– He iniciado un análisis comparativo entre los dos casos -respondió ella-. Uno de los datos cruciales que se ocultó a la prensa y a la opinión pública de la Operación Houdini fue el modus operandi del agresor. Es demasiado pronto para daros algo definitivo, pero por lo que tengo hasta ahora, y apenas acabamos de empezar, parece posible que se trate del mismo agresor.
– ¿Tenemos alguna información de por qué dejó de delinquir el Hombre del Zapato, señor? -preguntó Emma-Jane.
– Todo lo que sabemos de la Operación Houdini -dijo Grace- es que dejó de actuar coincidiendo con la desaparición de Rachael Ryan, posiblemente su sexta víctima. Yo trabajé en el caso, que sigue abierto. No tenemos pruebas, ni siquiera indicios, de que se tratara de una de sus víctimas, pero encajaba en el patrón.
– ¿Y eso? -preguntó Foreman.
– Se había comprado un par de zapatos caros en una tienda de Brighton alrededor de una semana antes de su desaparición. Todas las víctimas del Hombre del Zapato se habían comprado un par de zapatos muy caros antes de la agresión. Una de las líneas de investigación seguidas en la Operación Houdini en aquel tiempo era la de interrogar a las dientas de las zapaterías de Brighton y Hove. Pero de ahí no sacamos nada en claro.
– ¿En aquel tiempo había grabaciones de circuito cerrado? -preguntó Bella.
– Sí -respondió Grace-. Pero la calidad no era tan buena, y la ciudad no tenía una cobertura como la de ahora, ni mucho menos.
– Así pues, ¿qué teorías tenemos que expliquen por qué paró el Hombre del Zapato? -preguntó Foreman.
– No lo sabemos. En aquel momento, el analista (el experto en conducta Julius Proudfoot) nos dijo que quizá se hubiera mudado a otro condado o a otro país. O que quizás estuviera en la cárcel por algún otro delito. O que podía haber muerto. O que hubiera iniciado una relación que satisficiera sus necesidades.
– Si es la misma persona, ¿por qué iba a parar durante doce años para volver a atacar luego otra vez? -planteó Bella-. ¿Y por qué variar ligeramente su modus operandi?
– Proudfoot no le da demasiada importancia a la diferencia en los trofeos que se quedaba en 1997 y ahora. Le interesa más el hecho de que el modus operandi en general sea similar. En su opinión, podría haber diversos motivos que explicaran por qué alguien vuelve a delinquir. Si se trata del Hombre del Zapato, sencillamente podría ser que haya vuelto a la zona y que considere que ya ha dejado pasar suficiente tiempo. O que la relación que tiene ha cambiado, y que ya no satisface sus deseos. O que le han soltado de la cárcel, después de estar recluido por algún otro delito.
– Uno bastante grave, si ha cumplido doce años -observó Branson.
– Y eso es fácil de investigar -dijo Grace. Luego se giró hacia Ellen Zoratti-. Ellen, ¿has encontrado alguna otra violación con un modus operandi similar en el resto del país? ¿O alguien que haya estado entre rejas doce años?
– Nada que se parezca al Hombre del Zapato, salvo por un tipo de Leicester llamado James Lloyd, que violaba a mujeres y luego les quitaba los zapatos, señor. Actualmente está cumpliendo la perpetua. He vuelto a comprobar sus delitos y sus movimientos, y lo he descartado. Estaba en Leicester en el momento en que se cometieron estos delitos en Brighton, y he confirmado que aún está en la cárcel. -Hizo una pausa y echó un vistazo a sus notas-. He elaborado una lista de todos los agresores sexuales que entraron en prisión a partir de enero de 1998 y que han salido antes de la pasada Nochevieja.
– Gracias, Ellen, eso nos irá muy bien -dijo Grace. Luego se dirigió a todo el equipo-: Es un hecho que un gran porcentaje de los violadores sin relación previa con la víctima empiezan con delitos menores: exhibicionismo, roces, masturbaciones en público…, esas cosas. Es muy posible que nuestro agresor hubiera sido arrestado por algún delito menor cuando era más joven. Le he pedido a Ellen que consulte las bases de datos de la Policía, local y nacional, en busca de delincuentes y casos que pudieran encajar con esta línea cronológica antes de las primeras violaciones, en 1997 (y durante el periodo intermedio). Por si aparecen robos de zapatos de señora o casos de escándalo público en los que se hayan usado esos zapatos, por ejemplo. También quiero que interroguemos a todas las prostitutas y dominatrices de la zona sobre cualquier cliente fetichista de los pies o de los zapatos que hayan podido tener.
Entonces se giró hacia Branson.
– En relación con esto, el sargento Branson ha estado estudiando el informe del doctor Proudfoot sobre el Hombre del Zapato. ¿Qué nos puedes decir, Glenn?
– ¡Esto podría ser un superventas! -bromeó Glenn, levantando un documento de aspecto pesado-. Doscientas ochenta y dos páginas de análisis de conducta. Solo he podido leerlo en diagonal, porque el jefe me lo ha encargado hoy mismo, pero hay algo muy interesante. Existen cinco delitos relacionados directamente con el Hombre del Zapato, pero el doctor Proudfoot cree que podría haber cometido muchos más que habrían quedado sin denunciar.
Hizo una breve pausa.
– Muchas víctimas de violación quedan tan traumatizadas que no pueden afrontar el proceso de denunciarlo. Pero ahora viene lo interesante: la primera de las violaciones denunciadas del Hombre del Zapato, en 1997, se produjo en el Grand Hotel, tras un baile de Halloween. Metió a una mujer en una habitación. ¿Os suena?
Se produjo un silencio incómodo en la sala. El Grand Hotel estaba al lado del Metropole.
– Y hay más -prosiguió Branson-. La habitación del Grand estaba a nombre de una mujer llamada Marsha Morris. Pagó en efectivo y todos los esfuerzos por seguir el rastro fracasaron.
Grace asimiló la información en silencio, pensando a toda prisa. La habitación del Metropole en la que habían violado a Nicola Taylor en Nochevieja estaba a nombre de una mujer, según el gerente. Y también se llamaba Marsha Morris. Pagó en efectivo. La dirección que había escrito en el registro era falsa.
– Alguien se está riendo de nosotros -dijo Nicholl.
– ¿Significa eso que es el mismo agresor -preguntó Emma-Jane-, o un imitador con un sentido del humor enfermizo?
– ¿Se hizo público algún dato de esa información? -intervino Foreman.
Grace meneó la cabeza.
– No. El nombre de Marsha Morris no se dio a conocer.
– ¿Ni siquiera al Argus?
– Al Argus menos que a nadie. -Grace hizo un gesto a Branson para que continuara.
– Aquí es donde se pone más interesante -prosiguió el sargento-. Otra de las víctimas fue violada en su casa, en Hove Park Road, exactamente dos semanas más tarde.
– Ese es un barrio muy elegante -observó Foreman.
– Mucho -coincidió Grace.
Branson prosiguió:
– Cuando llegó a casa, la alarma antirrobo estaba encendida. Ella la desactivó, subió a su dormitorio y allí la atacó el violador, que estaba escondido en un armario.
– Igual que el agresor de Roxy Pearce anoche -señaló Grace-, por lo que sabemos hasta ahora.
Durante unos momentos, nadie habló. Luego lo hizo Branson.
– La siguiente víctima del Hombre del Zapato fue violada en la playa, bajo el Palace Pier. La siguiente, en el aparcamiento de Churchill Square. Y la última (si la suposición del jefe es correcta) fue asaltada cuando volvía a casa caminando después de una fiesta de Nochebuena con sus amigas.
– Entonces lo que dices, Glenn -dedujo Bella-, es que deberíamos vigilar de cerca los aparcamientos dentro de una semana.
– No vayas tan lejos, Bella -dijo Grace-. No vamos a permitir que llegue a ese punto.
Roy mostró una sonrisa valiente y confiada ante su equipo. Aunque en realidad no se sentía tan seguro.
Capítulo 38
– ¿Funciona? -preguntó.