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Con los ojos cerrados, o sólo quizá vidriosos, imaginabas su prieto y joven como quieras llamarle en tu mente. Pelo a goteante pelo, se abría ante ti. Tu propio clítoris estaba tan rojo e hinchado como un puro de chicle. ¡Oh, aquellas cosas estaban hechas para amarlas!

De pronto, gemiste. Brotaban de ti ruidosos jadeos. Gritabas «Jelly Jelly» cuando sólo pretendías murmurar «mmmmmmm». Daba igual. Jellybean no podía oírte. Estaba chillando. Histérica, por la ardiente y abrasadora suavidad del amor femenino. Era hermoso. Era el éxtasis.

Terrible, cómo se corre esta potranca, pensaste, ya desaparecidos tus propios espasmos. En el mismo instante, Jelly se preguntaba cómo una casa de apartamentos urbana podía contener tus gritos sexuales. Pues Jelly, también, estaba en reposo. Sólo gradualmente comprendisteis ambas que un tercer ingrediente auditivo se había mezclado con los gruñidos de Jelly y los chillidos de Sissy: un sonido más salvaje, más ruidoso, aunque evidentemente fuera obra del mismo compositor.

Pegajosos dedos salieron de melones. Empapadas por dentro y por fuera, os incorporasteis las dos. Y llegó de nuevo aquel ruido, pero más fuerte, más extraño. Si vuestros cabellos, cortos y largos, no hubiesen estado tan húmedos, se hubiesen erizado. Era un poderoso trompeteo. Un llanto como el que pudo haber hecho el Mundo el día en que nació.

Y fue entonces cuando vosotras, señoras mías, cuerpos rosas estampados con perfiles de aplastadas hojas y de tallos, mirasteis y visteis un escuadrón de blancos y sedosos aviones rodear el Lago Siwash, un bando de aves tan grandes y gigantescas y elegantes, que vuestros corazones exprimieron pasta de dientes de eternidad.

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DESCRIBE A LA grulla chilladora (Grus americana) en veinticinco palabras, o menos.

La grulla chilladora es un ave blanca muy grande y majestuosa, de grandes patas negras, cuello sinuoso y una voz impresionantemente trompetesca.

Vale. Un cinco.

¿Sólo un cinco? ¿Puedo intentarlo otra vez?

Adelante.

La grulla chilladora, la más espectacular de nuestras aves zancudas nativas, mide sobre metro y medio de altura y casi dos y medio de ala a ala.

Igual, lo siento. Otro cinco.

¿Puedo probar otra vez?

Adelante.

Imaginad a Wilt Chamberlain con Yarmulke rojo y niveas plumas…

Alto. Supones que el lector sabe quien es Wilt Chamberlain. Muchas personas no siguen el baloncesto y no entenderían que Wilt significa tamaño y fuerza y arrogancia hechos aceptables por la agilidad y la gracia.

Renuncio. La grulla chilladora penetra en el espíritu de uno en el instante en que penetra en los sentidos. Es un perfecto y radiante monstruo del cielo y no soy capaz de describirlo.

Eso está mejor. Un ocho.

51

– LOS INDIOS paiutte llamaban a la grulla kodudud-dududu -dijo Sissy-. ¿Un nombre divertido, verdad?

Jellybean estaba encantada.

– Dilo otra vez -instó.

– Kodudududududu. Seis dus. Kodudududududu.

Las dos rieron.

– Sabes mucho sobre los indios, eh -dijo Jelly. Sacudió hojas muertas de cerezo de las bragas antes de ponérselas.

– Un poco -dijo Sissy. Era más lenta con la ropa interior debido a sus pulgares.

– Y también sobre las aves. No entiendo como te dejan acercarte tanto a ellas. Estas grullas son muy asustadizas. Sobre todo cuando emigran.

– Puede que nunca hayan visto hasta ahora un ser humano desnudo. Somos diferentes cuando estamos desnudos. Pero sí, supongo que tengo algo especial con las aves. Ya te hablé de Boy, el lindo periquito que consiguió parar un camión Diesel.

Sissy contempló las tetas como boliicos de Jelly que desaparecían en una brillante camisa de estampado cactus crepúsculo. Su mirada azul se hizo solemne.

– Entiendo un poco de indios y de aves -continuó Sissy suavemente-, pero no sé si entiendo lo que pasó allá arriba.

Los ojos de Jelly agarraron los de Sissy, alzándolos.

– Allá arriba pasó algo muy hermoso.

– Sí -admitió Sissy-, lo fue. Fue muy hermoso.

– ¿Te sientes mal por ello?

– No, que va. No me siento mal. Me siento… distinta. O quizá no me sienta distinta; quizá tenga la sensación de que deba sentirme distinta -se subió la cremallera pensativa-. ¿Has tenido muchas experiencias sexuales con chicas antes?

– Sólo desde que estoy en el Rosa de Goma. Entre la señorita Adrián y Delores echaron de aquí a todos los varones disponibles, y siempre suele haber problemas de un tipo u otro si andas con los palurdos de Mottburg. Así que te quedan los dedos u otras mujeres, y por lo menos la mitad de las vaqueras del rancho han estado ya unas en las bragas de las otras. No es que haya entre ellas ninguna lesbiana. Es simplemente algo natural y agradable. Las chicas están tan próximas y son tan dulces. ¿Por qué me llevaría tantos años aprender que es agradable jugar con ellas? Y lo es sobre todo cuando se trata de una chica que realmente te cae muy bien. -Abrazó a Sissy y roció su cuello y sus oídos con dulces besos.

Un par de sonrisas cabalgaron por las colinas de Dakota.

Quizás una persona gane acumulando obstáculos. Cuanto más obstáculos se alcen para impedir que la felicidad aparezca, mayor es la impresión cuando aparece, lo mismo que la fuerza de una corriente es mucho más poderosa cuando mayor sea la presión aplicada para contenerla. Ha de tenerse cuidado, sin embargo, de elegir grandes obstáculos, pues sólo los de suficiente alcance y medida tienen capacidad, para elevarnos sobre el medio y obligar a la vida a aparecer iluminada por una luz totalmente nueva e insólita. Por ejemplo, si ensuciases el suelo y la mesa de tu habitación con pequeños objetos, constituirían poco más que una molestia, un inconveniente que te frustraría e irritaría: lo pequeño es mezquino. Maldiciendo, eludes los objetos, los coges, los apartas de un papirotazo. Si, por otra parte, se encontrase en tu habitación una masa de granito de cuatro mil kilos, la sorpresa que te produciría, los pasos extremos que deberías dar para abordarla, te obligarían a mirar con nuevos ojos. Y si el pedrusco es más especial, y ha sido pintado o tallado de modo misterioso, podrías descubrir que poseía una presencia extraordinaria y sobrenatural de fuerza hechizante, y el tratar con él (pues bloquearía tu paso al baño) te haría sentirte también a ti extraordinaria y sobrenatural. Las dificultades iluminan la existencia, pero han de ser frescas y de alta calidad.

En fin, a cuantos obstáculos habían conspirado para impedir que Sissy Hankshaw Hitche, blanca, mujer, protestante y de Richmond Sur, Virginia, alcanzase la normalidad, asumiese un papel responsable y sensato, actuase como una contribuyente productiva y bien adaptada a la comunidad humana, debía añadirse ahora la amistad con Bonanza Jellybean. Era imposible determinar si este último obstáculo habría de elevar a Síssy o empujarla levemente al punto límite, como se dice de una cierta paja y cierto camello cargado, era imposible, digo, determinarlo por su sonrisa, pues había en ella al mismo tiempo júbilo y recelo. De poco o de ningún valor sería analizar estados mentales como éste. El reino de las ideas formales siempre será un débil vecino del reino de las emociones. Y Sissy era una princesa de la emoción. La sangre se arracimaba en su cabeza como uvas en una peluca. Cantaba allí una especie de balada popular… Cuando la única emisora de radio de la zona no tocaba más que polcas. Jelly le había prometido ir a su habitación aquella noche, con mariguana y nuevas propuestas. Si bien tales perspectivas la excitaban, le excitaba también el recuerdo de las grullas chilladoras, visión tanto más turbadora cuando que sabía que aquellas inmensas y gráciles fugitivas eran tan escasas en número y se mantenían tan precariamente al borde de la extinción total. Sin estruendo, sin calvario, sin lucha sangrienta, sólo una bandada de criaturas exquisitas (para las que el mundo no tenía sustituto) plantadas fría (¡desafiantemente!) sobre el guiñante párpado de la condena a muerte.