Así pues, para pesar del Secretario del Interior, la bandada perdida se convirtió otra vez en noticia fresca. La conmoción que provocó Jim McHee la caracteriza, de forma un tanto sensacionalista, este titular que ocupaba toda la primera página del Daily News de Nueva York: SUICIDIO GRULLAS CHILLADORAS.
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SISSY. OH QUERIDA. ¿Qué pasa? Te has encerrado ahí en la Calle Diez Este, cada vez más pálida. Pálida como un fantasma envuelto en visillos de encaje. Pálida como la espuma de los labios de un loco, hasta tus pulgares están perdiendo su sanguíneo resplandor cereza.
¿Qué te pasa, querida? Fuera, el tiempo se caldea. Gentes de las casas menos respetables empiezan a tomar el aire vespertino en sus escaleras de incendios. Empiezan a oírse de nuevo pequeños alborotos, gritos. Siempre es mala señal. Julián dice que no debes utilizar tanto el acondicionador de aire este verano. La crisis energética.
Sissy, el sol está haciendo apariciones personales diariamente, exagerando su papel al típico estilo Leo; pero tú, ¿qué te crees que eres, un hongo, dos hongos?
Tienes indudablemente mucho en que pensar. Si has vivido toda tu vida de forma irreal, como tantos han dicho, entonces hemos de suponer que durante el último año y medio has estado recibiendo lecciones de realidad. Has tenido, además, importantes maestros. Julián, Bonanza Jellybean, el Chink, el doctor Robbins.
Dos de esos profesores te han enseñado que en los tiempos antiguos todo estaba dirigido por mujeres. Y que todo iba mejor entonces. Eso es una información asombrosa. Te preguntas qué puede significar para ti, personalmente. Julián dice que es un cuento, que la mayoría de los antropólogos niegan la teoría matriarcal. Sobre ese tema, el doctor Robbins no se ha manifestado.
El doctor Robbins te telefonea, sin embargo. Una vez por semana, más o menos. Sólo para comprobar el estado de una antigua paciente, dice. Te divierte su estilo. Te invita a comer, a fumaderos de opio, a circos de pulgas. Tú no aceptas. Piensas que quiere acostarse contigo. Sería divertido, pero no merece la pena. Evidentemente, no la merece. Quizá pudieses llegar a saber algo más sobre la realidad, pero sabes unas cuantas cosas sobre la magia. Te las enseñaron tus pulgares. La magia exige una cierta pureza. Sin pureza, la magia se debilita. Aún tienes esperanzas de que juntos, Julián y tú, podáis crear una relación mágica. Por eso procuras mantenerla pura.
Julián se ha vuelto muy comprensivo. Ya no interrumpe tus pensamientos. Te sientas en la cama junto a la jaula vacía, haces tus ejercicios y dejas que la vaca de tu mente se abra camino comiendo entre las ruinas del pajar que se ha derrumbado sobre ella. Piensas seguir en esta nueva vida, mucho más extraña para ti que tu antigua y extraña vida. Piensas seguir con Julián. En un año o dos, cuando sea el momento adecuado para ambos, crees que podrás tener un hijo de Julián.
¡Oh Sissy! ¿Has olvidado, acaso, la profecía de Madame Zoé?
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¿NO CREES SISSY, que deberías salir a buscar un hot-dog? ¿O un trozo de pizza? Ya sabes, algún manjar que pueda mantenerse equilibrado entre varios dedos sin implicar a los pulgares. Subiendo la Primera Avenida, junto al Hospital Bellevue, hay un carrito. El paseo te sentaría bien. El sol.
¿No podrías pensar también, si has de pensar, en el parque de la plaza Tompkins? En un banco donde se tienden los borrachos y donde bambolean sus traseros las palomas… Tienes algo especial con las aves.
Inteligente, verdad, Sissy, el método del autor para sacar a colación las aves. ¿Has pensado últimamente en las aves? ¿Cuál fue tu reacción ante el artículo del Times de esta mañana? El que informaba de que el Congreso ha concedido autoridad al departamento de justicia para que actúe severamente contra cualquier persona o personas que amenacen la seguridad o impidan el libre movimiento de la última bandada de grullas chilladoras del mundo.
¿Dices que no estabas pensando en grullas chilladoras? Bueno, si tú lo dices.
No piensas esta mañana en grullas chilladoras. Piensas en… el tiempo.
El Pueblo Reloj espera el final del tiempo. El Chink dice que será una larga espera.
Te preguntas, como se han preguntado tantos, ¿tuvo un principio el tiempo? ¿Se detendrá? ¿O son pasado y futuro productos del presente? Tales cuestiones son tan importantes como anticuadas.
Lees que Joe DiMaggio ordenó que se colocasen rosas rojas frescas en la tumba de Marilyn Monroe cada tres días eternamente. No durante la vida de Joe DiMaggio, date cuenta, o mientras durasen Hollywood, sus películas y sus cementerios, sino eternamente. Y tú piensas: «Si el tiempo llega a acabarse, a Joe DiMaggio tendrán que devolverle parte del dinero.»
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SI. SISSY. NO sales mucho. Hasta sólo muy de cuando en cuando miras fuera. Desde tus ventanas, como desde todas las ventanas, hoy puede verse cómo se desmigaja el pastel.
Julián dice que nos encaminamos a una depresión. O peor. Menciona hambrunas, plagas, purgas. Cuando dice estas cosas, ladea la oscura cabeza, como si, como el mohawk que debería ser, pudiese oír al hambre agrupar sus tropas polvorientas, preparándose para salir del Sahara, la India, la Armenia Hambrienta. Oye ponerse al Pánico en el vestidor su traje de esqueleto. Oye el silbante silencio de la crisis energética.
– Aquí en Norteamérica estamos volviendo a nuestro fascismo nativo -dice este norteamericano nativo, ignorando doce mil años de la historia de su propio pueblo. La situación internacional es desesperada, como siempre.
Nada optimista, cree Julián, sin embargo, que si resultase elegido como presidente un demócrata liberal en 1976, podría evitarse el derrumbe económico del mundo. En cuanto al doctor Robbins, sólo se ríe por teléfono.
– El pastel se desmigaja -te dice en un asombrado susurro-. ¿No es magnífico?
Tú no sabes si es horrible o magnífico. Sólo sabes que el autoestop no pudo traerlo. Que el autoestop no puede pararlo.
En la bañera, haces que un pulgar are a través del agua perfumada. Qué lisamente se quiebran las burbujas ante su bruñido morro; qué perfecto oleaje. Luego, giras la muñeca de una forma especial y súbitamente el pulgar tiembla arrebatado bajo el agua, como un buceador que contrajese envenenamiento mercurial por chupárselo a una sirena.
Así te diviertes. Sonríes. Pero hay arrugadas rutas en tu frente. ¿Las trazan las grullas chilladoras?
¿Qué es eso? Alguien llama a la puerta. Julián deja su cuadro para abrir. Bien, sorpresa, sorpresa. Ese asqueroso acento resulta inconfundible.
La Condesa lleva mucho tiempo sin venir. Julián terminó su trabajo con él y no tiene nada pendiente. Y como tu marido ha empezado a pintar para una cuenta alemana, no es probable que reciba más pedidos de paisajes bucólicos cubiertos de luminosa niebla Yoni Yum o plateados con soñadoras gotas de Rocío. A La Condesa le gusta ser exclusivo, si es que no único. En cuanto a ti, no has tenido una propuesta de trabajo como modelo desde el desastre de Dakota. Tus ojos, aunque todavía hermosos, han perdido parte de su inocencia; tu boca, aunque aún madura, ha perdido parte de su altivez. Además, tu pequeña estancia en la residencia del doctor Goldman para semirricos jodidos, no favoreció en absoluto tu carrera. En fin. Te secas y te envuelves y a menudo acudes a ver a su antiguo bienhechor.
Empolvado rastrojo araña tu rostro cuando besas. Sobre su monóculo hay secos residuos de salsas que ningún chef francés volverá a revolver jamás. Con voz que suena como lo haría una lata de comida de perro barata si una lata de comida de perro barata pudiese hablar, te dice que te estás hinchando.
– La vida doméstica es carne para el varón y veneno para la mujer -dice. Una lata de comida de perro barata con un leve ceceo.