Reymont se mordió el labio.
—Y resulta que no hay materia suficiente en el cono.
—Correcto. —Nilsson movió la cabeza—. Entre otras cosas, la diferencia de velocidad entre esas galaxias y nosotros, debido a la expansión del espacio, reduce la eficacia del motor Bussard más de lo que decrece la cantidad de desaceleración necesaria.
Había recuperado los hábitos profesionales.
—En el mejor de los casos, saldríamos al otro lado del clan, después de unos seis meses de tiempo de la nave en desaceleración, con una tau que seguiría siendo del orden de diez a la menos tres o menos cuatro. No podría realizarse ningún cambio importante de velocidad en el espacio más allá, ya que sería espacio interclan. Por tanto, antes de morir de viejos nos sería imposible llegar a otro clan, dado el alto valor de tau.
La voz pomposa se detuvo, y los ojos pequeños parecían expectantes. Reymont lo miró, más que nada para no tener que soportar la mirada vacía y triste de Telander.
—¿Por qué me lo cuentan a mí y no a Lindgren? —preguntó.
La ternura convirtió a Elof Nilsson, por un instante, en otro hombre.
—Trabaja hasta la crueldad. ¿Qué podría hacer aquí? Pensé que era mejor dejarla dormir.
—Bien, ¿qué puedo hacer yo?
—Déme… dénos… consejo —dijo Telander.
—Pero señor, ¡usted es el capitán!
—Ya lo hemos discutido antes, Carl. Supongo que puedo tomar decisiones, dar órdenes y establecer la rutina que nos llevaría corriendo por el espacio. —Telander extendió las manos. Temblaban como hojas en otoño—. Más que eso ya no puedo hacer, Carl. Ya no me quedan fuerzas. Debe decírselo a nuestros compañeros.
—¿Decirles que hemos fallado? —dijo Reymont rechinando los dientes—. ¿Decirles que a pesar de todo lo que hemos hecho estamos condenados a correr hasta que nos volvamos locos y muramos? No pide mucho de mí, ¿no, capitán?
—Puede que las noticias no sean tan malas —le dijo Nilsson.
Reymont intentó agarrarlo, falló y quedó colgado en el aire con un rugido en la garganta.
—¿Tenemos alguna esperanza? —pudo decir al final.
El hombre gordo habló con una rapidez que convirtió su pedantería en el sonido de una corneta:
—Quizá. No tengo datos válidos. Las distancias son demasiado grandes. No podemos elegir otro clan galáctico determinado y apuntar a él. Lo veríamos con una imprecisión demasiado grande, y a través de demasiados millones de años de tiempo. Sin embargo, creo que podemos basar nuestra esperanza en las leyes de la probabilidad.
»Con el tiempo, en algún lugar acabaremos encontrando la configuración adecuada. Ya sea un clan especialmente grande por el que podamos establecer una ruta a través de su zona con mayor densidad de galaxias; o dos o tres clanes, muy cercanos, más o menos en línea recta, para que podamos pasar a través de ellos en sucesión; o uno cuya velocidad con respecto a nosotros resulte ser favorable. ¿Lo entiende? Si pudiésemos encontrar algo así, estaríamos en una situación razonable. Podríamos frenar en unos pocos años del tiempo de la nave.
—¿Cuáles son las posibilidades? —Las palabras de Reymont sonaron a metal.
Ahora Nilsson agitó la cabeza.
—No puedo saberlo. Quizá no muy malas. Éste es un cosmos grande y variado. Si continuamos durante el tiempo suficiente, creo que tendremos una probabilidad finita de encontrar lo que necesitamos.
—¿Cuánto es suficiente tiempo? —Reymont le hizo un gesto para que se detuviese—. No se moleste en contestar. Lo sé. Del orden de miles de millones de años. Diez mil millones, quizás. Eso quiere decir que necesitamos una tau aún menor. Una tau tan baja que podremos de hecho circunnavegar el universo… en años o en meses. Y eso a su vez significa que no podremos comenzar a desacelerar al entrar en el clan frente a nosotros. No. Aceleraremos de nuevo. Después de pasar a través, bien, deberíamos tener un período de caída libre en la nave más corto que el actual, hasta que lleguemos a otro clan. Probablemente allí, también encontrará que es aconsejable acelerar, haciendo que tau sea aún más pequeña. Sí, lo sé, será aún más difícil encontrar un lugar en el que podamos descansar; pero cualquier otro plan no nos deja ninguna probabilidad mensurable, ¿verdad?
»Espero que aprovecharemos cualquier oportunidad que encontremos para acelerar, hasta que hallemos un final del viaje que podamos usar, si alguna vez lo hacemos. ¿De acuerdo?
Telander tembló.
—¿Podremos soportarlo? —dijo.
—Debemos hacerlo —afirmó Reymont. Una vez más habló con decisión—. Buscaré una forma adecuada de dar la noticia. Estaba entre las posibilidades discutidas por casi todo el mundo. Eso ayuda. Tendré a algunos hombres de confianza preparados… no, no para la violencia. Listos para el liderazgo, la estabilidad y el estímulo. Y organizaremos un entrenamiento general para la ingravidez. No hay razón por la que tenga que causar problemas. Les enseñaremos hasta al último de esos terrícolas cómo manearse en cero g. Cómo dormir. Por Dios, ¡les enseñaremos a tener esperanza! —Hizo chocar las palmas como el sonido de un disparo.
—No olvide que también puede contar con algunas de las mujeres —dijo Nilsson.
—Sí. Por supuesto. Como Ingrid Lindgren.
—Sí, como ella.
—M-mm. Me temo que tendrá que ir a despertarla, Elof. Tenemos que reunir al núcleo, los de confianza, la gente que entiende a la gente. Reunirlos y planear. Empiecen a proponer nombres.
18
Las inmensidades del espacio-tiempo no pueden ser numeradas con los términos familiares del hombre. Tampoco se pueden contar honestamente por órdenes de magnitud. Para entenderlo, recapitulemos:
La Leonora Christine pasó la mayor parte de un año a un uno por ciento de la velocidad de la luz. El tiempo a bordo fue más o menos el mismo, porque el valor de tau sólo comenzó a caer cuanto la nave se acercó a C. Durante el período inicial, recorrió medio año luz de espacio, aproximadamente cinco billones de kilómetros.
A partir de entonces el descenso se hizo cada vez más rápido. Ayudada por la alta aceleración entonces posible, necesitó algo menos de dos años más, en su propio tiempo, para llegar a diez años luz de la Tierra. Allí fue dónde encontró la tragedia.
La decisión tomada de llegar hasta el cúmulo de galaxias de Virgo requería que obtuviese una tau suficiente para recorrer la distancia en un tiempo de a bordo tolerable. A aceleración máxima —un máximo que se incrementaba a medida que viajaba— dio media vuelta a la Vía Láctea y atravesó su núcleo en poco más de un año. Según el cosmos, le llevó más de cien milenios.
En las nubes de Sagitario, consiguió una tau que la llevó fuera de su galaxia nativa en pocos días. Entonces su gente descubrió que el vacío entre la familia de estrellas a la que pertenecía y al grupo de Virgo al que se dirigía no era suficiente. La nave debía salir del clan.
En el espacio intergaláctico, la Leonora Christine fue capaz de aumentar su velocidad. Le llevó semanas recorrer un par de millones de años luz hasta una galaxia vecina. Atravesándola en horas, consiguió tal energía cinética que recorrió una distancia similar en días… y empleó una semana más o menos en salir de su cúmulo original y alcanzar otro… que atravesó con bastante rapidez…
Recorrió el casi vacío total del espacio interclan y mientras tanto sus ingenieros repararon la unidad dañada. Aunque sin aceleración, sólo necesitó un par de meses para dejar doscientos o trescientos millones de años luz a su espalda.