– Oh, gracias a Dios. Me siento aliviada -contestó, incapaz de esconder el sarcasmo de sus palabras-. Por fin podré dormir esta noche.
– Creí que debías saberlo.
– Y yo creo que deberías irte al infierno.
– Ya he estado allí -apretó los dientes, y se la quedó mirando un instante-. Nos vemos, Claire. Si decides que quieres contarme algo sobre aquella noche, pégame un grito. Estoy justo al otro lado del lago.
Dándose la vuelta, se metió las manos en los bolsillos y se dirigió sendero abajo en dirección al embarcadero, donde había atada una lancha motora a uno de los amarres blancos. Kane subió a bordo, soltó amarras, encendió el motor, y, diciendo adiós con la mano, comenzó a navegar. La lancha formó un amplio arco dejando una estela de espuma cerca de la orilla, y se dirigió de vuelta al lado opuesto del lago.
Claire, en su interior, sintió como si estuviese hecha de gelatina. ¿Por qué Kane insistía tanto en indagar sobre el pasado? ¿Por qué se había mudado a aquella cabaña que juraba odiar tanto de niño? ¿Y por qué, por el amor de Dios, por qué su corazón le traicionaba, acelerándosele nada más verle?
Tal y como había sucedido siempre.
«Porque eres una idiota en lo que se refiere a los hombres. Siempre lo has sido y siempre lo serás.»
Se mordió el labio superior, a la vez que veía desaparecer la estela de espuma en la superficie lisa del lago Arrowhead.
Kane Moran siempre había sido un dolor de cabeza para ella, un pobre chico rebelde que había sentido algo por ella, pero ella había pasado casi toda su adolescencia evitándole. Aunque no siempre le había sido posible, y en ocasiones se preguntaba si su devoción hacia Harley había sido el resultado de algún miedo, de alguna seria preocupación. Quizá se había aferrado al bueno y decente de Harley porque su parte más profunda y primitiva se sentía atraída por Moran, aquel chico de actitud temeraria y desafiante ante la ley.
Kane Moran no seguía las normas.
Odiaba a la autoridad, a la que escupía a la cara.
Era rebelde al máximo.
Era malo con mayúsculas.
Y en lo más profundo de su corazón, Claire le encontraba irresistible.
Había pasado muchas noches de rodillas, rezando para que aquella atracción indecente hacia Kane, atracción que le hacía subir de temperatura y acelerarle el corazón, se le pasara antes de que alguien, especialmente el mismo Kane, lo notara. Se decía que cuando despertase de los sueños en que Kane realizaba todo tipo de deliciosas y salvajes demostraciones sobre su cuerpo, lo considerara como algo banal, nada por lo que preocuparse. Nadaba un largo tras otro en la piscina, intentando borrarle de su mente.
Pero al llegar la noche, en cuanto aparecía la luna con su luz plateada reflejada en la oscura agua del lago, Claire se sentaba en el alféizar de la ventana de su habitación, dejaba la ventana completamente abierta para que la brisa cargada de sal del Pacífico le recorriera el cabello, y se apretaba el camisón contra el cuerpo mientras miraba a lo lejos, en la oscuridad, hacia la única luz que allí había, procedente de la ventana del ático de la casa de Kane. Cerraba los ojos e imaginaba las manos y lengua de Kane acariciando su cuerpo sudado y húmedo. Sensaciones en lo más profundo de su ser la agitaban, y sabía que a pesar de lo que se había jurado, hacer el amor con él sería una experiencia por la que merecería la pena correr cualquier riesgo sobre la tierra, una oportunidad única que la condenaría de por vida.
Ahora, años después, miró a través de aquellas mismas aguas oscuras, y sintió añoranza por aquellos recuerdos enterrados, el deseo palpitante que había sentido de joven, y que no la dejaba dormir. Se agarró el pecho con la mano, y esperó no ser tan tonta como para repetir otra vez la misma historia.
Si haber estado con Kane Moran una vez había sido malo, estar dos ya no tendría remedio.
SEGUNDA PARTE: Dieciséis años antes
Capítulo 6
– No sé qué ves en Harley Taggert. -Tessa enrolló un mechón de su rubia cabellera en otro rulo. Llevaba sólo sujetador y bragas, y estaba sentada con actitud vanidosa en el baño, con la cara en perfecta concentración mirando el reflejo de Claire en el espejo-. En mi opinión, Weston es el más interesante.
– Y un imbécil.
Claire no confiaba en el hermano mayor de los Taggert. Weston era tan delicado como el motor de un coche nuevo y tenía tan buenos modales que resultaba sospechoso.
– Sí, pero tendrás que admitir que Harley es bastante paradito. ¡Me cago en la leche! -Tessa aspiró sobresaltada, agitó la mano, y dejó caer el rulo-. Siempre me pasa lo mismo.
Con cuidado, Claire recogió el rulo ardiendo y lo depositó en el estuche de Tessa.
Chupándose el dedo, Tessa frunció el ceño.
– El problema de Harley…
– Harley no tiene ningún problema.
– Claro que sí. Le tratan como a un trapo. Siempre hará todo lo que le pida su padre.
– Eso no es cierto -dijo Claire, aunque albergaba pequeñas dudas sobre sus propias convicciones. Si Harley tenía algún fallo, cosa casi imposible, era que no tenía tanta fuerza de voluntad como le gustaría a Claire.
– Entonces ¿por qué no ha roto aún con Kendall? -preguntó Tessa, levantado sus cejas elegantes y curvadas durante una fracción de segundo, mientras cogía otro rulo-. Te acuerdas de ella, ¿no? Kendall Forsythe de Portland, hija de uno de los magnates urbanísticos más importantes, o como quieras llamarle, que vivían en San Francisco antes de que la familia se mudase a esta zona y…
– Sé quién es Kendall.
– Harley y ella están comprometidos.
– Eso nunca se ha hecho oficial.
Claire odiaba el sentimiento que la obligaba a defenderle. Harley era bueno y dulce y agradable, así que ¿qué más daba si no era el atleta o el estudiante o el donjuán que era Weston? ¿A quién le importaba que a veces tuviese problemas para decidirse? Se debía solamente a que era una persona pensativa.
– Kendall parece pensar que sí es oficial. Ayer hablé con la hermana pequeña de Harley en la playa, y dice que todas las rupturas y peleas se acabaron. Paige dice que Kendall ha estado pasando tanto tiempo como le es posible en la casa de sus padres junto a la playa, para estar más cerca de Harley.
– Paige Taggert es como un grano en el culo.
Claire había intentado ser amiga de la única hija de los Taggert, pero Paige le había girado la cara, con aquella nariz recién operada, y no se había dignado a escucharla.
– Bueno, ella adora a Kendall y piensa que todo lo que Kendall diga o haga es tan verdad como lo que aparece en los evangelios. -La frente lisa de Tessa se le arrugó mientras se ajustaba el último rulo-. Si quieres saber mi opinión, pienso que está enferma. Que tiene un lío con Kendall o algo así.
– La única que está enferma eres tú.
– Te lo digo en serio, es algo muy raro -Tessa se limpió la cara con un pañuelo-. Harley no ha llamado hoy, ¿verdad?
– No, pero…
– ¿Y ayer?
– Ha estado ocupado…
– ¿Y anteayer?
– No me acuerdo.
– Claro que sí. Te has quedado esperando en casa, dando saltos cada vez que sonaba el teléfono, esperando a que fuese Harley quien estuviese al otro lado de la línea. ¿Por qué no le llamas? -le preguntó Tessa, mientras se ajustaba la tira del sujetador. A continuación cogió su pintalabios color coral-. Eso es lo que yo haría.
– Ya sé que es lo que tú harías, pero yo no soy como tú.
– Ése es el problema, eh. Yo, de ningún modo, de ningún modo, andaría con cara mustia solamente por un chico, ni siquiera por Weston Taggert. No es sano. Créeme. Ningún chico se lo merece, y menos Harley Taggert.
Claire puso los ojos en blanco y decidió que no merecía la pena seguir aquella conversación. Todo el mundo, incluso Tessa y Randa, desaprobaban que viese a Harley. Como si fuera Judas o algo así. El ambiente en casa estaba cargado, así que decidió, como siempre sucedía cuando sus hermanas la molestaban, dejar a Tessa arreglándose y a Randa con sus libros, e ir a dar un paseo por las montañas. Siempre le había encantado estar al aire libre y a veces no soportaba estar encerrada.