Выбрать главу

Le entraron náuseas, pero se dijo que su estómago podría soportar seguir haciendo el amor con él durante algunos días más. Lo suficiente hasta que dejara de tener el período. Sólo tenía que fingir que era Harley, y dado que iba a hacer el amor con Harley, se daría baños con sales, se pondría ropa interior de encajes y encendería velas en la habitación. Cuando Weston llegara, la besaría y la tocaría, le quitaría con delicadeza la ropa y ella le seduciría como había hecho con su hermano pequeño.

Un romance era lo que necesitaba, no sólo sexo.

Pero necesitaba un plan alternativo. Cabía la posibilidad de que no se quedase embarazada. Así pues, tenía que pensar en otra manera de que Harley viera la luz, para que se diera cuenta de que ella era la mujer de su vida, y no aquella zorra de Claire.

Iba a necesitar ayudar para hacer que Claire pareciera mala, si no el plan podría estropearse. Tenía que depender de alguien que hiciese el trabajo sucio. Alguien tan dedicado a aquella causa como ella. Alguien que hiciera lo que le pidiera sin cuestionarla. Alguien como la hermana idiota de Harley. Paige haría todo lo que Kendall quisiera.

El día del funeral amaneció con un calor pegajoso. Había nubes de tormenta en el horizonte, pero no corría ni pizca de aire. Arrojaron las cenizas de Jack desde la misma cumbre por la que cayó. El polvo se esparció por entre las rocas situadas en lo más profundo del acantilado.

Claire se sintió fatal. Estaba de pie junto a sus hermanas y su madre. Dutch estaba fuera de la ciudad por negocios, pero había hecho llegar a la familia sus condolencias, una enorme corona de lirios y un cheque a nombre de la familia de Ruby, para que lo gastaran donde quisieran. Como si el dinero les ayudase.

Claire apenas había conocido a Jack, pero Ruby llevaba años trabajando para su familia, y Claire se había hecho amiga de Crystal. Esta última estaba sentaba, sin llorar, con la vista perdida en el mar. Tenía la cara pálida sobre aquel cuerpo color cobre. Iba sin maquillar y parecía más joven y vulnerable. Con sus manos pequeñas arrugaba un pañuelo de color rojo, el que llevaba Jack, supuso Claire.

Tessa miró hacia arriba mientras hablaba un hombre que antes había sido jefe de una tribu indígena. No tenía aspecto de nativo americano. Tenía el pelo grisáceo, casi rapado y piel curtida. Pero al parecer tenía algún tipo de autoridad y hablaba sobre la posición de las tribus y la de Jack y los demás jóvenes en la actualidad. Claire no escuchaba nada más excepto el rugido del mar y el trino de las gaviotas volando y planeando sobre sus cabezas.

Era difícil hacerse a la idea de que Jack hubiese muerto. Alguien tan joven y vital de pronto se había ido.

Claire oyó el ruido de una motocicleta y el pulso se le aceleró. Vio por el rabillo del ojo a Kane aparcando su moto junto a un pino encorvado. Kane permaneció en pie, lejos de la multitud, con las manos en el fondo de los bolsillos de su cazadora de piel y los ojos ocultos tras unas gafas de sol. Tenía la mandíbula tensa y marcada, los labios formando una línea delgada y bien definida, y la vista fija en el horizonte. ¿Cuántos días haría que se había ido de Chinook?

«Me gustaría hacer cualquier cosa y todo lo que pudiera contigo. Me gustaría besarte y tocarte y dormir contigo en mis brazos hasta mañana. Me gustaría recorrer con la lengua tu cuerpo desnudo hasta que te estremecieras de placer, y, más que nada en este mundo, me gustaría hundirme en ti y hacerte el amor durante el resto de mi vida.»

Claire se mordió el labio e intentó no pensar en Kane y en la última ver que se habían visto, la noche en que encontraron el cuerpo de Jack Songbird.

«Créeme, yo nunca, nunca te trataría como te trata el cabrón de Taggert.»

Tessa, de pie junto a Claire, se inclinó hacia su hermana.

– ¿Dónde están los Taggert? -susurró.

– No lo sé -contestó Claire, sorprendida por no haber echado en falta a Harley.

– ¿No crees que deberían estar aquí? Jack trabajaba en la fábrica. -Los ojos azules de Tessa examinaban a la pequeña multitud reunida en aquel risco.

– Weston le despidió aquel día.

– Lo sé, lo sé -musitó Tessa, frunciendo el ceño y deseando estar en cualquier otro lugar.

Su madre le dedicó una mirada de advertencia, colocando el dedo sobre los labios en señal de silencio. Tessa le devolvió la mirada, pero su madre se volvió, como si tuviera algún interés en aquel rito morboso. Los funerales eran deprimentes. Además, Tessa quería ver a Weston. Pensaba que estaría allí y se desilusionó al enterarse de que no había aparecido ninguno de los miembros del clan de los Taggert.

– ¿Cuándo va a acabar esto? -susurró a Miranda, quien en los últimos días parecía más preocupada de lo normal.

Miranda no contestó. Tessa continuó deseando estar en otro lugar. ¿Dónde estaba Weston? Últimamente sentía un malestar que le era conocido. Ojalá Weston no le importase. Verle a escondidas había sido divertido. Arriesgado. No había echado ni una lágrima por perder su virginidad con él, pero tampoco esperaba enamorarse. Weston era demasiado mayor, demasiado sofisticado, demasiado engreído, y Tessa le importaba un carajo. Esto último era lo que más la exasperaba.

Al fin, el jefe de tribu o lo que fuera terminó de hablar y el grupo entonó un dulce cántico. Tessa no podía creerlo. Jack Songbird podía ser nativo americano de pura sangre, pero dudaba que creyese lo más mínimo en el concepto de tribu y cualesquiera que fueran las costumbres indígenas. Se comportaban como si Jack llevara collares y plumas en la cabeza y cabalgara un caballo moteado.

Tras sonar aquellas palabras en un idioma extranjero, todo el mundo se dispersó, la primera Tessa. Se apresuró por el sendero hacia un camino donde todos los coches estaban aparcados. Camiones, jeeps, unos cuantos turismos y un par de furgonetas, todos cerca del Mercedes plateado de Dominique. Tessa subió al lujoso interior mientras el resto de la familia mantenía una pequeña charla con Ruby y Crystal.

A Tessa no le interesaba parecer agradable. ¿Qué podía decirles? Por supuesto que sentía la muerte de Jack. Su muerte tenía que haber sido terrible. Le entraron escalofríos cuando imaginó aquella caída horrible desde el precipicio. Pero no había nada que pudiese hacer. Nada de lo que les dijera cambiaría las cosas. Y sobre todo, no sabía qué decirle a Crystal. Se hundió en el asiento para que la hermana de Jack no la viese. Dentro del coche hacía un bochorno increíble. Apenas se podía respirar. Tessa empezó a sudar mientras miraba de reojo a Crystal. La hermana de Jack la miraba con tal intensidad que daba miedo, fulminándola con la mirada. Por Dios, Crystal daba escalofríos. Nerviosa, Tessa cogió el paquete de cigarrillos que llevaba escondido en el bolso. No, no podía hacerlo. Su madre no sabía que fumaba.

¿Por qué no se iban ya? Desde que Tessa había empezado a verse con Taggert, había sentido la oscura y fulminante mirada de Crystal atravesarle el corazón. Sabía que la india la despreciaba, pero Crystal no tenía ningún derecho sobre Weston.

El problema es que nadie lo tenía.

Las puertas del Mercedes se volvieron a abrir. Dominique se puso tras el volante, al lado de Tessa. Miranda y Claire se colocaron en los asientos traseros.

– Sé que es una terrible pérdida para Ruby -dijo Dominique mientras se secaba los ojos con un pañuelo arrugado. Cogió las llaves del bolso-. Perder a un hijo… En fin, no hay nada peor.

Varios motores se pusieron en marcha mientras Dominique giraba la llave.

– Incluso aunque hayas sufrido una gran pérdida, no es el momento para plantearse cambios de los que uno se pueda arrepentir. -Dirigió el Mercedes hacia el estrecho camino de gravilla.

– ¿Qué tipo de cambios? -preguntó Claire, y Tessa hizo un gesto con los ojos ¿Qué más daba?

– Ruby nos deja -dijo Miranda.