– Sí.
– Bueno, a decir verdad, siempre ha sido una de mis fantasías.
– ¿Una fantasía? -Kendall palideció.
– Sí, hacérmelo con las tres hermanas Holland.
Kendall arrugó la nariz debido al asco.
– No quiero escuchar esto.
– Bueno, no a la vez, claro, a menos que ellas quisieran.
– Weston, basta. Dios, ¿cómo puedes siquiera pensar en eso?
Weston sonreía.
– Pero Kendall, ¿a qué viene este sentido de castidad ahora? No tienes demasiado derecho a juzgar nada cuando hemos estado follando para conseguir un hijo y simular que es de Harley.
– Oh, Dios. -Se tapó el rostro con las manos.
Pero Weston no se detuvo ahí. ¿Quién demonios se pensaba que era?
– Sólo recuerda, Kendall, que te has acostado conmigo para conseguir engañar a Harley y casarte con él.
– Lo sé, pero sólo lo hago porque le quiero. -Kendall sollozó un poco.
– Qué noble eres.
– Tú me odias.
– Claro que no. -Sí, odiaba cuando las mujeres intentaban hacerse las mártires-. Escucha. Tú relájate. Disfruta de lo que estamos haciendo. -Expulsó una nube de humo por la boca-. Podría ser mucho más divertido, y podrías aprender algunos trucos para cuando finalmente estés con mi hermano de nuevo.
A Kendall le entraron arcadas de verdad. Dios, Weston era un caso para el psiquiatra.
Abotonándose la camisa, le dio una profunda calada al cigarrillo Marlboro.
– ¿Mañana? ¿Misma hora, mismo lugar?
Kendall se hundió en la silla, agachando la cabeza. Parecía un cordero al que iban a sacrificar en una matanza.
– Sí -comentó en voz tan baja que Weston apenas pudo oírla.
– Aquí estaré -prometió mientras abría la puerta y desaparecía en la oscuridad de la noche.
La verdad de todo aquello era que Weston estaba disfrutando de aquellos encuentros tanto como ella. Siempre se había sentido orgulloso por su habilidad de producir placer a las mujeres, seduciéndolas simplemente hablándoles o tocándolas. Pero Kendall no había cedido. Él había probado todo tipo de cosas para atraer su atención, pero ella sólo había seguido la formalidad de aquella situación: se había echado en la cama, cerrado los ojos, con las piernas abiertas y los pezones blandos. Y él había actuado como un maldito robot. Si no se quedaba embarazada, le estaría bien empleado.
Pero entonces, aquello echaría a perder sus planes. La idea de plantar su semilla en el útero de Kendall le reconfortaba. No sólo por el hecho de que Kendall tendría que casarse con Harley, sino también porque el hijo de Harley sería realmente el descendiente de Weston. Podría utilizar su paternidad como chantaje para asegurarse el control permanente de Kendall.
Y si alguna vez surgiera la verdad a la luz, reclamaría a su hijo y cualquier herencia que le correspondiese al niño por parte de la familia Taggert, que le llegaría a través de Harley.
Sí, aquella media hora de trabajo tirándose a Kendall merecía la pena, y no significaba demasiado esfuerzo físico.
Se subió al Porsche, intentando no fijarse en el profundo rayón que iba desde el guardabarros delantero hasta las luces traseras, una marca que le había hecho algún cobarde. Apretó los dientes, furioso por dentro, preguntándose quién se habría atrevido a estropear así su precioso coche. Tenía un motor que rugía y una pintura que, a la luz, parecía que fluyese. Ese coche era un clásico. Al arrancar el motor, escuchó aquel zumbido. El Porsche era como una mujer con la que siempre podías contar.
Metió la primera marcha en aquel coche de carreras y desapareció del paseo que llevaba a la casa de la playa de los padres de Kendall. Debería estar molido. Había sido un largo y duro día en la fábrica, que había comenzado con una pelea. Jack Songbird había llegado tarde, y además había sido lo bastante estúpido para intentar hacer trampas con la tarjeta para fichar. Luego se había burlado de Weston, escupiéndole a los pies. Weston había saboreado al máximo el momento en que le despidió, con los compañeros de Jack presentes. Más tarde, le habían encontrado y… pobre Jack, borracho patético, se había caído del acantilado cerca de Stone Illahee. Weston sonrió para sí mismo y sintió la navaja en el bolsillo del pantalón, el cuchillo con restos de pintura roja en aquella hoja asquerosa. Encajaba perfectamente con el color de su coche.
Sí, había sido un largo día completamente cargado de emociones. Tan malo que había acabado en la cama fría de Kendall. Lo que se suponía que iba a ser un revolcón caliente y placentero, se había convertido en toda una decepción. Tirarse a Kendall había sido tan apasionado como masturbarse. Sin embargo, se sentía nervioso e inquieto.
Necesitaba una mujer de verdad con sangre ardiente e imaginación salvaje. Pensó en Tessa, estaba siempre dispuesta, pero en lo más profundo de su corazón sabía que ella no podía apagar el fuego que le recorría. No, la única mujer que sabía que le satisfaría, era su hermana mayor. Miranda.
«Tú espera, cariño -pensó riendo entre dientes-. Un día, muy pronto, te enseñaré lo que es el amor.»
Capítulo 1 6
Kendall marcó el número de teléfono de mala gana. ¿Qué podía decirle a Harley? ¿Que le había venido el período? ¿Que después de tres días de retraso, finalmente sintió retortijones y empezó a manchar?
¿Podía soportar otro mes acostándose con Weston sólo para atrapar a su hermano menor en un matrimonio que Harley no deseaba? Una lágrima le recorrió el rostro y se preguntó por qué se había enamorado de Harley. ¿Por qué, cuando podía haber salido con cualquiera que quisiera, se había fijado en Harley? No podía explicarse por qué se había enamorado de él, pero así era. Además, la idea de que Claire Holland, una marimacho que no tenía buena figura, se lo hubiese arrebatado, significaba un segundo golpe en su ego herido.
Sus padres no la ayudaban. Las constantes preguntas de su madre
– ¿Qué ha pasado entre tú y el chico tan mono de los Taggert? ¿Por qué no sales con nadie más? El hijo de Anna Prescott me ha estado preguntado por ti, es tremendamente atractivo y su familia tiene dinero y…- nunca se acababan.
– Residencia Taggert -dijo una voz fría.
– Me gustaría hablar con Harley -dijo ella.
– El señor Taggert está fuera en este momento.
Kendall miró la hora. Eran las cinco pasadas, y sabía que Harley nunca llegaba tarde a casa.
– ¿A qué hora llegará?
– Más tarde. ¿Le digo que te llame?
– No… Ya llamaré luego -contestó.
Colgó mientras las lágrimas empañaron sus ojos. Harley estaba con Claire, podía presentirlo. Un imbécil infiel, eso es lo que era.
Se tumbó en la cama de la casa de la playa y miró al techo. Quizás estaba llevando todo aquello de manera equivocada. No pensaba cambiar de opinión en lo de quedarse embarazada, pero ¿y si hiciera algo más drástico?, como presentarse en el hospital diciendo que había perdido el bebé…, aunque probablemente existían pruebas para ese tipo de cosas. Alguien en el hospital podría descubrirlo… ¿Qué podía hacer?
La idea de volver a hacerlo con Weston le revolvió el estómago. Se odiaba a sí misma cada vez que Weston iba a su casa. La piel se le ponía de gallina al notar su tacto. Weston la tocaba y la besaba. Intentaba darle la vuelta, pero ella se resistía. A veces ni siquiera se quitaba la ropa, sólo le bajaba las bragas, se abría la cremallera y bombeaba un poco de esperma Taggert dentro de ella. Cuando acababa, siempre se encendía un cigarrillo y sonreía hacia ella, aún tumbada en la cama, entre las arrugadas sábanas. Le ofrecía una calada y le hacía sentir más sucia de lo que jamás se había sentido. Pero merecería la pena. ¡Ojalá se quedara embarazada! Bueno, simplemente tenía que intentarlo más. Hacer que Weston se acostara con ella más de una vez al día.