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Se quedó pensando un momento y luego le preguntó a Branson:

– ¿Spicer tiene un coche, o acceso al de alguien?

– No daba la impresión de que tuviera nada. Lo dudo, jefe. No.

– Dijo que va a pie a todas partes para ahorrarse el autobús, jefe -añadió Nicholl.

– Probablemente pueda conseguir uno cuando lo necesite -apuntó Zoratti-. Tiene un par de antecedentes por robo de vehículo: una furgoneta y un coche particular.

Que no tuviera un medio de transporte era algo bueno, pensó. Haría mucho más sencilla la tarea de mantenerlo vigilado.

– Creo que, por el momento, es más fácil que obtengamos algo si lo observamos que si le apretamos. Sabemos dónde está entre las 8.30 de la tarde y las 8.30 de la mañana, gracias al toque de queda del albergue. Tiene su trabajo de reinserción en el Grand Hotel, así que sabremos dónde está durante el día, los días laborables. Voy a contactar con Seguimiento para que lo observen cuando sale del trabajo y para que se aseguren de que no sale del albergue por la noche.

– Si realmente es un «sujeto de interés», Roy, que parece que sí -intervino Proudfoot-, yo diría que vale la pena que actúes rápido.

– Espero que se pongan en marcha hoy mismo -respondió Grace-. Este sería un buen momento para que nos dijera qué piensa.

El psicólogo forense se puso en pie y se acercó a una pizarra blanca en la que había colgada un gran hoja con una gráfica. Presentaba varias líneas irregulares trazadas con tintas de diferentes colores. Se tomó su tiempo para hablar, como si quisiera demostrar que era tan importante que no tenía por qué darse prisa.

– El patrón de agresión del Hombre del Zapato y del agresor de este caso son muy similares -expuso-. Esta gráfica muestra los factores vinculantes hasta el momento entre los dos. Cada color es un aspecto diferente: el lugar, la hora del día, el acercamiento a las víctimas, la forma del ataque y el aspecto externo del agresor.

Señaló cada una de las líneas, se hizo a un lado y prosiguió:

– Hay una serie de aspectos de las agresiones del Hombre del Zapato que nunca se hicieron públicas, y que, sin embargo, aparecen en el modus operandi del agresor actual. Eso me lleva a afirmar con cierta seguridad que, en este momento, tenemos, suficientes factores vinculantes como para suponer que nos enfrentamos a la misma persona. Uno de los más significativos es que usara el mismo nombre, Marsha Morris, para registrarse en el Grand Hotel en 1997 y en el Metropole la Nochevieja pasada, y que ese nombre nunca se filtró a la opinión pública.

Avanzó unos pasos, hasta una pizarra en blanco.

– También estoy bastante seguro de que el agresor es un hombre de la zona, o por lo menos un tipo con buenos conocimientos del lugar, que ha vivido aquí antes.

Rápidamente dibujó con un rotulador negro unos cuadraditos en la mitad superior de la pantalla y los numeró del 1 al 5, sin dejar de hablar mientras lo hacía.

– La primera agresión sexual del Hombre del Zapato de la que tenemos denuncia fue un ataque frustrado el 15 de octubre de 1997. Voy a pasar esa por alto para centrarnos en lo que nos interesa, y nos centraremos en los ataques que consiguió llevar a término. El primero fue en el Grand Hotel, la madrugada del 1 de noviembre de 1997. -Escribió GH sobre el primer cuadrado-. El segundo fue en una vivienda privada de Hove Park Road, dos semanas más tarde. -Escribió HPR sobre el segundo cuadrado-. El tercero fue bajo el muelle del Palace Pier, dos semanas más tarde. -Escribió PP sobre el tercer cuadrado-. El cuarto fue en el aparcamiento de Churchill Square, otras dos semanas más tarde. -Escribió CS sobre el cuarto-. Un posible quinto ataque tuvo lugar la Nochebuena, otras dos semanas más tarde, en Eastern Terrace, aunque ese no está confirmado. -Escribió ET sobre la quinta casilla-. Luego se giró hacia el equipo, pero fijó la mirada en Roy Grace.

»Sabemos que las cinco mujeres se habían comprado un par de zapatos caros en alguna zapatería de Brighton inmediatamente antes de los ataques. Creo que es probable que el agresor conociera bien estos lugares. También podría haber sido alguien de fuera, claro, pero no lo creo. Los foráneos no suelen quedarse por la zona. Atacan y cambian de escenario.

Grace se giró hacia Foreman, que dirigía el Equipo de Investigaciones Exteriores.

– Michael, ¿has estado en las zapaterías donde habían comprado los zapatos nuestras víctimas, para ver si tienen circuito cerrado de televisión?

– Estamos en ello, jefe.

Entonces Proudfoot trazó un círculo alrededor de las cinco casillas.

– Vale la pena observar la extensión relativamente limitada de la zona de la ciudad donde tuvieron lugar estos ataques. Ahora pasemos a la serie de agresiones de ahora.

Cambió el rotulador negro por uno rojo, dibujó tres casillas en la mitad inferior de la pizarra y las número del 1 al 3. Se giró un momento hacia su público, y de nuevo hacia la pizarra.

– La primera agresión tuvo lugar en el hotel Metropole que, como saben, está junto al Grand. -Escribió MH sobre la primera casilla-. El segundo ataque, aproximadamente una semana más tarde, tuvo lugar en una casa particular de una elegante calle residencial, The Droveway. -Escribió TD sobre la segunda casilla-. El tercer ataque, y acepto que hay diferencias en el modus operandi, tuvo lugar apenas dos días después en el Palace Pier, o Brighton Pier, como creo que lo llaman ahora. -Escribió BP sobre la tercera casilla, y luego volvió la cara de nuevo hacia el equipo.

»The Droveway es paralela a Hove Park Road. No creo que ninguno de nosotros necesite un máster en ciencia aeroespacial para ver las coincidencias geográficas en estos ataques.

El agente Foreman levantó la mano.

– Doctor Proudfoot, esa es una observación muy inteligente. ¿Qué nos puede decir sobre el agresor, por su amplia experiencia en el tema?

Proudfoot sonrió. Los cumplidos habían alcanzado el punto G de su ego.

– Bueno -dijo, abriendo los brazos ostentosamente-, sin duda habrá tenido una infancia disfuncional. Es más que probable que haya sido hijo de padre o madre solteros, o puede que haya sufrido una educación religiosa muy represiva. Quizás haya sufrido abusos sexuales en su infancia por parte de un progenitor o un familiar cercano. Es probable que haya cometido algún delito menor en el pasado, empezando con actos de crueldad a animales durante la infancia y quizá pequeños robos a sus compañeros de colegio. Sin duda habrá sido un tipo solitario, con pocos amigos de infancia, si es que ha tenido alguno.

Hizo una breve pausa y se aclaró la garganta antes de proseguir:

– Desde el inicio de su adolescencia, es probable que se haya obsesionado con la pornografía violenta, y posiblemente haya cometido algunos delitos sexuales leves: exhibicionismo, abusos deshonestos, cosas así. De ahí habrá pasado a recurrir a prostitutas, probablemente a las que ofrecen servicios sadomasoquistas. Y es muy posible que consuma drogas: cocaína, quizá. -Hizo una pausa-. El uso de ropas de mujer como disfraz es indicativo tanto del mundo de fantasía en el que vive como del hecho de que es inteligente, y de que quizá tenga un perverso sentido del humor que podría resultar significativo, en cuanto a la elección de los escenarios de sus ataques en 1997 y a la de los de ahora (y también en la del momento). El hecho de que sea tan cuidadoso y no deje pruebas también es indicativo de que es inteligente, y que tiene conocimientos sobre los métodos de la Policía, quizá por experiencia directa.

La agente Boutwood levantó la mano.

– ¿Puede sugerirnos alguna teoría, si es que es el Hombre del Zapato, que explicara por qué ha dejado de delinquir durante doce años y luego ha vuelto a las andadas?

– No es nada raro. Hubo un asesino en serie en Estados Unidos, llamado Denis Rader, que dejó de matar durante doce años, al casarse y formar una familia. Estuvo a punto de empezar de nuevo cuando se cansó de la relación, pero afortunadamente le pillaron antes de que pudiera hacerlo. Podría ser el caso de nuestro agresor. Pero también es posible que se haya mudado a otro lugar del país, o incluso al extranjero, que haya seguido delinquiendo allí y que ahora haya vuelto.