– A la ciudad. Tengo casa en el SoHo. En realidad, tenía que tener una reunión durante este vuelo, pero se canceló en el último minuto. Y usted debió de quedarse con su asiento -comentó con una sonrisa-. Una feliz coincidencia, ¿no le parece?
Y aquello era un cumplido. Dios, era un cumplido, ¿verdad? ¿O acaso sería más bien que, simplemente, estaba sacando un significado que aquellas palabras no contenían? Así era exactamente como comenzaban siempre sus fantasías, aunque no solía estar bebida y siempre tenía el aspecto de una mujer que acababa de salir de las páginas de una revista de moda. Sin embargo, se parecía bastante.
– ¿Se siente mejor?
– Un poco -respondió Lily.
Extendió la mano para dejar su vaso sobre la bandeja, pero, tal era su estado de excitación, que lo colocó mal sobre la mesa y el vaso se le escapó de las manos. Se cayó por el lado de la bandeja y fue a caer sobre la pierna de Aidan. Todo su contenido se desparramó sobre sus pantalones.
Completamente avergonzada, Lily agarró una servilleta y comenzó a frotar la zona que había quedado humedecida por la copa. Entonces, se dio cuenta de dónde había estado frotando. Lo miró a los ojos y sorprendió una sonrisa de asombro en sus labios.
– Lo siento -murmuró.
– Parece que su vaso tiene vida propia -dijo Aidan. Tomó el vaso de entre las piernas y lo colocó sobre la mesa.
Lily no quería tomar nada más de beber ni seguir haciendo el ridículo delante de él. De repente, sintió la necesidad de echarse un poco de agua fría en el rostro para conseguir despejarse.
Se inclinó y tomó su bolso. Se puso de pie, pero, al hacerlo, el bolso se enganchó en el borde de la bandeja de Aidan. La botella de cerveza que él estaba tomando se tambaleó y fue a verter su contenido también sobre el regazo del actor.
– Lo siento -murmuró ella, una vez más, mientras salía cómo podía al pasillo.
Cuando por fin llegó a la seguridad del cuarto de baño, entró en su interior y cerró la puerta. Entonces, se sentó sobre el váter y metió la mano en el bolso para sacar uno de sus libros sobre fobias. Sin embargo, el que sacó fue una copia de Cómo seducir a un hombre en diez minutos.
El libro había llegado a las librerías la semana anterior con muy poca publicidad. Lily había tenido cierta esperanza de que se convirtiera en un éxito, más que nada por lo mucho que había trabajado para escribir aquellas páginas. A pesar de todo, era consciente de que muy pocas mujeres necesitarían un libro como aquél. La mayoría de los hombres no necesitaban que los sedujeran. Normalmente, se mostraban bastante dispuestos para una relación sexual cuando, donde y con quien fuera.
– Yo necesito este libro -murmuró Lily. Lo abrió y leyó por encima el primer capítulo.
Paso número uno: elegir el objetivo. No se puede seducir a todos los hombres. Un hombre completamente seguro y feliz en su relación con la mujer de su vida podría aceptar de buena gana el hecho de flirtear con una mujer desconocida, pero no sentirá la tentación de ir más allá, aunque te quites toda la ropa y te ofrezcas a él.
Lily parpadeó. Entonces se miró en el espejo. Por lo que ella sabía, Aidan podría estar saliendo con una mujer o estar comprometido en secreto. Aunque parecía estar interesado, era bien conocido por todo el mundo que los hombres de Hollywood eran infieles por sistema. Hojeó el libro y encontró la sección referida al flirteo. La leyó en silencio.
El flirteo es un acto de cuidadoso equilibrio. Mostrar demasiado interés puede provocar que el hombre en cuestión salga huyendo. Mostrar demasiado poco supondrá no pasar nunca de los preliminares. Establece contacto visual y mantenlo unos segundos más de lo que se considera apropiado antes de apartar la mirada. Inclínate mientras hablas y, si puedes, tócalo como sin querer. Una inteligente combinación de seguridad y misterio es capaz de tentar a cualquier hombre.
Lily no se lo podía creer. Sí. Ella había escrito aquellas palabras, pero las había inspirado una cuidadosa investigación, no sus propias experiencias en la vida real. Dejó el libro sobre el borde del lavabo y se puso de pie. Se miró en el espejo una vez más. Decidió que tendría que quitarse las gafas. Se las metió en el bolso y, a continuación, se quitó la goma elástica de la cola de caballo con la que se había recogido el cabello. Con dedos temblorosos, se desabrochó dos botones de su blusa, dejando al descubierto un poco más de piel y el inicio de un sugerente escote.
– Mucho mejor -murmuró. Sin embargo, no era Lily Hart la que la contemplaba desde el espejo. Si pudiera convertirse en otra persona, en una mujer completamente distinta, tan sólo durante las seis horas siguientes. ¿Tan difícil podría resultar representar un papel? En Los Ángeles, todo el mundo fingía constantemente, tratando de hacerse pasar por algo que no se era para conseguir lo que deseaban.
¿No iba ella a ser capaz de dejar a un lado sus propias inhibiciones para ver si escondía una seductora en su interior? Como mujer soltera que vivía en Los Ángeles, tendría que espabilarse un poco si quería conseguir a un hombre como Aidan. ¿Por qué no aprovechar la situación para ver adónde la conducía ésta?
En un momento de su vida, toda mujer tenía una fantasía. ¿Cuántas veces se había preguntado cómo sería cambiarse por una supermodelo o una bella actriz, ser el objeto de deseo de todos los hombres? No tenía nada que perder. No volvería a ver a Aidan Pierce después de aquel vuelo.
– Señoras y caballeros, el capitán ha encendido la señal para que se abrochen los cinturones. Les rogamos que se aseguren de que todas sus pertenencias están bien colocadas en los compartimientos superiores o debajo del asiento. Nuestro personal de cabina pasará a recoger sus bebidas.
«Ahora o nunca», pensó Lily. Por una vez en su vida, debía dejarse llevar o aferrarse a lo que quería, aunque eso significara hacer algo salvaje y alocado. Aunque sus actos fueran impropios de ella.
Hojeó rápidamente el libro y leyó la lista de consejos que tan cuidadosamente había investigado. El aroma es importante. Metió la mano en el bolso y buscó su frasco de perfume. Destaca tus mejores rasgos. Se miró en el espejo. Siempre había creído que tenía una boca muy sensual. Tenía unos labios gruesos, de forma perfecta. Eran la clase de labios por los que las actrices de Hollywood pagaban mucho dinero. Sacó el lápiz de labios cuando guardó el perfume. Muéstrate segura sin resultar arrogante. Eso iba a ser más difícil. Resultaba fácil cambiar el aspecto exterior, pero llevaba ya mucho tiempo viviendo con sus dudas e inseguridades.
– Señoras y caballeros, les habla el capitán. Calculo que estaremos en el aire dentro de cinco minutos. El tiempo es bueno y tardaremos aproximadamente unas cinco horas y media en llegar al aeropuerto JFK. Relájense y disfruten del vuelo. Llegaremos a nuestro destino casi sin que se den cuenta.
Cinco horas y media para vivir una fantasía, una aventura que podría cambiar por completo el resto de su vida. En aquella ocasión, no tendría nada de lo que arrepentirse. Aquella vez, iría a la búsqueda de su fantasía y la haría real. Tal vez haciéndolo se transformara por fin en una mujer nueva.
Aidan miró el reloj. Entonces, se giró para mirar pasillo abajo hacia el lugar en el que estaba el cuarto de baño. Lily había desaparecido en él hacía casi diez minutos. Pensó en advertir a la azafata para que fuera a ver si se encontraba bien. Parecía tan asustada ante la perspectiva de volar, que Aidan temía que se hubiera puesto a vomitar o que incluso se hubiera desmayado en el cuarto de baño.
Cuando subió al avión, lo había hecho con la perspectiva de disfrutar de un vuelo tranquilo y sin contratiempo alguno. Como su reunión en el vuelo había sido cancelada, había creído que podría relajarse y dormir un poco. Llevaba casi un año sin parar trabajando en su última película.
Se miró los pantalones. Estaban empapados de la mezcla de su bebida con la de Lily. La azafata le había entregado un montón de servilletas para que se secara, pero Aidan se había resignado a estar incómodo durante el resto del vuelo.