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– Tu madre nunca me dijo nada y jamás se me ocurrió pensar que hubiera podido quedarse embarazada.

¿Y si lo hubiera pensado?, se preguntó Dani. Pero antes de que hubiera podido formular la pregunta en voz alta, se abrió por segunda vez la puerta del despacho y entró Alex.

– Por lo menos ya tengo algunos datos sobre ella -dijo. Cruzó el despacho, se plantó delante de Dani y bajó la mirada hacia ella-. No ha cometido ningún delito.

– ¿Quieres decir que todavía no aparece el atraco al banco de la semana pasada?

– Para mí esta situación no tiene nada de divertido -le dijo Alex.

Dani se levantó. A pesar de la altura de sus tacones, continuaba siendo unos quince centímetros más baja que él.

– ¿Y crees que a mí me parece divertida? Me he pasado toda la vida pensando que soy una persona y de pronto descubro que a lo mejor soy otra diferente. ¿Tienes idea de lo que es cuestionarse de esa manera tu propia existencia? Siento que mi búsqueda haya podido interferir en tu agenda.

Estaba furiosa. Alex lo veía en el fuego de sus ojos. Y también asustada. Intentaba disimular su miedo, pero era perfectamente visible, por lo memos para él. Siendo muy joven, había aprendido lo que era vivir constantemente aterrorizado y eso le había capacitado para reconocer el miedo en los demás.

¿Pero de verdad sería quien decía ser? El momento en el que había aparecido le hacía mostrarse más receloso de lo que habitualmente era; y Alex era, por naturaleza y por educación, un hombre extraordinariamente prudente. La gente se veía obligada a ganarse a pulso su confianza y, si alguna vez alguien le fallaba, rompía definitivamente con él.

Estudió con atención a Dani Buchanan, buscando algún posible parecido con el senador. Y sí, estaba allí, en su sonrisa y en la forma de su barbilla. ¿Pero cuántas personas que no tenían ninguna relación de sangre se parecían las unas a las otras? Dani podía haber averiguado que el senador había tenido una aventura con Marsha Buchanan y, a partir de ahí, haber decidido utilizar ese parecido a su favor.

– Bueno, habrá que hacer las pruebas de ADN -dijo con determinación.

– Por supuesto -contestó Dani, sosteniéndole la mirada-. Yo también quiero estar segura.

– Lo comprendo -dijo Mark mientras se levantaba-. Pero estoy seguro de que las pruebas confirmarán lo que ya sabemos. Y hasta que tengamos los resultados, Dani, me gustaría que fuéramos conociéndonos el uno al otro.

Dani esbozó una sonrisa esperanzada y aprensiva al mismo tiempo.

– Sí, a mí también. Podríamos salir a comer juntos o algo parecido.

– No conviene que os vean juntos en público.

Mark asintió.

– Sí, mi hijo tiene razón. Soy una figura pública. Si me vieran comiendo con una mujer joven y atractiva, la gente hablaría. Y estoy seguro de que ninguno de los dos queremos que pase nada parecido -pensó en qué otra posibilidad habría-. ¿Por qué no cenas en nuestra casa esta noche? Así conocerás al resto de la familia.

Dani se echó hacia atrás en el sofá.

– No creo que sea una buena idea -musitó-. Todavía no estoy preparada para una cosa así. Su mujer no sabe nada de mí y…

– Tonterías. Katherine es una mujer sorprendente. Estoy seguro de que lo comprenderá todo y te dará la bienvenida a la familia. Alex y Julie ya no viven en casa, pero todavía hay seis pequeños Canfield a los que querrás conocer -frunció el ceño-. En realidad, no son familia sanguínea. Todos nuestros hijos son adoptados, como probablemente ya sabes.

– Estuve investigando a la familia, sí -admitió Dani.

Y seguramente había descubierto que tenía mucho dinero, pensó Alex con cinismo.

– Podríais tener algunos encuentros aquí -propuso-, antes de llevar a Dani a casa.

Pero el senador ya había tomado una decisión y, cuando lo hacía, era difícil que diera marcha atrás.

– No, lo de la cena será mejor, Dani. De esa forma, podrías comprender cuanto antes el caos en el que estás a punto de meterte. Además, estoy seguro de que a Katherine le encantará conocerte -miró el reloj-. Tengo una reunión a la que no puedo llegar tarde. Alex, dale a Dani la dirección de casa. ¿Quedamos a las seis?

Alex asintió.

– ¿Se lo vas a contar tú a mamá o debería contárselo yo?

Mark consideró la pregunta.

– Se lo contaré yo. Procuraré llegar antes de lo normal -le sonrió a Dani-. Te veré esta noche entonces.

– Eh…, sí, claro -contestó Dani con la voz ligeramente temblorosa.

Mark salió del despacho.

Dani se aferró entonces a su bolso con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.

– Voy a conocer a toda la familia… No me esperaba algo así.

No, seguramente pretendía engañar a Mark sin necesidad de tener que enfrentarse al resto de sus hijos, pensó Alex malhumorado.

Dani se volvió hacia él.

– ¿No crees que todo esto podría molestar a tu madre? -cerró los ojos un instante y después los abrió-. Qué pregunta tan estúpida. Seguro que le molestará. Sé que no estaban juntos cuando tu padre estaba saliendo con mi madre, pero aun así… No creo que sea fácil de aceptar que tu pareja tiene un hijo del que hasta entonces tú no sabías nada.

– Un poco tarde para ese tipo de reflexiones, ¿no crees?

Dani inclinó la cabeza.

– No te gusto.

– Me temo que no te gustaría saber lo que pienso de ti.

Para sorpresa de Mark, Dani esbozó una sonrisa.

– Oh, me lo imagino perfectamente.

– No creo.

Alex no conseguía asustarla, algo que le irritaba. Estaba acostumbrado a que la gente le considerara una persona intimidante.

– ¿Cuándo podré hacerme la prueba de ADN? -le preguntó Dani-. Porque supongo que querrás ser tú el que contrate el laboratorio.

– Esta misma noche irá a casa alguien de un laboratorio.

– ¿Y te conformarás con que me pasen un algodón por la mejilla o quieres que me partan en cuatro?

– No pretendo hacerte ningún daño -se defendió Alex.

– No, sólo quieres que desaparezca -suspiró-. Me gustaría poder hacerte creer que sólo estoy buscando a mi padre. Necesito esa relación con él. No quiero nada de él, sólo conocerle. No soy vuestra enemiga.

– Eso sólo es lo que tú piensas -se acercó a ella, esperando hacerle retroceder, pero Dani no se movió de donde estaba-. No tienes la menor idea del lío en el que te has metido, Dani Buchanan -le dijo fríamente-. Esto no es un juego. Mi padre es senador de los Estados Unidos y quizá llegue a ser presidente. Hay muchas más cosas en juego de las que puedes imaginar. No pienso permitir que lo comprometas de ninguna de las maneras. No soy el único dragón que protege este castillo, pero sí el que más debería preocuparte.

Dani se inclinó hacia él.

– No me asustas.

– Pero lo haré.

– No, no lo harás. Estás convencido de que pretendo otra cosa, y por eso quieres presionarme, pero te equivocas -se colocó el bolso en el hombro-. Respeto lo que haces. Si yo estuviera en tu lugar, actuaría como lo estás haciendo tú. Proteger a la familia me parece algo muy importante. Pero ten cuidado; procura no llevar demasiado lejos las cosas. No pareces un hombre al que le guste disculparse y odiaría tener que verte arrastrándote ante mí cuando descubras que estás equivocado.

Tenía agallas. Por lo menos eso tenía que respetárselo.

– Supongo que te encantaría verme arrastrándome a tus pies.

Dani sonrió.

– Desde luego. Pero yo por lo menos he intentado ser educada.

Capítulo 2

Dani cruzó el salón principal del Bella Roma. Ya habían puesto las mesas, con los manteles de lino blanco y los centros de flores. Se detuvo al lado de una de ellas, tomó un par de copas y las expuso a la luz. Estaban resplandecientes.

Sólo llevaba un par de semanas trabajando en aquel restaurante, lo que significaba que todavía estaba en una situación peligrosa. La buena noticia era que el Bella Roma era un restaurante bien dirigido, con unos empleados excelentes y una carta magnífica. Y una noticia mejor todavía era que Bernie, su jefe, era un hombre con el que le encantaba trabajar.