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– Está siendo muy amable conmigo -musitó.

– Demasiado amable -dijo Alex.

Katherine le dirigió una mirada fugaz a su hijo y después se volvió hacia Dani.

– Esta noche conocerás al resto de la familia.

– Ya he conocido a Ian.

– Oh, Dios mío -Katherine sacudió la cabeza-. ¿Y ha dicho algo por lo que tenga que justificarme?

Dani se echó a reír.

– Creo que es genial.

– ¿Y?

– Quería saber si yo era una stripper.

– Dios mío, ese chico es incorregible. Te suplico que le disculpes.

– No, no, por favor, no tiene por qué disculparse -le dijo Dani-. Es un chico encantador, y muy divertido. Me ha caído muy bien -a diferencia de Alex, Ian había sido muy auténtico.

– Ian se enfrenta a la vida a su manera. Es un chico brillante. La universidad de Stanford le ha ofrecido una beca y también otras universidades. Como siga estudiando tanto, al final no sabremos de qué hablar con él.

Parecía muy orgullosa de su hijo.

Alex dio un sorbo a su bebida.

– Siempre podrás preguntarle por la última stripper.

Katherine suspiró.

– Debería haber adoptado solamente niñas.

Dani se echó a reír.

– Estoy segura de que le adora. Lo noto en su voz.

– Por supuesto que le adoro -respondió Katherine-. Es mi hijo.

Era maravilloso ver cómo le aceptaba. Los hijos de los Canfield tenían una gran suerte al poder contar con una mujer como ella. Y también Mark, claro.

– De momento les diremos que eres una amiga de la familia -continuó diciendo Katherine-, hasta que hayamos confirmado tu relación con Mark.

– Por supuesto -dijo Dani rápidamente-. Y en el caso de que al final resulte ser hija de Mark, no tenemos por qué decírselo a nadie. No quiero causar ningún problema.

Algo cambió en la mirada de Katherine, pero antes de que Dani hubiera podido descifrar lo que era, se oyeron pasos en las escaleras. Dani miró hacia la puerta y vio entrar a varios niños corriendo.

Todo el mundo sabía que los Canfield habían adoptado a niños con necesidades especiales cuando habían decidido adoptar. Dos de ellos, una adolescente y un chico algo mayor que ella, tenían el síndrome de Down. Las lesiones de los otros hijos eran menos visibles. Miró a Alex. Lo único que sabía sobre su pasado era que le habían adoptado cuando tenía ocho o nueve años. Se preguntaba cuál sería su verdadera historia y por qué le habría elegido Katherine.

Katherine abrió los brazos y los niños corrieron hacia ella, hablando todos a la vez. Katherine los saludaba y les acariciaba mientras hablaba a una preciosa niña de unos once o doce años.

Alex fue el siguiente. El grupo le rodeó para cubrirle de abrazos y bombardearle con decenas de preguntas.

– No me habías dicho que ibas a venir a cenar, ¿por qué no habías dicho nada?

– ¿Viste ayer el partido de los Mariner? Les dieron una buena paliza.

Al final, Alex se sentó a dos niños en el regazo y señaló a Dani.

– Tenemos compañía.

– Es verdad -confirmó Katherine-. Dani, éstos son mis hijos. A Alex ya le has conocido, por supuesto. Julie está en la universidad, así que no podrás conocerla esta noche. El siguiente es Bailey.

– Hola.

Bailey era la chica con síndrome de Down. Era pelirroja, de pelo rizado y tenía una enorme sonrisa.

– Me gusta tu pelo -le dijo Dani.

– Y a mí me gusta el tuyo. Me gustaría cortármelo como tú -Bailey se mecía ligeramente mientras hablaba sin elevar mucho la voz.

Dani negó con la cabeza.

– Hazme caso, tu pelo es mucho más bonito que el mío. Yo en tu lugar no me haría nada.

Bailey se sonrojó ligeramente e inclinó la cabeza.

Katherine miró a Dani un instante y continuó con las presentaciones. A Trisha, que no oía, a Quinn, con serias dificultades para hablar y después a Oliver, el otro hijo con síndrome de Down.

– La más pequeña es Sasha -le explicó Katherine mientras sentaba a la pequeña en el sofá.

Sasha suspiró resignada.

– Siempre soy la última. Odio ser la última. Yo quiero ser la primera.

– Eres la pequeña -respondió Bailey-, a todo el mundo le gustan los pequeños.

– Pero yo quiero ser la mayor.

Dani se agachó al lado de Sasha.

– Yo también soy la pequeña de mi familia. Tengo tres hermanos mayores. A veces está bien, pero otras no me cuentan nada. Y eso lo odio.

Sasha asintió con gesto vehemente.

– A mí me pasa lo mismo.

Alex no se dio cuenta de lo tenso que estaba hasta que comenzó a relajarse. Fueran cuales fueran las intenciones de Dani, con los niños lo estaba haciendo maravillosamente. A diferencia de su ex esposa, que jamás había sabido cómo tratar a sus hermanos. Por lo menos había tenido el buen gusto de marcharse. Porque tener a Fiona en la mesa habría supuesto un nuevo elemento de tensión.

Mientras miraba a sus hermanos, se recordó que la vida no siempre trataba bien a todo el mundo. De alguna manera, Ian era el que más fácil lo tenía. Todo el mundo era consciente de que tenía un problema en cuanto lo veía y, a partir de ahí, le aceptaban o le rechazaban al instante. Pero para otros niños, como Trisha o Sasha, que eran seropositivos, las cosas podían ser mucho más complicadas.

Observó a Bailey, que a su vez contemplaba atentamente a Dani.

Su hermana parecía encantada con aquella invitada. Y no debería extrañarle. Bailey tenía casi quince años, estaba comenzando a crecer.

Oliver se sacó un muñeco del bolsillo y se lo enseñó a Dani. Esta se inclinó para estudiarlo con atención mientras escuchaba atentamente la explicación de Oliver sobre todos los poderes de aquel muñeco.

Miró a Katherine, que hablaba con Trisha utilizando el lenguaje de signos.

¿Qué pensaría su madre de todo aquello? ¿Era eso lo que esperaba? ¿Estaría siendo sincera o todo aquello no era nada más que una actuación?

Se abrió en ese momento la puerta del despacho de su padre y entró Mark en el salón. Todos sus hijos corrieron inmediatamente hacia él, reclamando su atención. Mark les dirigió a Alex y a Katherine una sonrisa ausente y miró después a Dani. Por un instante, pareció haberse olvidado de dónde estaba. Después sonrió.

– Estás aquí, Dani.

Katherine se levantó.

– ¿Por qué no empezamos a cenar? Alex, ¿puedes acompañar a nuestra invitada?

– Por supuesto.

Alex se acercó a Dani y le ofreció el brazo.

– ¿Siempre eres tan formal, o ésta es una forma de asegurarte de que no me lleve nada?

Era una mujer de mucho carácter, pensó Alex. Y, al parecer, no le tenía ningún miedo. Cuando alzó la mirada hacia él, se fijó en que tenía unos ojos enormes, rodeados de largas pestañas. Sonreía con facilidad y tenía la clase de boca que hacía que un hombre…

Alex detuvo inmediatamente el rumbo de sus pensamientos. ¿Qué demonios estaba pensando? ¿Que era una mujer atractiva? ¿Que le gustaba?

No, era completamente imposible, se dijo a sí mismo. Aquella mujer era el enemigo incluso en el caso de que no pretendiera serlo. Lo único que iba a llevar a su casa eran problemas y no tenía ninguna intención de involucrarse con ella. De hecho, a esas alturas de su vida, no tenía ganas de mantener una relación con nadie. No estaba dispuesto a tropezar dos veces con la misma piedra.

Después de cenar, Mark condujo a Dani a su despacho. Ella fue encantada. Aunque había disfrutado de la cena y de lo animado de la conversación, había sido en todo momento consciente de la atención que le prestaba Alex y de la forma en la que Katherine estudiaba todos sus gestos. Estaba emocionalmente agotada por la energía que desplegaba aquella familia y por el esfuerzo que estaba haciendo para que todo saliera bien.

– ¿Qué te ha parecido? -le preguntó Mark, después de sentare en una butaca de cuero negro que, Dani sospechaba, debía de ser su favorita.