– ¿Dijo qué había hecho con ellos?
Nicholl asintió.
– Dijo que los había vendido en una tienda de Church Street.
– ¿La tienda sigue ahí? ¿Creéis que podríamos comprobarlo?
– ¿Cree que van a recordar un par de zapatos de hace tanto tiempo, señor?
Grace asintió.
– Bien pensado. Bueno, Norman, ¿qué puedes decirnos de ese taxista, Johnny Kerridge, o Yac?
– Es todo un personaje, por lo que he oído. Pensaba ir a charlar con él esta mañana.
– Bien. Si tienes suficiente para detenerlo, tráetelo.
– Sí, jefe.
– ¿Y qué tal pedir una orden de registro? ¿Pillarle por sorpresa para evitar que se deshaga de cualquier prueba?
– No sé si tenemos bastante para eso, jefe -respondió Potting.
– Por lo que he oído, tenemos suficiente como para justificarlo. A partir de ahora hemos de ir sin miramientos a por todos los sospechosos, así que eso va a ser lo siguiente que hagas, Norman. -Grace miró sus notas-. Bueno, ¿en qué punto estamos con el resto de los agresores del registro? ¿Hay alguno que haya ganado puntos?
– No, señor -dijo Zoratti-. Estamos repasando la lista. Tenemos una posible coincidencia en Shrewsbury, hace cuatro años, con un modus operandi muy similar (no se hizo ninguna detención), y otro en Birmingham hace seis años. Estoy a la espera de más datos.
Grace asintió.
– Una cuestión importante, Ellen, es saber si tenemos controladas todas las agresiones que han tenido lugar hasta ahora en nuestro territorio. ¿Estamos seguros de que no nos hemos dejado ninguna? Sabemos con seguridad que solo se denuncia el seis por ciento de todas las violaciones. ¿Cómo vamos a obtener información esencial del otro noventa y cuatro por ciento? Hemos hablado con los cuerpos de los condados vecinos: Kent, Surrey, Hampshire y la zona metropolitana de Londres. No hemos sacado nada en claro. -Se quedó pensando un momento-. Tú has buscado en el SCAS casos de violaciones por parte de extraños. ¿Algún resultado?
El SCAS cubría todo el Reino Unido, salvo la Policía Metropolitana de Londres, que no estaba integrada.
– Hasta ahora nada, señor -dijo ella-, pero aún espero respuesta de varios cuerpos.
– Avísame en cuanto tengas algo.
Proudfoot tosió y luego habló:
– Tal como dije, me sorprendería mucho que nuestro hombre no hubiera delinquido en otro lugar estos últimos doce años. Sería realmente una gran sorpresa. Pueden dar por sentado que lo habrá hecho.
– ¿Con delinquir quiere decir «violar»? -preguntó Boutwood.
– Las pulsiones no desaparecen así como así -respondió Proudfoot-. Habrá necesitado darles salida. -Volvió a sonar su teléfono. Tras una rápida mirada a la pantalla, lo silenció-. ¿Supongo que estará en contacto con Crimewatch, Roy? Podrían sernos de ayuda.
– Tenemos una relación excelente con ellos, Julius -respondió él-. Desgraciadamente, hasta dentro de dos semanas no vuelven a emitir. Espero tener a nuestro hombre entre rejas mucho antes.
Podría haber añadido, pero no lo hizo, que eso esperaban el subdirector Peter Rigg, el comisario jefe Tom Martinson y el director general de la Policía de Brighton y Hove.
De pronto fue su teléfono el que sonó.
Era su antiguo jefe de 1997, Jim Doyle, que ahora formaba parte del recién creado Equipo de Casos Fríos.
– Roy, ¿sabes esas páginas que faltan del caso de Rachael Ryan… sobre la furgoneta blanca vista cerca de su piso la Nochebuena de 1997?
– ¿Sí?
– Hemos encontrado quién firmó la última consulta del dosier. Creo que esto te va a gustar mucho.
Capítulo 70
– Soy todo oídos -dijo Roy.
Las palabras de Doyle a continuación le dejaron de piedra. Cuando por fin las hubo asimilado, dijo:
– No puedes estar hablando en serio, Jim.
– Del todo.
En sus diecinueve años en el cuerpo, Roy Grace siempre había considerado a sus colegas gente buena y decente y, en su mayoría, se había tratado de personas con las que se había sentido a gusto, tanto en el trabajo como fuera de él. Claro que había algún imbéciclass="underline" algunos, como Norman Potting, al menos eran buenos policías, pero otros, muy pocos, eran casos perdidos. Pero solo había dos personas de las que pudiera decir que no le gustaban nada.
La primera era la mordaz ex subdirectora Alison Vosper, que parecía haber decidido desde el principio no llevarse bien con Grace; la segunda era un policía de Londres que había pasado una temporada en Brighton el año anterior y que había intentado por todos los medios tocarle las narices. Se llamaba Cassian Pewe.
Grace se excusó, salió de la sala y cerró la puerta tras él.
– ¿Cassian Pewe? ¿Hablas en serio, Jim? ¿Estás diciéndome que Cassian Pewe fue la última persona que firmó el registro de salida de ese dosier?
– El superintendente Cassian Pewe. Estuvo trabajando aquí en otoño, ¿no? -dijo Doyle-. ¿No había venido de Londres para ayudarte con los casos fríos?
– No para ayudarme, Jim, sino para ocupar mi lugar. Y no solo con los casos fríos. Ese era su plan, por cortesía de Alison Vosper. ¡Se había propuesto hacerme la cama!
– Ya había oído que había algo de fricción.
– Podrías decirlo así.
Grace había conocido a Pewe unos años atrás, cuando aquel tipo era inspector. Habían enviado refuerzos desde Londres para colaborar con la policía de Brighton durante la Conferencia del Partido Laborista, y Pewe era parte de los refuerzos. Grace había chocado con él y Pewe se había mostrado increíblemente arrogante. Y solo un año antes había tenido que enterarse de que Pewe había sido destinado al D.I.C. de Sussex con el rango de superintendente, y que Alison Vosper le había asignado los casos fríos de Grace; además había insinuado de que con el tiempo iría haciéndose cargo cada vez más de las competencias de Grace.
Pewe se consideraba un ligón. Con su cabello dorado, sus angelicales ojos azules y su bronceado permanente. Se acicalaba y se pavoneaba, con aire autoritario, actuando siempre como si fuera el jefe, incluso cuando no lo era. Moviéndose a escondidas de Grace, Pewe se había propuesto arruinar la carrera de su colega intentando reabrir las investigaciones sobre la desaparición de Sandy, y señalándole como sospechoso. Al volver de un viaje a Nueva York el mes de octubre anterior, se encontró con la gran sorpresa de que Pewe había creado un equipo de búsqueda para cavar en su jardín en busca de los restos de Sandy.
Afortunadamente, aquello bastó para que quedara claro que había ido demasiado lejos. Pewe abandonó el D.I.C. de Sussex y volvió a Londres poco después, con el rabo entre las piernas.
Le hizo unas preguntas más a Doyle y colgó. Se quedó pensando unos momentos. Llegados a aquel punto, no podía mencionar nada de eso a su equipo, al menos abiertamente. Para señalar como sospechoso a un policía del rango de Pewe, había que hacerlo con discreción, con independencia de sus sentimientos personales hacia aquel tipo.
Lo haría en persona, y sería todo un placer.
Capítulo 71
Jessiesheldonuk
Hoy, trabajo hasta tarde.
Auditoría… ¡Qué rollo!
Pero Benedict me llevará luego a cenar sushi
en Moshi Moshi.
¡Yupiii!
En su teléfono, leyó el texto que Jessie acababa de twitear. «Sushi», pensó él con desdén. Aquello no lo entendía. ¿Qué gracia tenía ir a un restaurante para comer pescado crudo? Menudo chollo para el cocinero. Había leído en algún sitio que en Japón había restaurantes donde podías comer sushi directamente del cuerpo de una mujer desnuda. A él se le ocurrían cosas mucho mejores que hacer con una mujer desnuda.