– Todo ha terminado -dijo Fiona casi sin voz.
Katherine retrocedió ligeramente y sacudió la cabeza.
– Todo habrá terminado si de verdad dejas de intentarlo. Alex es un buen hombre, si renuncias ahora a él, lo perderás. A veces hay que continuar amando incluso en los momentos más duros. No es fácil, pero no se puede hacer otra cosa. No renuncies a la esperanza, Fiona. Estoy segura de que puedes conseguir que Alex vuelva a tu lado. Lo sé y haré todo lo que pueda para ayudarte.
Capítulo 8
Dani estaba sentada en una mesa apartada del Daily Grind, esperando a Alex. No podía evitar acordarse de sus encuentros con Gary, de cómo se habían conocido en un Daily Grind diferente y de lo desastrosamente que había terminado todo. Todavía se sentía un poco culpable por haber puesto fin a su relación cuando había descubierto que acababa de dejar el sacerdocio. Quizá una mujer con más corazón que ella habría luchado para que su relación saliera adelante. Pero ella sólo había sido capaz de pensar que aquél era un mensaje muy claro de que Dios quería que dejara de salir con Gary.
Todo lo cual no tenía absolutamente nada que ver con Alex, pero sí con el nudo de anticipación que sentía en el estómago. Estaba deseando verle otra vez. Llevaba esperando aquel encuentro desde que Alex la había llamado y le había preguntado que si podía tomarse un café con él. Y esos sentimientos representaban un serio problema.
Una relación entre ellos sería un desastre de dimensiones descomunales y ella lo sabía todo sobre relaciones que terminaban de manera desastrosa. Pero se habían besado y ella se estremecía cada vez que pensaba en él. Tal como se estaban desarrollando las cosas, lo único que necesitaba era un iceberg y un barco llamado Titanic para completar el día.
Bebió un sorbo de café e intentó no reaccionar cuando vio entrar a Alex en la tienda. Alex miró a su alrededor, la vio y le sonrió. Inmediatamente, todo el cuerpo de Dani se puso en alerta. Sintió cómo se ruborizaba y comenzó a necesitar moverse como una adolescente nerviosa; síntoma todo ello de que tenía un serio problema.
Después de pedirse un exprés doble, Alex se acercó a la mesa.
– Gracias por haber accedido a quedar conmigo -dijo mientras se sentaba.
– De nada, ¿qué ha pasado?
– Te has convertido en el tema de todas las reuniones de esta mañana y creemos haber encontrado ya una solución a nuestro problema.
El problema era ella.
– ¿Y crees que me gustará?
– No. Hemos pensado que Katherine y tú deberíais aparecer juntas en un acto benéfico. En algo importante, espectacular, un acto en el que haya mucha prensa. Si aparecéis presentando un frente unido, todo el atractivo y el morbo de la historia desaparecerá.
Dani se le quedó mirando fijamente. Tuviera o no unos ojos preciosos, tenía que estar completamente loco. Sintió de pronto un pánico casi insuperable.
– ¿Quieres que aparezca en público con tu madre? ¿En un acto benéfico? ¿Como un almuerzo de grandes damas o algo parecido?
– Sí, las dos hablaréis y será…
Dani alzó las manos pidiendo tiempo.
– No digas nada más. Yo no hablo en público. No lo he hecho jamás en mi vida. Siento haber causado problemas y haber perjudicado a tu padre, y me gustaría poder hacer algo para enmendar las cosas, ¿pero no bastaría con que ayudara a ensobrar o algo parecido?
– No, Dani, no puedes decir que no. Esto es importante. Eres la hija del senador. Este tipo de cosas son las que se tienen que hacer por la familia.
No había un ápice de calidez en su mirada. Era como si hubiera vuelto a convertirse en el dragón y ella fuera una sierva despreciable que acabara de interponerse en su camino.
Dani quería protestar, decir que en realidad no era familia de Mark, que entre ellos sólo había una relación estrictamente biológica.
– No puedo. Jamás en mi vida he hablado en público. Y se me haría muy raro estar con tu madre en esas circunstancias.
Por no decir que sería terriblemente embarazoso. Katherine le gustaba. No quería hacer nada que pudiera ponerle en evidencia.
– Dani, esto no es una opción -replicó Alex en un tono casi de impaciencia-. Es lo mejor que podemos hacer. Ya hemos hablado con mi madre y ella está dispuesta a seguir adelante con esto. Para ella es mucho más duro que para ti. Tú eres la hija desconocida del senador. Katherine es sólo la esposa. ¿Eres consciente de lo que ha supuesto tu aparición para ella? Hace dos semanas era una mujer respetada y admirada por haber adoptado a un puñado de niños con dificultades a los que ha sabido cuidar y querer como si fueran propios. Ahora mucha gente especula, dice que no podía tener hijos y que lo único que hizo fue intentar hacer de la necesidad virtud.
Dani comprendía lo que le estaba diciendo, pero no le gustaba que le hablaran en ese tono.
– No soy una niña caprichosa -replicó-. No necesito que me recuerden cuáles son mis responsabilidades. Respeto a Katherine y siento que todo esto sea un inconveniente para ella. Pero te estás olvidando de algo muy importante. Yo no he pedido nada de esto y tampoco he sido yo la que ha filtrado esa información a la prensa.
– Dani…
– Todavía no he terminado -le interrumpió-. Te presentas aquí para decirme que tengo que participar en un acto benéfico y hablar delante de sólo Dios sabe cuánta gente. Después, como no salto de alegría ante tu sugerencia, me tratas como si fuera una adolescente que le ha quitado el coche a su padre sin permiso. No soy la mala de la película, Alex. Dame un poco de tiempo para ir asimilando todo esto, ¿de acuerdo?
Se preparó para la virulencia de su respuesta y se quedó estupefacta al ver que Alex se limitaba a reclinarse en la silla y a decir:
– Tienes razón, lo siento.
Dani parpadeó varias veces.
– ¿Perdón?
– Lo siento. Te lo he dicho todo sin darte tiempo a pensar en ello. Debería haber dejado que fueras acostumbrándote a la idea.
Vaya, aquello era algo completamente inesperado. Y muy humano por parte de Alex.
– Sí, deberías haberme dado tiempo. Probablemente termine diciendo que sí, pero necesito tiempo para hacerme a la idea y espacio para gritar de rabia por todo esto.
– Me parece justo.
La tensión parecía haberse disipado. Dani le miró en silencio.
– Katherine tiene suerte de tenerte de su lado. Eres muy leal.
– Le debo todo.
– Ésa es una frase muy radical.
– Pero es verdad.
Alex se interrumpió. No estaba muy seguro de qué debería decir a continuación. Intrigada, Dani se inclinó hacia delante.
– ¿Por qué a Katherine? -le preguntó-. ¿Por qué no a Mark?
– Porque fue ella la que me salvó -tomó aire-. Yo crecí en las calles de Seattle. Mi madre era drogadicta y sólo Dios sabe cuántas cosas más. Recurría a cualquier cosa para conseguir comida y droga. Me recuerdo siempre en la calle, pasando frío, mojado y asustado. Vivíamos en edificios abandonados en invierno y en la calle en verano. Cuando ella tenía que dedicarse a sus negocios… -esbozó una mueca-. Todavía recuerdo cómo lo decía, «mamá tiene que dedicarse a sus cosas», yo tenía que esconderme. Ésa era la norma. Tenía que estar quieto y callado.
Dani deseó ser capaz de reprimir lo que sentía. No quería demostrar hasta qué punto estaba horrorizada. ¿Alex había empezado su vida en las calles? ¿Cómo era posible?
– Uno de esos tipos se puso furioso en una ocasión, no sé por qué. Comenzó a pegarle. Yo salí de mi escondite para intentar protegerla y él me dio tal golpe que me desmayé. Cuando recuperé la conciencia, descubrí que le había pegado hasta la muerte. No sé si pretendía matarla o fue un accidente, pero el caso es que la mató.