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Weston se volvió bruscamente. Los músculos se le encogieron.

– Jack estaba asegurado en la empresa. Creo que el seguro es vigente, aunque Jack fuese despedido el mismo día de su muerte.

– Lo sé, lo sé, dudo que la compañía de seguros se niegue, les pagamos mucho dinero. Aun así, no es suficiente. Quiero que Aserraderos Taggert haga algo más para la familia, ya sabes, algo que nos dé prestigio.

– No es como si se hubiese matado en un accidente de trabajo -replicó Weston, molesto por el hecho de que su padre se rebajase a tal paripé-. Jack Songbird no era un empleado ejemplar. Echa un vistazo a su ficha personal. Todos los supervisores que tuvo le tacharon de mal trabajador. Llegaba siempre tarde, nunca se ponía el equipo de seguridad, se tomaba largos descansos, flirteaba con las secretarias, incluso llegó a romper la máquina de refrescos, creo. De cualquier cosa mal hecha, Songbird era el culpable.

– No importa.

– Pero…

– Mira, sé que despediste a ese estúpido hijo de puta, pero por el amor de Dios, Weston, piensa por un momento en la buena prensa que conseguiríamos. La empresa donará diez mil dólares, con lo que empezaremos un fondo de fideicomiso con su familia y con la tribu, ¿no era chinook?

– Clatskanie o algo así -murmuró Weston, fastidiado. ¿A quién demonios le importaba Jack Songbird? El tío era un rufián, un ladrón de poca monta y un vándalo. El mundo, en especial Chinook, en Oregón, estaba mejor sin él. Weston juntó las manos, apretándose los nudillos-. Si tanto te importan las apariencias, deberías haber ido a su funeral.

– No, tú deberías haber ido. Yo estaba en la convención de Baton Rouge.

– Con Dutch Holland.

Neal hizo una mueca.

– Sí, ese viejo pesado estaba allí, intentando robarme mis cuentas. Me pone enfermo pensar que una de sus hijas tenga las garras puestas en mi hijo. -Suspiró en voz alta. Miró directamente a los ojos de su hijo mayor-. Harley siempre ha sido un problema.

– Papá…

– Calla, Weston. No te estoy diciendo nada que no sepas. Esperaba que creciera y se volviera más fuerte. Pero supongo que eso no va a suceder. -La decepción empañó sus ojos-. Ya lo sabes. Tú eras muy difícil de igualar. Intento recordándomelo día a día. Supongo que tendría que haber tenido más hijos.

– ¿Con mamá?

Neal estrechó ligeramente los ojos.

– Pues claro que con tu madre. ¿Con quién si no?

– Dímelo tú.

– Aún crees en ese rumor que dice que tengo un montón de hijos bastardos por ahí esparcidos, ¿no?

– Sólo uno.

– Olvídalo, Weston. Tú eres mi preferido. Eres mi primogénito. Eso es especial, y lo sabes. -Golpeó con los nudillos el escritorio de Weston y a continuación se dirigió hacia la puerta. De repente, tenía el aspecto de un anciano-. No te olvides de darle a Harley mi mensaje. Tal vez si viene de ti se lo creerá.

– Y tal vez no.

– Entonces es que no es tan listo como creía. -Neal dudó un segundo-. ¿Sabes?, cuando tienes un hijo, un recién nacido, la esperanza y el orgullo te llenan. Sabes que se va a convertir en el mejor hombre que jamás haya habido en la tierra. Más tarde, a medida que pasan los años y ves que la decepción y la preocupación se acumula, simplemente esperas a que se las apañe. Con Harley… -Se encogió de hombros-. No sé, sencillamente no sé.

Neal salió de la oficina, cerrando la puerta, y Weston, sonriendo para sus adentros, se recostó en la silla hasta que los viejos muelles chirriaron. Había estado haciéndolo todo al revés, y se maldijo por haber sido tan tonto. Había estado intentando ayudar a Harley cuando era su mayor rival.

Lo cierto era que Weston iba a heredar la mayor parte del patrimonio de su padre, pero en el testamento existían disposiciones que hacían referencia a Mikki, Harley, Paige y cualquier otro niño que Neal hubiese engendrado, fuese legítimo o no.

Si Harley se casaba con Claire, renunciaría a su trozo de fortuna, la mayor parte de la cual iría a parar a Weston. Neal había dejado bastante claro que sus hijos iban a heredar el negocio y a hacerse cargo de él. Si Harley, muy oportunamente, renunciase, entonces Weston se quedaría a cargo de todo: los terrenos, el aserradero, las operaciones de explotación forestal.

Sonrió de oreja a oreja, entusiasmado. ¿Por qué demonios estaba intentando dejar embarazada a Kendall si aquello favorecía a su hermano? Lo mejor era que Harley se casase con Claire. Cuando su viejo la palmara, se lo dejaría todo a Weston, excepto la casa y una mísera pensión mensual para su madre y Paige. Sintió vergüenza ajena al pensar en su hermana pequeña. La fea Paige. La rara Paige. Paige, lo bastante extraña para terminar en alguna institución mental cuyas paredes estuviesen pintadas con colores pastel. Todo lo que Weston tenía que hacer era encontrar algún psicólogo atrevido que necesitara algún dinero extra. Así, Paige pasaría el resto de sus días paseando por caminos con árboles imponentes y estanques relajantes con lirios flotantes. Estaría encerrada de por vida tras puertas de acero.

Por supuesto, antes tenía que morir su padre, pero era sólo una cuestión de tiempo. Neal Taggert podía sufrir un ataque al corazón de un momento a otro. El médico se lo había advertido una y otra vez. Todo lo que Weston debía hacer era ser paciente. Y dejar de verse con Kendall. Esto último no sería difícil.

Evitar a las Holland no le resultaría tan fácil. No le importaba demasiado que Tessa le hubiese rechazado y que no le devolviese las llamadas. Pero cuanto más veía a Miranda más la deseaba, algo que era sencillamente estúpido. Ella sólo significaba problemas, una mujer a la que había que evitar a toda costa. Además, Miranda nunca había escondido el hecho de que detestaba a Weston. Incluso Tessa había reconocido que Miranda se había enfadado al averiguar que su hermana pequeña estaba viéndose con él.

¿Y a ella qué le importaba? ¿Se había opuesto a que Tessa saliese con él, o es que estaba, de manera inconsciente, celosa? La sangre se le calentó ligeramente. Tal vez Miranda poseía una parte alocada que no podía controlar, un ansia por lo prohibido. Dios, cada vez que recordaba sus caderas enterradas en la arena aquella noche… Cerró los puños con tal fuerza que los nudillos se le quedaron blancos.

¿Pero por qué Riley? No era nadie, era un holgazán, el hijastro de un maldito portero. Por alguna razón a Miranda le gustaba juntarse con gente de clase baja, no le daba miedo dar un paseo por el lado salvaje.

Por otro lado estaba Tessa. Aún tenía que pensar la manera de encargarse de ella. Si Tessa hablase más de la cuenta, cumpliendo así sus amenazas, la vida de Weston, tal y como la conocía, podría terminarse.

Si fuese listo, se olvidaría de las Holland y volvería a la universidad antes de cometer más errores. Su violencia iba en aumento. Notó cómo le brotaba la adrenalina. Presintió una nueva situación, y supo que estaba caminando por terreno peligroso. Debía parar. Ya. Pero no soportaba la idea de renunciar a Miranda. Sólo una noche, es todo lo que quería, una noche para demostrarle lo que era sexo hedonístico, animal y apasionado. El tipo de sexo que dejaba la cabeza atontada durante horas y las sábanas arrugadas durante días.

Nervioso, jugueteaba con el bolígrafo, mientras el aire acondicionado se apagaba con un silbido final. Weston consideraba a Riley, le conociese o no, su rival, un hombre que debía andarse con cuidado. Estaba prácticamente seguro de que los motivos de Riley no eran del todo honestos. Aquel tipo tenía un pasado misterioso, ni siquiera era el hijo natural del portero. ¿Quién sería el padre real de aquel bastardo?, se preguntaba Weston, mientras daba vueltas en la silla y miraba a la nada. Una idea le sobrevino al corazón, dejándole tan helado como la misma muerte. Se preguntó si Hunter podría ser el hijo bastardo perdido de Neal. Pero era de locos, ¿no? Aquella paranoia constante se deslizaba por su sangre.