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Miró a Julius Proudfoot. El psicólogo forense le devolvió una mirada un tanto hostil.

– Hecho número tres: la situación del ataque de ayer se corresponde exactamente con la predicción hecha por nuestro psicólogo forense. Julius, quizá quiera usted añadir algo.

Proudfoot hinchó el pecho con aire petulante.

– Sí, bueno, el caso es que creo que hay mucho más de lo que vemos. Tenemos un montón de imponderables, pero sabemos unas cuantas cosas importantes sobre el Hombre del Zapato. Para empezar, es un hombre muy turbado. Sospecho que ahora estará furioso porque le han salido mal las cosas. Si, tal como creo, nos enfrentamos a alguien a quien su madre hizo daño, podría estar tan dolido como los niños que se sienten rechazados por su mamá. Un chaval reaccionaría encerrándose en sí mismo, pero un adulto lo haría de un modo muy diferente. Es solo una impresión, pero yo apostaría a que ahora estará muy violento y resultará peligroso. No se salió con la suya ayer, pero seguro que lo hará muy pronto.

– ¿Con la misma víctima? -preguntó Michael Foreman.

– No, creo que pasará a otra. Puede que vuelva a intentarlo con esta víctima, Dee Burchmore, en un futuro, pero no inmediatamente. Es probable que ahora busque un objetivo más fácil.

– ¿Cómo se encuentra la señora Burchmore? -preguntó Bella Moy.

– Está muy traumatizada, como cabía esperar -apuntó Westmore, la agente de atención a víctimas de agresión sexual-. También tiene que ver el que el agresor se colara dentro de su coche (un Volkswagen Touareg con los sistemas de seguridad más modernos). Según parece, han desaparecido las llaves de repuesto.

– Por lo que yo sé, las mujeres siempre están perdiendo llaves -soltó Potting.

– Ah, ¿y los hombres no? -replicó Bella Moy.

– Los Burchmore las guardaban en un cajón, en su casa -prosiguió Westmore, sin hacerles caso a ninguno de los dos-. Eso plantea la cuestión de si el agresor podría haberse colado allí y haberlas robado en algún momento. A ambos les preocupa mucho esa posibilidad.

– ¡«Penetrar» en la casa de la víctima! -declaró Proudfoot, con una sonrisa triunfante-. Al Hombre del Zapato eso le gustaría. Es parte de su gratificación.

– Sabemos que se le da bien entrar en las casas -dijo Bella-. La agresión a Roxy Pearce y la anterior en una casa privada en 1997 lo demuestran.

– La especialidad de Darren Spicer -observó Glenn Branson-. ¿No? Encaja con su perfil.

– Hay algo más que podría ser significativo -señaló Proudfoot-. En 1997, los cinco ataques del Hombre del Zapato se produjeron entrada la noche. En esta nueva tanda, a excepción del de Nochevieja, se han producido a media tarde. Eso me hace pensar en la posibilidad de que se haya casado, lo que explicaría que se retirara durante un tiempo. Ahora el matrimonio no va tan bien, y ese es el motivo de que haya vuelto a delinquir.

La sargento Moy levantó la mano.

– Lo siento. No entiendo su razonamiento… Eso de que puede estar atacando a una hora más temprana solo porque se ha casado.

– Porque tiene que llegar a casa a buena hora para evitar despertar sospechas -respondió Proudfoot.

– ¿O para llegar a tiempo antes de que cierren el Centro de Noche Saint Patrick's? -propuso ella.

– Posiblemente -concedió Proudfoot-. Sí, eso también.

– ¿Y cómo podría habérselas arreglado en Nochevieja si está casado? -preguntó Foreman-. ¿Alguien ha comprobado el taxímetro de ese tal Kerridge? ¿No mostraría lo que estaba haciendo en el momento del ataque a Nicola Taylor en el Metropole?

– He hablado con el dueño del taxi y le he pedido un registro completo desde el 31 de diciembre -respondió Potting-. En este momento no disponemos de las pruebas necesarias para incautar el taxi y analizar el taxímetro.

– ¿Qué crees que necesitamos, Norman? -preguntó Grace.

– Los zapatos de las víctimas, jefe. O pruebas forenses que vinculen a Kerridge con ellos. No las tenemos. No podemos conseguirlas sin volver a detenerle. Da la impresión de ser un pirado inofensivo apasionado de los zapatos. Según el informe, tiene algún problema de salud mental. Está en el espectro autista.

– ¿Le exime eso de algún modo de la investigación por violación? -preguntó Branson.

– Lo que hace es dificultar mucho más el interrogatorio -dijo Grace-. Tendríamos que someterle a un examen médico, pasar por todo ese procedimiento. El sargento Potting tiene razón. No tenemos suficiente para trincarle. -Le dio un sorbo al café-. ¿Pudiste comprobar, Norman, si Kerridge ha llevado a alguna de las víctimas en su taxi, como pasajeras?

– Le enseñé todas sus fotos. Asegura que no ha visto nunca a ninguna.

Grace se dirigió al agente Nicholclass="underline"

– ¿Cuándo dispondremos de la versión mejorada de las imágenes de circuito cerrado del pub Neville?

– Hoy mismo, espero, señor.

– He estado desarrollando el perfil geográfico -intervino Proudfoot-, que creo que nos puede resultar útil.

Se giró y señaló un gran plano del centro de la ciudad, pegado a la pizarra blanca de la pared que tenía detrás. Tenía cinco círculos rojos.

– Les hablé del patrón de ataque del Hombre del Zapato en 1997 y del de los ataques actuales. Tras su ataque fallido, la primera violación de la que tenemos constancia fue en el Grand Hotel. Su primera agresión este año fue en el hotel Metropole, que está casi al lado. Su segundo ataque en 1997 fue en una edifico en Hove Park Road, y la segunda de este año en una casa en The Droveway, una travesía hacia el norte. Su tercer ataque en aquella época fue bajo el muelle, antes conocido como Palace Pier. Su tercer ataque ahora ha sido en el Tren Fantasma del mismo muelle. Su cuarto ataque de entonces fue en el aparcamiento de Churchill Square. Ahora tenemos el ataque de ayer, en el aparcamiento detrás del Grand Hotel. Unos cientos de metros al sur.

Hizo una pausa para que los asistentes asimilaran la información.

– El quinto ataque, si el superintendente Grace no se equivoca, se produjo en Eastern Terrace, junto a Paston Place y Saint James's Street. -Se giró hacia el mapa y señaló el quinto círculo-. En ausencia de otro elemento del que partir, voy a predecir que el próximo ataque del Hombre del Zapato se producirá en un lugar cercano a este. Se siente herido tras su último fracaso. Está furioso. Es probable que regrese a su zona cómoda -dijo, señalando las calles por arriba y por debajo de Saint James's-. Eastern Road y Marine Parade. Esta última solo tiene edificios en un lado, por el otro el paseo da al mar. Eastern Road es la que más se parece a Saint James's. Hay un laberinto de calles transversales en la zona, y ahí es donde creo que es más probable que ataque, esta noche o mañana. Yo diría que por la mañana, porque las calles estarán algo más concurridas, con lo que estará más protegido.

– Eastern Road es una calle muy larga -observó el agente Foreman.

– Si tuviera una bola de cristal, les daría un número -dijo Proudfoot con una mueca de suficiencia-. Pero si yo dirigiera esta operación, sería el lugar en el que centraría mis esfuerzos.

– ¿Cree que ya habrá seleccionado a su próxima víctima? -preguntó Grace.

– Puede que yo tenga algo interesante al respecto -los interrumpió Ellen Zoratti, la analista-. Algo que quiero que vean.

Capítulo 86

Viernes, 16 de enero de 2010

Zoratti cogió un mando a distancia y apretó un botón. Del techo bajó una pantalla blanca que tapó el plano de Proudfoot.

– Sabemos que la habitación donde fue violada la primera víctima del Hombre del Zapato en 1997, en el Grand Hotel, estaba registrada a nombre de Marsha Morris -dijo-. También sabemos que la habitación del Metropole donde fue violada Nicola Taylor la mañana de Año Nuevo estaba registrada con el mismo nombre. Ya tengo la grabación de las cámaras del vestíbulo del Metropole y me gustaría que la vierais. Desgraciadamente no hay sonido.