– Merece la pena. Además, tú eres rico. Puedes permitírtelo.
Alex arqueó las cejas.
– ¿Estás dando por sentado que voy a pagar yo?
– Has sido tú el que me has invitado a cenar contigo.
– Pero tú trabajas aquí.
– Genial, así que lo que quieres es aprovecharte de que a mí me hacen descuento.
Alex asintió.
– Por supuesto -le tendió el cesto del pan-. ¿Te gusta trabajar aquí?
Al formular aquella pregunta, estaba dándole a entender que sabía que era un trabajo nuevo. Y a Dani no le sorprendió que lo supiera. El guardián del castillo debía de haber investigado todas y cada una de las facetas de su vida.
– Me gusta mucho. Tanto Bernie como su madre son geniales. Sé que todo el mundo dice que mamá Giuseppe es capaz de volver loco a cualquiera, pero yo la encuentro muy divertida. Los camareros y los cocineros la temen. Me gusta la comida que se prepara aquí, los empleados y los jefes. Espero durar mucho tiempo.
– ¿Por qué te dedicas al negocio de la restauración?
– La verdad es que nunca me he imaginado haciendo ninguna otra cosa. Crecí como una Buchanan. Podía decir que lo llevo en la sangre, pero no sería cierto. Es lo único que sé hacer. ¿Tú por qué estudiaste Derecho?
– Estaba buscando la mejor manera de ser un canalla despiadado. Sabía que estudiar derecho era la mejor manera de conseguirlo.
Dani le fulminó con la mirada.
– Yo he contestado en serio a tu pregunta.
– Tienes razón. El caso era que quería hacer las cosas bien. Estar en el lado bueno de la ley. Y para eso, necesitaba conocerla.
Aquella respuesta la sorprendió.
– ¿Te consideras a ti mismo un idealista?
– ¿Por qué no?
– Trabajas para una corporación y ahora mismo estás trabajando en una campaña electoral. ¿Dónde has dejado tu idealismo?
– Lo utilizo para demostrar que la democracia sigue viva y saludable.
– Y también la necesidad de reunir montones de dólares para poder sacar adelante una campaña.
– Creo que todavía estamos en condiciones de cambiar el mundo, ya sea a nivel individual o social.
Estaba hablando en serio, algo que Dani no esperaba.
– Estoy empezando a preocuparme. Lo último que quiero es que me caigas bien.
– Soy un hombre encantador.
– No conmigo.
– Contigo despliego un encanto más sutil.
En ese momento, apareció Eddie con la botella de vino. Después de que la abriera, Dani vaciló, como si no supiera si debía ser ella la que lo probara.
Alex la señaló con un gesto.
– Por favor, estás en tu casa.
Dani miró a Eddie y éste le sirvió un poco de vino. Dani lo hizo girar en la copa, aspiró su aroma y después lo probó.
– Gracias.
Eddie sirvió el vino y se marchó.
Alex probó su copa.
– Muy rico -dijo.
– Me encanta -le dijo Dani.
Le miró con atención. Tenía la sensación de que conocía el motivo de aquella visita. Lo que no sabía era si aquella repentina amabilidad significaba que era hija de Mark o no.
– Estás siendo muy amable, aunque me temo que de una forma un tanto retorcida -le dijo, decidiendo que no tenía ninguna razón para ser más sutil-. Ya han pasado dos días, así que supongo que tienes los resultados. Ahora mismo, estoy intentando decidir de qué manera encajan tu presencia aquí y tu intención de conocerme mejor con ese resultado.
El buen humor de Alex desapareció como por arte de magia.
– Las prueban demuestran que eres hija de Mark Canfield.
Dani dejó su copa sobre la mesa y se preparó para sentir una oleada intensa de emoción. Pero no sintió nada. Ni felicidad, ni euforia. No sentía nada.
– Muy bien -dijo lentamente, preguntándose en silencio si sus sentimientos serían de efectos retardados-. Me alegro de saberlo.
– ¿Vas a contárselo a la prensa?
A Dani no le sorprendió la rudeza de la pregunta. Aquél era el Alex que ella recordaba.
– ¿Tú qué crees? -le preguntó-. Supongo que has tenido tiempo más que suficiente para investigar mi pasado, entrevistar a mis amigos y pincharme el teléfono. ¿Crees que voy a contárselo a la prensa?
Era incapaz de interpretar la mirada de su interlocutor. Por su expresión, lo mismo podía estar pensando en su trabajo que en diferentes maneras de asesinarla.
¿De qué manera le habría afectado a él la noticia? Él era un hijo adoptado y ella una hija biológica. ¿Le molestaría o era tan insignificante para él que ni siquiera eso le producía ninguna emoción?
– Tienes dinero o, por lo menos acceso a él -dijo Alex por fin-, así que no es ésa la razón por la que has decidido acercarte al senador. Tampoco creo que estés buscando publicidad.
– A regañadientes, pero por lo menos lo estás reconociendo -musitó Dani mientras tomaba un pedazo de pan y le untaba mantequilla de ajo-. Estoy profundamente conmovida, Alex. Creo que incluso podría llorar.
– Tengo motivos para recelar. Entre muchos otros, el momento en el que has aparecido.
– Me puse en contacto con el senador, como tú le llamas, a los pocos días de enterarme de que podía ser mi padre.
– Si tú lo dices…
Dani suspiró.
– Me gustas más cuando no piensas lo peor de mí.
– ¿Sabes el efecto que podría tener un escándalo como éste en la campaña? -le preguntó Alex-. Podía destrozar todo el trabajo que hemos estado haciendo hasta ahora.
Dani inclinó la cabeza.
– Si estuviera buscando notoriedad, ¿no crees que habría elegido otro momento para dar la noticia? Sería mucho más escandaloso aparecer cuando mi padre hubiera sido elegido presidente.
– Un razonamiento interesante.
– Soy una persona interesante.
Alex se encogió de hombros.
– Eso parece.
Vaya, eso sí que no se lo esperaba. ¿Sería posible que, a pesar de todo, a Alex le gustara? Sin saber muy bien por qué, encontraba reconfortante aquella posibilidad.
Se inclinó hacia él.
– Admítelo. Es posible que te hayas equivocado conmigo y que en el fondo yo sea una buena persona.
– Es posible.
– Bastante probable.
– A lo mejor.
Alex negó con la cabeza y sonrió.
– No eres una persona fácil, ¿verdad?
– Nunca lo he sido -contestó Dani, pero no estaba realmente concentrada en su propia respuesta.
En cambio, estaba completamente absorta en el cambio que la sonrisa había operado en el rostro de Alex. Por un instante, le había parecido un hombre divertido e infinitamente sexy.
Su interés por él era cada vez mayor. El ambiente se cargó de pronto de expectación y una repentina oleada de calor interno le hizo estremecerse.
Reconocía los síntomas: se sentía atraída por un hombre. Algo que se había jurado no volver a hacer jamás. O, por lo menos, hasta que dejaran de atraerle los hombres que no debían.
Alex podía no ser un mentiroso o un tipo que acabara de consagrarse a Dios, pero era el hijo adoptado de su padre biológico y, además, estaba profundamente involucrado en la campaña electoral de un político. Tener cualquier tipo de relación con él sería una locura completamente ilógica.
Pero no tenía ninguna importancia. Alex no tenía ningún interés en ella. Probablemente ni siquiera se había fijado en que era una mujer. Sencillamente, para él era un problema.
De modo que Dani decidió comportarse sensatamente, ignorar lo que le decían sus hormonas, fingir que Alex era un tipo encantador, pero asexuado por lo que a ella se refería y disfrutar de una cena exquisita acompañada por un fiero centinela.
– Me cuesta pensar que de verdad creas una cosa así -dijo Alex cuando Eddie les retiró los platos.
– ¿Por qué no? -preguntó Dani. La diversión brillaba en sus ojos castaños-. Los ricos pueden permitírselo todo. Me parece que tendría mucho sentido que todos aquéllos que ganan más de quinientos mil dólares al año apoyaran a algún niño con problemas económicos.