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(No por llamar a estas secciones de túneles «madrigueras» se identifica el Pueblo Reloj específicamente con los animales, como los indios en cuyas culturas los totems jugaban un papel tan importante y destacado. Estos indios utilizaban las características de determinados animales metafóricamente. Era sólo una forma de simbolismo poético. Usaban los animales para pensar con ellos.)

De acuerdo. ¿Quién llega a la fábrica del tiempo, cuándo y cómo? Todas las mañanas, al alba, reúnense los guías designados del día (uno de cada una de las trece familias) en la entrada de la Gran Madriguera. Luego, allí se les tapan los ojos a todos, salvo al guía que representa a la Familia de la Primera Madriguera. Los doce que tienen los ojos vendados se cogen de la mano y el primer guía los dirige a través de una de las diversas rutas que él o ella puedan tomar para llegar al principio de la Segunda Madriguera. Los guías procuran no utilizar jamás dos veces la misma ruta. Suelen volver atrás y dicen a menudo al resto del grupo que suelten las manos y den vueltas. Así, ya que por estas fechas hay unos veinte miembros en cada familia, cada individuo actúa como guía sólo unas trece veces por año.

Ahora bien, cuando el primer guía llega al término de su madriguera y al principio de la siguiente, instruye al guía de la segunda para que se destape los ojos, y véndase luego los suyos. Y así hacen de modo sucesivo hasta que el grupo llega a la gran cámara central donde están los relojes. Allí, se dedican a «guardar el tiempo» hasta que llega el momento del viaje del regreso. Teóricamente, los trece guías diarios salen de la Gran Madriguera al ocaso, aunque esto sólo se produce en realidad los días en que hay trece horas de luz natural.

Acompañan, en ocasiones, a los guías en su misión otras personas. Al individuo enfermo o al anciano a punto de morir o a la embarazada al borde del parto los conducen, con los ojos vendados, a la madriguera central, pues, el Pueblo Reloj procura en lo posible que las muertes y nacimientos de sus miembros se produzcan en presencia de los relojes. Aparte de nacimientos y muertes, la razón de las visitas diarias a los relojes es comprobar el tiempo.

Quizá debiéramos decir «comprobar los tiempos», pues los relojes son en realidad dos y es totalmente distinto el tipo de tiempo que mide cada uno. (Quizá debamos indicar también que lo que se define aquí son los artefactos originales: Más tarde habría otros, y estos segundos ocupan un lugar aún más prominente en nuestra historia.)

Hay primero, un gran reloj de arena, de algo más de dos metros de diámetro y unos cuatro de altura, armado con membranas internas, finamente trenzadas y firmemente tensadas, de grandes animales (alces, osos, pumas). El reloj de arena está lleno de bellotas, suficientes para que tarden unas trece horas en pasar o verterse, una a una, por el estrecho pasaje del centro de ese artefacto transparente. Cuando los guías diarios entran en la madriguera central, dan la vuelta al reloj de arena. Cuando se van (transcurridas más o menos trece horas) vuelven a hacerlo. En consecuencia, «comprobar el tiempo» o «mantener el tiempo» es, en el día de veintiséis horas del Pueblo Reloj, lo mismo que «hacer el tiempo» o, más sencillamente, «hacer la historia». El Pueblo Reloj cree que hace la historia y que llegará el final de ésta con la destrucción de los relojes,

No imagines, por favor, que el «final de la historia» o el «final del tiempo» pueda significar «el final de la vida» o lo que normalmente entienden los individuos de mentalidad apocalíptica cuando hablan (casi deseándolo, a lo que parece) del «fin del mundo». Esto es bazofia paranoica, y sea cual sea el valor que asignemos en último término al Pueblo Reloj, su filosofía debe situarse a un nivel más alto que esas paparruchas tremendistas.

¿Qué quieren decir, entonces, con final de la historia, y como serán destruidos los relojes?

Tengamos esto en cuenta: Esas gentes, esos indios clandestinamente exiliados, no tienen más que este rituaclass="underline" LA COMPROBACIÓN DE LOS RELOJES… el mantenimiento y la formación de la historia. Asimismo, sólo tienen una leyenda o mito culturaclass="underline" un continuo al que llaman la Eternidad del Gozo. Es en la Eternidad del Gozo donde entrarán todos los hombres, según su creencia, una vez que se hayan destruidos los relojes. Anhelan, por tanto, un estado de atemporalidad en el cual los individuos aburridos, frustrados e insatisfechos no tengan ya que «matar el tiempo», pues el tiempo estará definitivamente muerto.

Y ellos se preparan para la atemporalidad eliminando de su cultura todos los papeles, planes y normas morales no directamente relacionados con el mantenimiento de los artefactos. El Pueblo Reloj quizá sea la comunidad más anarquista que haya existido. Quizá sea ia que hasta el presente más se haya aproximado a practicar del todo la anarquía. Esto es impresionante por sí solo y deberían abanicar con pavorrealescas plumas de optimismo a todos los que sueñan con el estado social perfecto.

El Pueblo Reloj controla su anarquismo (si no es contradictorio esto) por haber canalizado simplemente todas sus tendencias autoritarias y controlado sus impulsos maníacos a través de un único ritual. Todos los miembros de la comunidad entienden claramente que no hay más rituales, que no se necesita más creencia v, además, que este ritual lo crearon ellos mismos: no tienen supersticiones estúpidas de dioses o espíritus de ancestros que sostengan este ritual en sus cabezas a cambio de homenaje y/o «buena» conducta.

Ritual, normalmente, es una acción o ceremonia destinada a crear la unidad de pensamiento en la congregación o comunidad. El Pueblo Reloj considera el mantenimiento de los relojes como el último ritual comunitario, el definitivo. Con la destrucción de los relojes, es decir, con el final del tiempo, todos los rituales serán personales y propios, servirán, no para unificar una comunidad/culto, una causa común, sino para ligar a cada persona individual con el universo del modo que a éste o ésta mejor le parezca. Lo único dejará paso a lo plural en la Eternidad del Gozo, aunque, como el universo es a la vez múltiple y uno, cuanto ligue a un individuo con él le ligará de modo automático con todos los demás, aunque estimule de modo simultáneo una identidad propia del todo independiente en una leche batida eterna que nunca cuaja el tiempo. Así, paradójicamente, la sustitución de rituales sociales por individuales traerá una unidad definitiva inmensamente más universal que la red de ritos comunales que en la actualidad dividen a las gentes en incómodos grupos inquietos y enfrentados.

Ahora bien, el Pueblo Reloj, lo forman visionarios a quien no satisface el ritual de comprobación del tiempo. Después de todo, es la única acción autoritaria y compulsiva que los vincula. Desean eliminarlo. Si lo eliminasen, podrían superar la historia y pasar a la Eternidad del Gozo. Podrían sin tiempo, educar a sus hijos y enterrar a sus muertos siempre que quisiesen. Sin embargo, comprenden que en esta etapa de la evolución aún necesitan el ritual, aunque comprendan y perciban también que pueden perfectamente destruir los relojes. No los destruirán. Han aceptado (y esto es básico en sus mitos) que la destrucción ha de venir del exterior, ha de venir por medios naturales, ha de venir por voluntad (capricho es más exacto) del gesticulante planeta, cuyos más agudos estremecimientos llaman los insensatos «terremotos».

Podemos comprender así un poco más los orígenes de su cultura. La gran conmoción de 1906, que destruyó prácticamente todo San Francisco, fue para los indios como una señal. Habían dejado la tierra para irse a la ciudad. El que la tierra pudiese destruir la ciudad en sesenta y cinco segundos era indicio de dónde residía el poder verdadero.