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– Concreta. Bien. Estoy habiéndote de nuestras fantasías. Tú conoces la diferencia entre fantasía y realidad, ¿no? Fantasía es cuando despiertas a las cuatro de la mañana en Navidad y te sientes tan nerviosa y emocionada que no puedes volver a dormirte. Pero cuando bajas al salón y miras debajo del árbol… socia, ésa es la realidad.

»Nos enseñan a creer en Santa Claus, ¿no? Y en el Conejo de Pascua. Prodigiosas criaturas ambas. Luego, un día nos dicen: «Bueno, en realidad no hay ni Santa Claus ni Conejo de Pascua, son mamá y papá.» Así que nos sentimos un poco engañados, pero lo aceptamos porque, después de todo, tenemos los regalos, vengan de donde vengan, y el Hada Dentona nunca nos mereció mucha confianza en realidad. De acuerdo. Así, te dejan vestirte de vaquera, y cuando dices: «Cuando sea mayor seré vaquera», se ríen y comentan: «Oh, qué graciosa». Luego, un día te dicen: «Mira, cariño, las vaqueras son sólo un juego. No puedes ser realmente vaquera», y ahí es cuando yo grito: «¡Un momento! ¡Alto! Lo de Santa Claus y lo del Conejo de Pascua, lo entiendo; eran mentiras agradables y no os lo reprocho. Pero queréis joderme ahora mi identidad personal, mis planes para el futuro. ¿Qué queréis decir con eso de que no puedo ser vaquera?» Cuando me contestaron, empecé a entender que había muchísima más diferencia entre mi hermano y yo de la que podía ver en la bañera.

»Me comprendes, ¿no? Un niño puede jugar a que es bombero o policía (aunque gracias a Dios cada vez son menos los que quieren ser policías) o buceador o delantero centro o astronauta o cantante de rock and roll o vaquero, o cualquier otra cosa atractiva y emocionante [Nota del autor: ¿y novelista, Jellybean?] y aunque lo más probable es que cuando estudie el bachiller quede canalizado en ambiciones más sosas y seguras, la gran verdad es que, puede ser cualquiera de esas cosas, hacer realidad su fantasía, si tiene el vigor, el temple y el deseo sincero de lograrlo. Sí, es cierto; cualquier niño en cualquier parte puede llegar a ser vaquero incluso hoy si lo desea lo suficiente. Una de las máximas figuras del rodeo en este momento nació y se crió en el Bronx, en plena ciudad de Nueva York. A los niños pueden disuadirles de empresas aventureras padres y profesores, pero se les permiten sus sueños, sin embargo, y existen posibilidades de que logren realizar las esperanzas de su niñez. Pero, ¿y las niñas? Socia, tú conoces esa historia tan bien como yo. Les dan muñecas, juegos de té y cocinas de juguete. Y si muestran deseos de juguetes más emocionantes les llaman marimachos, se ríen de ellas unos años y luego les sueltan la mala noticia. Si aparece una chica que insiste en fantasear un futuro más emocionante para sí misma que el de ama de casa, oficinista o madre, lo mejor es llevarla a un psicólogo infantil. Obligarla a enfrentar la realidad. La realidad es que tenemos tantas posibilidades de llegar a ser vaqueras como los esquimales de ser vegetarianos. Te lo aseguro.

El pulgar derecho de Sissy, que dudaba moverse por miedo a estropear el parlamento de Jelly, se había echado a dormir… y cuando un pulgar de Sissy duerme ¡RONCA! Lo masajeó vigorosamente.

– ¿Y qué me dices de las películas y de los rodeos? -preguntó.

– ¡Ja! -dijo Jelly con teatral desdén-. Las películas. No ha habido una vaquera en Hollywood desde los tiempos de los westerns musicales. La última vaquera del cine desapareció cuando Roy y Gene se hicieron gordos y cincuentones. Y jamás han hecho una película sobre vaqueras. Delores del Ruby, le tiene mucha rabia a Dale Evans. Dice que no fue más que un accesorio del tipo bueno del sombrero blanco, un ser débil al que había que proteger, un objeto sexual que jamás se utilizaba. No sé. Creo que la vieja Dale parecía estar muy bien allí en la pantalla, pero cabalgaba silla de segunda, no hay duda. Pero en fin, galopar intentando escapar de los ladrones era mejor que nada. Hoy no tenernos nada.

Cuando Sissy logró que su pulgar recuperara la circulación, adquirió este un brillo rosado, como el del querubín renacentista que se salió un poco del halo de la Madona. Jelly, aunque asombrada, siguió hablando.

– Déjame que te hable de los rodeos -dijo-. En el Salón de la Fama del Rodeo de la ciudad de Oklahoma sólo hay dos vaqueras. Dos. La Asociación de Vaqueros de Rodeo tiene más de tres mil miembros. ¿Cuántos crees que son mujeres? Podrías contarlas con los dedos de la mano, pulgares excluidos. Y todas son de rodeo cómico. El rodeo cómico es lo que han hecho casi siempre las chicas. Nuestra sociedad disfruta sin duda viendo a sus mujeres anticonvencionales haciendo eso. Como las prostitutas.

»Durante nueve años, de 1924 a 1933, se permitió a las mujeres participar al mismo nivel que los hombres, pagando los derechos de admisión, desbravando potros, derribando toros, enlazando terneros, haciendo todo lo que hacían los hombres. Y lo hacían estupendamente, además. Tad Lucas, la mejor vaquera que ha existido, ganó un año diez mil dólares en premios, y eran tiempos en que seis o siete mil dólares por temporada era una cifra excelente para un vaquero de rodeo. Pero la Asociación de Vaqueros echó a las mujeres en el 33. Diciendo que era demasiado peligroso. Claro, era peligroso. Tad Lucas se había roto casi todos los huesos del cuerpo. Los toros Brahama estuvieron a punto de hacerla picadillo. Pero a los hombres les pasaba lo mismo. La mayoría de ellos estaban alambrados como jaulas. Pero la cosa no era brutal en el caso de los hombres, ¿Por qué se permite a los hombres correr riesgos y herirse y no a las mujeres? Lo ignoro. Pero sé muy bien que declararon ilegales a las vaqueras, salvo en el rodeo cómico y como reinas en los desfiles. Hace cuarenta años que no se permite competir a una mujer en un rodeo por el dinero del premio. Oye, socia, qué curioso cómo brilla tu pulgar cuando lo frotas. ¿Cómo lo consigues?

El dedo en cuestión estaba ya completamente despierto. Se ha dicho que conciencia de luz es luz, lo que explicaría las roscas luminosas que giraban alrededor de las cabezas de budas y cristos, pero ¿puede la carne del pulgar tener conciencia, tener energía, tener espíritu?

– Yo creo que es la sangre -dijo Sissy-. Tienen grandes venas, cerca de la superficie.

Sin embargo, energizado como estaba, ella habría preferido agitarlo en el aire al borde de una carretera en que fluyese el tráfico. Sissy metió el pulgar bajo la ropa. Jelly lo vio alejarse con ojos que sugerían que le habría seguido muy gustosa.

– Al parecer -aventuró Sissy-, no hay chicas que quieran ser vaqueras.

– Eso no es cierto en absoluto -dijo Jelly lenta y firmemente-. No, no lo es. El sistema no admite que las haya; en eso tienes razón. Pero sí las hay… ese deseo está en los corazones de muchas jovencítas.

»Las vaqueras existen como imagen. Una imagen bastante corriente. La idea de las vaqueras existe en nuestra cultura. En consecuencia, creo yo que debe existir el hecho. De otro modo, sigue fastidiándonos. Quiero decir, ¿no es así como enreda la religión el pensamiento de los seres humanos: herniosos conceptos sin hecho material que los respalde? Cuando era niña y me dijeron que lo que me habían permitido amar tanto era imposible lograrlo, bueno, ¡me volví loca! Y llevo loca desde entonces. Así que decidí obrar en consecuencia: satisfacer mis propias necesidades internas y mostrar a la sociedad que no podría hacerme amar impunemente algo que no existía.

Incapaz de contenerse, Jelly posó una mano en el montículo ovoidal que el pulgar de Sissy alzaba bajo el cobertor. Estaba caliente.

– ¿Y qué me dices de ti, Sissy? ¿Querías ser vaquera de pequeña?

– No puedo decirte exactamente. Pero has de tener en cuenta que mi caso era muy especial.

¿Qué pensaría Bonanza Jellybean si Sissy le revelase que ella había deseado ser india de mayor? Coger ug montón cabelleras junto ug aguas azul cielo.