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Había aprendido de su madre. En la primera década de su vida, Weston había pensado que su padre era el listo de la familia, pero Mikki Taggert tenía un talento que no conocía ni su marido.

Weston se secó la cara, se quitó los trocitos de papel higiénico que se había puesto en las heridas, y se dijo que debía saborear el triunfo sobre Tessa Holland todo lo que pudiera. Después, quién sabe, quizá podría encontrar la manera de hacerse con Miranda. Arrastrando los pies, pensó en la hermana mayor de las Holland. Aquella chica, de cuerpo escultural y pelo oscuro, ojos inteligentes y mordaz, era todo un reto. Oh, cómo le gustaría seducirla.

A Tessa no había tenido que seducirla. Fue ella quien había decidido que él sería el primero. Con Miranda sería más difícil. Sonriendo, mientras se ponía la hebilla del pantalón, no le importó pensar en la idea de que tal vez, solamente tal vez, Tessa Holland le había manipulado en lugar de ocurrir al revés.

Cogió la chaqueta y salió del lavabo. Encontró a Kendall Forsythe con la misma mirada que una muñeca de trapo que ha perdido su relleno. Estaba sentada en la esquina de la cama de Weston.

– ¿Qué estás haciendo aquí? -Weston miró hacia la puerta. Dios, esperaba que nadie la hubiera visto.

– Me ha abierto Paige.

– ¿Sabe que estás en mi habitación?

– Yo… no tenía elección. -Se tapó la boca con la temblorosa mano, le miró, y rápidamente apartó la mirada-. Sé que esto es violento. Oh, Dios, no me creo que de verdad lo esté haciendo.

– ¿Haciendo qué? -Weston estaba perplejo, pero empezó a tener una ligera idea de lo que pasaba por aquella preciosa cabecita.

Cerró los puños, se levantó y caminó hacia la ventana abierta.

– Yo… eh… creo que voy a aceptar tu oferta -dijo en voz tan baja que Weston apenas pudo oírla.

– ¿Mi oferta? -Entonces recordó-. Ah.

– Eso es -Kendall se puso recta y se volvió para mirarle. Tenía la piel suave blanca como la tiza-. Necesito quedarme embarazada, y rápido.

Weston no pudo evitar sonreír. Sus pensamientos sobre Miranda y Tessa Holland desparecieron.

– Tú me conoces, Kendall -le dijo, caminando tranquilamente por la habitación, observándola como un depredador observa a su presa-. Siempre estoy dispuesto a hacer favores.

Capítulo 14

– Así que por fin es oficial, las dos familias más ricas en todo el maldito estado se van a unir. -Jack Songbird se colgó el rifle al hombro, entrecerró un ojo, y apretó el gatillo. Cayó una lata desde lo alto de una bola de heno, situada a lo lejos en un campo cercano a la playa. El cielo estaba nublado, oscuro, a punto de estallar una tormenta-. Harley Taggert se va a casar con Claire Holland.

A Kane aquella noticia le sentó como un tiro. Se negaba a imaginarse a Claire pasando el resto de su vida con el pardillo de Taggert. Diablos, ¿qué tenía aquel tío aparte de dinero y más dinero?

– Eso sólo sucederá si las dos familias lo permiten.

Kane ya había escuchado aquel rumor local en peluquerías, tiendas de comestibles, grupos de catequesis, tabernas, cafeterías, restaurantes y licorerías. Se extendía con la rapidez de un incendio en un bosque. Había llegado a todas las pequeñas ciudades a lo largo de la costa.

– ¿Y qué pueden hacer?

– Claire es menor. Necesitará la firma de su padre.

– A menos que esperen a que cumpla los dieciocho años.

Todos los músculos del cuerpo de Kane se contrajeron de repente, como la cuerda de un arco. ¿Qué más le daba? Claire Holland podía casarse con quien le diera la gana. No era más que una rica presumida con carácter, y sus sentimientos hacia ella eran completamente estúpidos, un sentimiento colegial que había ido alimentando a medida que pasaban los años. Sin embargo, no podía dar marcha atrás y hacer como si no le importase, cuando se sentía así. Habían pasado casi dos semanas desde la última vez que se habían visto, y pronto se uniría al ejército. El tiempo se le agotaba.

Kane cogió una botella, bebió hasta acabarla y la tiró al suelo. Luego levantó su pistola del calibre 22 y apuntó concentrado. Apretó el gatillo y falló. Jack soltó un whoop que recordaba a los indios de las películas.

– Patético hombre blanco -se burló. Era su broma habitual.

– Sí, veamos cómo lo haces con una flecha y un arco.

– Seguro que mejor que tú. -Miró el reloj y le insultó-. Hijo de puta. Maldito hijo de puta. -Luego sonrió-. Llego tarde a trabajar.

– No deberías perder la noción del tiempo.

– ¿Te gustaría trabajar para Weston Taggert? -Cruzó los labios con una expresión de desprecio, y el odio se hizo palpable en su rostro.

– No.

– A mí tampoco. Precisamente me he peleado esta mañana con mi madre por ese motivo. Le he dicho que lo iba a dejar, y ella me ha dicho que nunca encontraré otro trabajo por aquí. Hice que llegara tarde a trabajar. Tío, ¡no veas cómo se cabreó! -Se apartó un mechón de pelo color azabache de la cara y con una expresión pícara contrajo las marcadas facciones de su rostro.

– ¿Sabes qué necesita Weston Taggert?

– Se me ocurren muchas cosas.

– Alguien debería entrar por la noche en su cuarto y asustar a ese jodido cabrón arrancándole parte de la cabellera, al menos el pelo. Por pura diversión.

Seguidamente apuntó y pegó tres tiros seguidos, los cuales rozaron dos latas e hicieron pedazos una botella.

– Buen ojo -comentó Kane, admirando la obra de Jack. En el suelo había tres botellas hechas pedazos y las numerosas latas que habían derribado.

– Estaba imaginando que apuntaba a la horrenda cara de Taggert.

«No eres el único», pensó Kane mientras se quedaba quieto para apuntar a la última botella, sin embargo, no llegó a apretar el gatillo.

– Ten cuidado con lo que dices por aquí.

– Sí, podría llegar a sus oídos, por mi hermana. -Jack vio un halcón volando en círculos y apuntó hacia él, como si quisiera pegarle un tiro-. No alcanzo a entender por qué se empeña en ser la puta de ese cabrón. -La afilada lengua de Jack era cruel-. Sólo la está utilizando.

– Utiliza a todo el mundo.

– Quizá yo debería empezar a follarme a su hermana pequeña, a ver qué tal sienta.

– Sólo es una cría, y graciosa. Es un bicho raro.

Según Kane, Paige Taggert estaba loca, pero en realidad qué iba a saber él, si sólo era un trozo de basura blanca y pobre. Basura blanca pobre enamorada de una de las princesas de la localidad. Si hubiese tenido una pizca de sentido común, habría dejado la ciudad en aquel mismo instante. Habría insistido en unirse al ejército esa misma semana, en lugar de esperar… ¿a qué? Echó un vistazo al cielo a punto de llover y sintió el mismo mal presentimiento que había tenido durante toda la semana.

Jack seguía despotricando.

– Sí, bueno, Crystal también es una cría, pero bien que se acuesta con ella y no le importa que sea menor cuando se la tira.

– Crystal se dará cuenta.

– O la dejará preñada -refunfuñó Jack, mientras Kane pegaba otro tiro a la última botella.

Ni la rozó. Aquella botella se estaba burlando de él.

– Deberías dejarlo -dijo Jack, alzando el rifle y disparando. La botella se rompió y los trozos cayeron al suelo-. No eres bueno en esto. -Se colgó el rifle a la espalda y empezó a caminar apresuradamente por el campo-. Nos vemos luego. Con un poco de suerte quizá me despidan.

– Tú no te vas a casar con nadie, y menos con un Taggert. Y no hay más que hablar -dijo Dutch en la mesa del comedor.

Sus labios apenas se movieron. Estaba irritado y la cólera le palpitaba bajo la mandíbula.

– Demonios, estoy sólo dos días fuera de la ciudad ¿y qué sucede? A ti -miró a su hija menor con ojos azules y fríos- te ven bebiendo, bebiendo, a ti, cuando tienes seis años menos de lo permitido, en el complejo, mi complejo, y encima, más tarde, con Weston Taggert, y tú -centró su atención de lleno en Claire de nuevo, con actitud severa- eres lo bastante estúpida para pensar en casarte con el mayor imbécil de esa maldita familia.