Se acercó a la puerta del vestidor.
– He estado hablando con Dani sobre nuestra aparición en un acto benéfico. Está un poco nerviosa, pero creo que lo hará bien.
– Estupendo -contestó Mark sin mirarla siquiera-. ¿Sabes si mi traje negro de rayas está en la tintorería?
Aquella pregunta tan inocente consiguió llenarle los ojos de lágrimas.
– ¿Eso es todo? ¿Lo único que puedes decir es «estupendo»? ¿No tienes idea del daño que me está haciendo todo esto? ¿No comprendes que estoy destrozada por lo que la presencia de esa mujer significa?
Mark frunció el ceño.
– ¿Qué quieres que diga?
Quería que dijera que siempre la amaría. Que ella era lo más importante de su vida. Que jamás había querido a otra mujer. Quería oírle decir palabras que, estaba segura, Mark nunca pronunciaría.
Se volvió y susurró:
– No importa.
Era consciente de que aquélla era una batalla perdida. De que Mark nunca la amaría como ella le amaba a él. Que nunca la desearía como ella le deseaba. Llevaba años intentando asumirlo, pero siempre fracasaba.
– Claro que importa.
Mark se colocó tras ella y posó la mano en su hombro.
– Claro que importa. No sé qué decir. Katherine, fuiste tú la que decidiste poner fin a nuestro compromiso hace años. Fuiste tú la que me dejaste, la que me pidió que me fuera.
Katherine asintió, porque sabía que era cierto. Continuaba sintiendo en los ojos el escozor de las lágrimas.
– Se suponía que no tenías que enamorarte de nadie más. Se suponía que tenías que echarme de menos.
– Y te eché de menos.
– Pero no tanto como para no tener una aventura con esa mujer. Yo estaba destrozada, Mark -se volvió para mirarle a la cara-. No soportaba tener que decirte que no podía tener hijos. No quería verte mirándome con compasión, no quería que eso te obligara a abandonarme. Por eso te dejé. Pero jamás dejé de amarte. Ésa es la razón por la que volví a tu lado, por la que volé hasta donde estabas y te pedí una segunda oportunidad. ¿Eres consciente de lo difícil que fue para mí decirte que no podía tener hijos?
Mark le tomó las manos y la miró confundido.
– Pero a mí no me importó. Te dije que no me importaba y era cierto. Te quería, Katherine. Todavía te quiero.
– Pero también la querías a ella.
– Eso terminó.
¿Pero de verdad era cierto?
Katherine liberó sus manos y se dirigió al dormitorio. Una pregunta la perseguía día y noche: ¿por qué se había casado Mark con ella? Él era un hombre ambicioso y ella una mujer rica. Hasta que no se había enterado de lo de Marsha, había dado por sentado que realmente la había echado de menos. Pero después de saber que a los pocos días de haber roto con ella había comenzado a salir con una mujer, había comenzado a dudarlo. La aparición de Dani lo había cambiado todo.
¿Qué habría ocurrido si Marsha no hubiera puesto fin a su relación? ¿Habría vuelto Mark con ella en esas circunstancias? La verdad era que nunca lo sabría.
Mark regresó a su lado y la atrajo hacia él.
– Odio verte sufrir.
– Estoy bien -mintió Katherine.
Mark la abrazó, posó la mano en su cuello y la besó.
Katherine tuvo la impresión de que estaba intentando distraerla. Intentó ser fuerte, no dejarse arrastrar, pero le resultaba imposible. Con Mark nunca había sido capaz de resistirse. En el instante en el que rozó sus labios, lo único que deseó fue rendirse. La pasión la envolvió y se entregó por completo a su marido y a lo que le hacía sentir. Sabía que el dolor continuaría en su pecho a la mañana siguiente, pero de momento, le bastaba con aquella pasión compartida.
Alex supo que aquél iba a ser un día muy largo al ver que el único participante en la reunión que no era abogado era su padre.
Peter Aaron le mostró una carpeta cargada de documentos.
– Tenemos algún tiempo antes de que presenten cargos contra ti. Si hablamos con el fiscal del distrito, averiguaremos lo que se proponen.
– Lo que ellos quieren es montar un circo mediático -gruñó Mark-. Todo esto es política. Quieren hacer daño a la campaña. Maldita prensa.
– Tenemos muchas formas de abordar el problema -intervino Pete-. Necesitamos algunos detalles antes de elaborar un plan. Nuestros socios están muy interesados en el resultado de todo este asunto.
Alex mantuvo la expresión serena, neutral, pero por dentro le dominaban las ganas de tirar algo. O de golpear a alguien, que era precisamente lo que le había puesto en aquella complicada situación. Normalmente, no era una persona a la que le costara dominar el genio, pero en cuanto había un periodista de por medio, perdía la razón.
Odiaba todo aquello. Odiaba que lo mejor que pudieran conseguir en aquella situación fuera que le retiraran los cargos, y eso era poco probable que sucediera. Sabía que estaba perdido.
Pete Aaron era uno de los socios de la firma de abogados de Alex. Estaba trabajando en ese caso por una única razón: que Mark optaba a la presidencia. Si Mark resultaba elegido, entonces Alex ocuparía un lugar en la Casa Blanca y la firma se vería beneficiada por ello. Si Mark tenía que abandonar la campaña o no era elegido, Alex tenía la sensación de que podía ir despidiéndose de su carrera de abogado.
Lo que más le frustraba era que no parecía importar la razón por la que le había dado un puñetazo a aquel tipo. Nadie quería hablar de lo ruin que era utilizar a un niño para tener acceso a una información privada. Por supuesto, aquello también saldría en el juicio, pero en aquel momento era algo completamente secundario.
Los otros dos abogados continuaron hablando, Mark hizo también algún comentario, pero Alex ya no escuchaba. Estaban intentando urdir un plan y a él le correspondería seguirlo a rajatabla. Al fin y al cabo, estaba la presidencia en juego.
Pensó en el dolor que había visto en los ojos de Bailey al darse cuenta de que había hecho algo malo y supo que, si se dieran las mismas circunstancias, volvería a pegar a ese tipo fueran cuales fueran las consecuencias.
Estudió a su padre con atención. Mark adoraba la arena política. Si ganaban, iban a tener que estar metidos en ella durante mucho, mucho tiempo.
Capítulo 10
Dani condujo por el camino de la entrada sin estar muy segura de lo que iba a encontrarse al final. ¿Una mansión? ¿Una caravana? Sonrió para sí y contuvo la respiración cuando giró y se descubrió frente a un edificio de dos plantas, todo madera y cristal. Tenía la forma de un castillo de cuento, lo cuál debería haberle resultado extraño, pero, en realidad, le hizo sentirse como si estuviera adentrándose en una de sus fantasías arquitectónicas de la infancia.
Había unos escalones de piedra que conducían a un porche muy amplio y amueblado con sillas y un columpio. Unos árboles de gran altura acariciaban el cielo mientras que la exuberancia del jardín aportaba una calidad de ensueño al lugar.
No era exactamente lo que esperaba, pensó mientras agarraba la botella de vino que había comprado y salía del coche. Pero la verdad era que no sabía qué esperar cuando Alex le había llamado y le había invitado a cenar. Por lo menos, hacía ya varios días que había dejado de perseguirle la prensa. No había tenido que emplear ningún método de James Bond para conducir hasta allí sin que nadie la siguiera.
Subió los escalones. La puerta se abrió antes de que hubiera tenido tiempo de llamar, y allí estaba Alex. Muy atractivo, por cierto. Hasta entonces, Dani sólo le había visto vestido con traje, de modo que encontrárselo con los vaqueros y la sudadera fue toda una sorpresa. Aunque ella apreciaba un buen traje tanto como cualquiera, tenía que decir que un hombre capaz de parecer tan atractivo con unos simples vaqueros tenía mucho de especial.