Los enamorados parecían felices. Tanto como Harley y ella lo habían estado anteriormente. Antes de que apareciese Claire. Se le hizo un nudo en la garganta y luchó contra la terrible necesidad que sentía de llorar. Jamás se había sentido tan desdichada ni tampoco había deseado algo como deseaba a Harley.
Oyó un coche detenerse frente a la cabaña y abrió la puerta corrediza al escuchar pisadas en la escalera del porche. Parecía que se le fuera a salir el corazón del pecho. Había venido. Aún le importaba.
– ¡Harley! -gritó. Su nombre le resonó en la garganta cuando vio aparecer a Weston, en carne y hueso, con una sonrisa relajada de oreja a oreja-. Ah. -La decepción invadió hasta lo más profundo de su corazón.
– Pensé que estarías aquí.
– ¿Te ha… te ha enviado Harley?
Weston sonrió, formando aquella curva perfecta que había derretido tantos corazones.
– No. He venido por mí mismo.
– Pero ¿cómo sabías que yo estaba…?
Weston apoyó la cadera contra la barandilla del porche y se cruzó de brazos.
– Si dejas un mensaje en la oficina todo el mundo se entera.
– Yo no dejé…
Weston hizo un gesto con la mano para que dejara de preguntar.
– Da igual. Sólo he venido a darte un consejo.
Los músculos de la espalda de Kendall se contrajeron.
– No recuerdo habértelo pedido.
– Créeme, lo necesitas. -Weston la miró y suspiró-. Sabes, Kendall, me sorprendes. Siempre había creído que eras una chica lista, que sabía lo que quería y cómo conseguirlo.
– Con Harley es diferente.
– ¿Por qué?
– No es tan fácil.
– Claro que sí.
Frustrada, se pasó los dedos por el pelo.
– ¿Cómo?
– Bueno, aprovecha el hecho de que él no es tan listo, y no me discutas eso, ¿eh? -le dijo levantando la mano en el momento en que ella iba a protestar-. Ambos conocemos sus límites -Sonrió diabólicamente.
– ¿Qué me sugieres?
– Que le hagas caer en una trampa.
– ¿Qué? -¿Le había oído bien?
– Quédate embarazada.
Kendall frunció los labios.
– Yo nunca…
– Claro que sí -la interrumpió, con un gesto en el rostro de repentino aburrimiento-. Pude oír vuestra última conversación. Le tienes contra las cuerdas, ahora acaba el trabajo. -Weston se subió encima de la baranda, con la espalda al océano, y la observó-. No me digas que no tienes agallas, Kendall, porque no te creo. Creo que eres una mujer que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo.
Kendall se mordió el labio y pensó.
– ¿Qué pasa… qué pasa si no existe tal bebé?
– Pues hacéis uno.
Ella nunca había pensado que Weston fuese idiota, pero actuaba como si todo lo que tuviera que hacer fuese sacar una varita mágica y…
– No puedo simular eso.
– Yo no he dicho simularlo, he dicho hacerlo.
– Creo que necesitaré a Harley para eso.
Weston la miró fijamente, como si fuera increíblemente estúpida.
– Vamos, Kendall. Harley es débil. Todo el mundo lo sabe. Lo único que tienes que hacer es seducirle.
– ¿Seducirle? ¿Sólo eso?
– Créeme, no podrá decir que no.
Kendall consideró su propuesta. Tenía mérito, cierto, pero no quería aceptar ningún consejo de Weston. Él nunca había hecho nada sin tener un propósito, su propósito. Le miró de reojo, mientras ajustaba la sombrilla de una mesa exterior. Entonces preguntó:
– ¿Y a ti qué más te da todo esto?
Weston miró el océano por encima del hombro, pensando en la respuesta:
– Supongo que no me creerás si te digo que lo hago porque me preocupo por mi hermano.
– No. Prueba otra vez. ¿Qué ganas tú?
– De acuerdo. Harley es como un grano en el culo. Ahora está embobado con Claire Holland. Dice que se va a casar con ella…
Kendall dio un grito ahogado. Sintió un pinchazo en el corazón. Nunca antes había mencionado que quisiera casarse con ella.
– … y eso sería un desastre.
– ¿Para ti?
– Sí, y para toda la jodida familia. Papá está tan exaltado con el tema que apenas puede concentrase en el negocio. Le va a dar un ataque al corazón. Paige está disgustada, y apuesto cualquier cosa a que al viejo Dutch le gusta tan poco como al resto. La enemistad entre las dos familias comenzará de nuevo, y eso probablemente acabe con papá.
Aquel argumento no sonaba convincente. A Weston nunca le había importado nadie en su familia. Lo primero en su vida era él, y no había segundo ni tercer puesto en su lista de preocupaciones.
– Hay algo más, ¿no? Es algo personal.
Weston apretó los dientes.
– Harley no puede estar con una Holland -dijo francamente.
– ¿Por qué no?
Estrechó los ojos y se volvió a dirigir a ella.
– Porque no se merece a ninguna, ni siquiera a Claíre.
– ¿Pero a mí sí que me merece? -¿Había ido hasta allí para insultarla?
– Mira, te estoy ofreciendo una manera para que consigas lo que quieres, eso es todo.
– Para que así Harley no se case con Claire y te estropee tus planes, cualesquiera que sean.
– Eso es, más o menos.
– ¿Y si no se deja seducir?
– Consigue una prueba de embarazo falsa, cásate con él, y que te deje embarazada la noche de bodas. Piensa algo, Kendall, no es tan difícil.
Kendall se mordisqueó los labios.
– ¿Qué pasa si tardo tres o cuatro meses en quedarme embarazada? Se daría cuenta…
Weston soltó unos tacos en voz baja, y cuando volvió a mirarla, lo hizo con una mayor y renovada intensidad.
– ¿Quieres un niño para cerrar este trato? -le preguntó.
– Bueno… Supongo…
– Entonces te daré uno.
– ¿Qué? -la boca se le secó. No podía creer haber oído bien.
– Te dejaré embarazada.
Bajó de la baranda y se aproximó a ella. A pesar de la repugnancia que Kendall sentía hacia él, la emoción le recorrió la columna vertebral.
– ¿Tú?
– Tengo los mismos genes que Harley. El mismo tipo de sangre. No habrá ninguna duda sobre la paternidad.
– Oh, Dios. -El corazón le latía a mil por hora. Se miraron a los ojos el uno al otro-. ¿Qué… qué consigues tú con todo esto? -tragó saliva mientras él la recorría con su mirada, y luego volvía a pararse en los ojos.
– Tu eterno afecto y gratitud.
– No creo que pueda…
– ¿Ni siquiera para conseguir ser la esposa de Harley?
Weston le cogió la mano, la colocó en sus labios, y le besó el interior de la palma.
Kendall sintió que las rodillas se le doblaban, pero tiró de la mano rápidamente, como si aquel beso le hubiera quemado la piel.
– Esto es de locos. De ninguna manera…
– Piénsatelo. Serás la señora de Harley Taggert.
– Con tu bebé.
– Podrías abortar…
Casi vomita. Se tapó la boca con la mano.
– Estás más que enfermo.
– Sólo intento ayudarte.
Kendall se volvió, pero rápidamente Weston la envolvió con sus fuertes brazos por la cintura, de manera que los pechos le descansaron en sus antebrazos.
– Piénsalo, Kendall -le susurró al oído mientras el océano retumbaba junto a las dunas y el sol del caluroso mes dejulio desaparecía por el horizonte-. Podríamos divertirnos, y luego… bingo, tú tendrías a Harley. ¿Qué podría salir mal?