacó una cartera del bolsillo y le enseñó la placa-. ¡Traed a los médicos, ya!

Alguien separó a Kane de Taggert. Este último estaba retorciéndose de dolor en el suelo, expulsando sangre a borbotones por la boca.

– ¡Estás herido! -exclamó Claire, mirándole la camiseta y la mancha de sangre que había sobre ella.

– Es de Taggert.

Styles todavía apuntaba a Taggert con su arma.

– ¿Quién demonios eres? -le preguntó Kane.

– FBI. Agente secreto. Taggert estaba metido en todo tipo de asuntos ilegales.

– ¿Dónde está Sean? -preguntó Claire.

Por primera vez, Styles sonrió.

– Con su abuelo. No creo que Dutch vaya a presentarse a las elecciones para gobernador, después de todo.

– ¡Necesitamos un helicóptero! -dijo el médico que estaba atendiendo a Taggert.

Styles asintió, caminó hacia la camioneta y emitió la orden desde su walkie-talkie.

Kane abrazó a Claire. Todo había terminado. Si Taggert conseguía sobrevivir, estaría bajo arresto. Claire estaba a salvo. Sean estaba a salvo. Volverían a casa. Besó a Claire en la mejilla, manchada de lágrimas, y suspiró.

– Vamos, princesa -le dijo-. Vayamos con nuestro hijo.

Epílogo

– ¿Así que Denver Styles era del FBI? -preguntó Claire.

Sus hermanas y ella estaban sentadas al aire libre, alrededor de una mesa, dos semanas después de que Weston Taggert fuese detenido. Estaba casi anocheciendo. Sean estaba echando unas canastas y Samantha estaba arriba, escuchando la radio. Algunas notas de música flotaban entre las ramas gruesas de los abetos que rodeaban el patio.

– Styles trabajaba de incógnito, tan incógnito que nadie aquí, en Chinook, ni siquiera la policía, le conocía -dijo Miranda, cuya irritación era perceptible a la vez que daba vueltas con los dedos a su vaso de vino.

– Y tú te pensabas que se estaba interesando por ti, ¿no? -dijo Tessa mientras encendía un cigarrillo y ponía un pie descalzo sobre una silla vacía-. Cuando eras parte de la investigación.

– Hubiese estado bien.

– Oh, venga, Randa. Hubiese puesto en peligro toda la trama, o la operación, o como quiera que se llame.

– Tessa tiene razón -añadió Claire sonriendo-. Reconócelo, lo que te fastidia es que empezases a enamorarte de él.

– Si eso es lo que queréis pensar… -contestó, y bebió de su vaso.

– Es la verdad.

– Llamó aquí preguntando por ti -continuó Tessa.

– Lo sé.

– ¿Le devolviste la llamada?

Miranda elevó ligeramente un extremo del labio.

– Me lo estoy pensando.

– Oh, por el amor de Dios, ve a por él. Te sientes avergonzada, ¿y qué? Él sólo estaba haciendo su trabajo. Y además, tiene un buen culo.

– ¡Tessa! -dijo Miranda, como si aquello le asombrara.

– Sí, como si no te hubieses dado cuenta.

Claire rió tontamente.

– Shh. Mi hija podría oírnos.

– Oh, lo siento -dijo Tessa-. Como si ése fuera el mayor de tus problemas.

– Vale, vale, tienes razón.

Claire tenía cosas más importantes a las que prestar atención. Aunque Kane hubiese ayudado a salvar a su madre, Sean no acababa de confiar en el hombre que se suponía que era su padre. Seguía dolido por lo sucedido con Paul, y no le apasionaba la idea de dejar entrar en su vida a otro hombre, a pesar de ser de la misma sangre.

Últimamente, le había expresado su opinión acerca de que Claire se volviera a casar.

– ¿Es que te has vuelto loca, mamá? -había preguntado mientras intentaba perfeccionar un salto con monopatín sobre el muro situado cerca del lago-. Acabas de salir de un fiasco matrimonial y te vas meter en otro. ¿Es que no te puedes esperar? ¿No es eso lo que siempre me dices que haga?

Claire había discutido con él, incluso le había contado que Kane había sido su primer amor. Su hijo, con falta de tacto, le había echado en cara su relación con Harley y las consecuencias de ésta, aunque eso no lo dijo. Claire decidió que en eso sí que tenía razón su hijo. Pero Sean iba más lejos.

– Y no me gusta cómo te llama «princesa».

– Es sólo una broma -le había explicado.

– Sí, pues muy mala.

– Eso no lo cambio, me gusta -expresó.

Aquel tema era como un callejón sin salida. Y empeoraba las cosas que Samantha pensara que Kane era un buen tipo. Aquello fastidiaba a Sean. Bueno, pues que le moleste, pensaba Claire mientras daba un trago a su bebida.

– ¿Así que vas a casarte con Kane el próximo año? -preguntó Tessa.

– Umm, ése es el plan.

– No es lo mismo que si no le conocieras. ¿Cuánto tiempo hace? ¿Dieciséis años?

– Tal vez incluso más, pero ¿quién lo cuenta? Lo que importa es el presente. -Y era verdad. Amaba a Kane, él también la amaba a ella, y podrían esperar un poco hasta que las cosas volvieran a la normalidad.

Tessa se acabó su vaso de vino.

– Me alegro de que papá renunciase a aquella chorrada de presentarse a gobernador. ¿No se hubiese convertido en un verdadero dolor de cabeza?

Habían pasado tantas cosas… Weston estaba detenido, todavía hospitalizado, pero se esperaba que viviese y que fuese juzgado. Paige se encontraba a cargo de Industrias Taggert y Kendall había solicitado el divorcio. Stephanie y ella se habían mudado a Portland. Dutch había abandonado sus sueños de político y se sentía satisfecho pasando más tiempo con sus hijas, a la vez que construía la siguiente fase de Stone Illahee. Ruby y Jack Songbird habían demandado a Weston Taggert por la horrible muerte de su hijo, y Tessa, finalmente, podía descansar.