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– ¿Cómo quién?

– No sé, como Hugh, por ejemplo.

– ¿Quieres decir que es posible que me pida algo?

– A lo mejor quiere que vuelvas con él. Estar casado con la hija del presidente no está nada mal.

En la mente de Dani apareció en ese momento la imagen de Fiona, pero pensó rápidamente en otra cosa.

– Hugh no es tan estúpido -le dijo-. Sabe que todo ha terminado. No pienso perdonarle nunca que me engañara y, además, no quiero volver con él. Hace tiempo que terminé de lamentarme por el fracaso de mi matrimonio y decidí que quería continuar con mí vida.

– Pero procura ser consciente de que podría pasar.

Dani pensó en los últimos hombres que habían formado parte de su vida. Sabía que Gary nunca le molestaría, pero Ryan era suficientemente estúpido como para intentarlo.

– ¿En qué estás pensando? -le preguntó Alex.

– En quién más podría aparecer.

– ¿Vas a dar nombres?

Hablaba sin ocultar su diversión, con un tono de voz tan increíblemente sexy que Dani habría sido capaz de confesar cualquier secreto de estado, o incluso de inventárselo si no supiera ninguno.

– Después de romper con Hugh, estuve saliendo con un tipo del Waterfront, uno de los restaurantes de mi familia.

– He comido alguna vez allí. Es muy bueno.

– Gracias. Contratamos a un director que es un chico encantador, divertido y además muy atractivo.

– Un canalla.

Dani se echó a reír.

– Pues la verdad es que sí. Tenía las palabras adecuadas para cada ocasión y yo decidí que podía ser el hombre que me ayudara a olvidar a mi ex marido.

– ¿Y lo fue?

– Eso y más. Justo cuando pensaba que estaba empezando a quererle de verdad, aparecieron su mujer y su hijo. Literalmente. Se presentaron un día en el restaurante.

– Vaya.

Alex la estaba mirando fijamente, pero ella no desvió la mirada. No tenía nada que ocultar. Todavía continuaba arrepintiéndose de haber sido tan estúpida, pero no guardaba ningún secreto.

– Lo que más me afectó, más que el engaño o la traición, fue lo que me dijo. No se le ocurrió otra cosa que decirme que sentía que tuviera que averiguarlo de esa forma. Fue increíble. ¿Cómo pretendía que lo averiguara? El caso es que estaba afectado y lamentaba que yo lo supiera, pero no se arrepentía en absoluto de haberme engañado.

– Algunos hombres son así.

– ¿Tú has engañado alguna vez a alguien?

– No.

Lo dijo con voz firme y serena y Dani le creyó.

– Me lo imaginaba -dejó la copa al lado de la de Dani-, así que en lo que respecta a mi relación con Ryan, fui una verdadera estúpida.

– ¿Por qué? ¿Cómo podías saber que iba a hacerte algo así?

– Podría haberle hecho más preguntas. Él estaba jugando conmigo, ¿no crees que debería haberme dado cuenta?

– Tú no juegas con la gente, ¿por qué ibas a esperar que lo hicieran otros?

– Tienes razón. Pero me sentí tan estúpida que me prometí no volver a salir nunca con ningún hombre.

– Pero lo hiciste.

– Sí. Con un chico que se llamaba Gary. Era un hombre callado y tan dulce que me hacía sentirme a salvo.

– ¿Te he comentado ya que era un canalla?

– No, ése era Ryan. Gary estaba muy lejos de ser un canalla. Me gustaba, pero no había ninguna química entre nosotros. Yo pensaba que eso podía ser bueno, que, al fin y al cabo, había sido la química lo que me había llevado a tener problemas con Ryan. Durante algún tiempo, llegué a pensar incluso que era gay.

Alex se echó a reír.

– No creo que eso sea algo que le guste escuchar a ningún hombre.

– Dímelo a mí. Aun así, él consiguió llevarlo todo con mucha elegancia y estilo y, cuando me pidió que saliera con él, le dije que sí.

Se interrumpió. No estaba muy segura de cómo llevar aquella conversación. Una cosa era contar algún secreto y otra muy diferente deleitarse en los detalles.

– ¿Y qué pasó?

Dani tomó aire.

– Un día entramos en un bonito restaurante de barrio que él conocía y no habíamos llegado a la barra cuando se acercó a nosotros una mujer y le llamó «padre».

Alex parecía confundido.

– ¿Y te enfadaste porque tenía hijos y no te lo había dicho?

– No, me quedé helada porque resulta que había sido sacerdote.

Alex se echó a reír y Dani le miró con los ojos entrecerrados.

– No tiene ninguna gracia -le advirtió.

– Claro que la tiene. Vamos, ¿un sacerdote? ¿Y eso fue en la primera cita?

– No, habíamos salido antes, pero no estoy segura de si él… bueno, ya sabes. No soy capaz de hablar de eso. Estoy segura de que eso le demostró mi falta de moral. El caso es que, en cuanto lo averigüé, comprendí que Dios me estaba mandando una señal. Se suponía que no debería estar con Gary, así que le dejé. Salí corriendo como el viento.

Alex volvió a reír y, en aquella ocasión, Dani se sumó a sus carcajadas.

– Casi lo siento por ese pobre tipo -admitió Alex.

– ¿Casi?

– No me gustaría que estuvieras con él.

Genial, pensó Dani mientras su mente comenzaba a conjurar todas las posibles maneras de terminar aquella frase: ¿porque eso significaría que en ese momento no estaría allí con él? Era a eso a lo que se refería, ¿verdad?

– Así que ésta ha sido mi lamentable vida amorosa durante estos años. Trágica, divertida y en absoluto parecida a lo que esperaba.

– Ha sido interesante -contestó Alex, alargando la mano hacia su copa-. Y mejor así que aburrida.

– Oh, no sé. Creo que es preferible aburrirse. Ahora ya conoces todos mis secretos, ¿no vas a contarme los tuyos?

La mirada de Alex se oscureció ligeramente.

– No ha habido nadie después de mi divorcio. Sólo unas cuantas citas que no me llevaron a ninguna parte.

¿Continuaría saliendo de vez en cuando con Fiona? ¿Seguiría viendo a su ex esposa?

– ¿Qué terminó con vuestro matrimonio? -le preguntó, consciente de que era una pregunta muy personal, pero imaginando que, de la misma manera que él le había preguntado, también tenía derecho a hacerlo ella.

– Me engañó -contestó Alex llanamente-. Entré en casa y la descubrí con un tipo. Ni siquiera sé quién es. No me molesté en averiguarlo.

Dani se le quedó mirando fijamente. No podía creer que Alex y ella tuvieran eso en común.

– Lo siento. Sé perfectamente lo que se siente. Yo también descubrí a Hugh. Fue así como me enteré.

– Lo estaban haciendo encima de la mesa del comedor.

– Hugh y su chica estaban en su despacho. Igualmente repugnante -sacudió la cabeza-. No soportaba sentirme traicionada. Si no hubiéramos empezado ya los trámites para el divorcio, le habría dejado.

– Eso fue lo que hice yo. En cuanto perdí la confianza en Fiona, decidí terminar. Ella quería arreglar las cosas, darle a nuestra relación una segunda oportunidad. Al igual que tu Ryan, sospecho que sólo se arrepentía de que la hubiera descubierto.

Dani contuvo la respiración.

– ¿Entonces no estás saliendo con ella?

– Por supuesto que no, ¿por qué lo preguntas?

– Hace poco me encontré con ella e insinuó que estabais retomando vuestra relación o, por lo menos, hablando de la posibilidad de hacerlo -también se lo había dicho Katherine, aunque Dani prefirió no decírselo.

– Ella es una de esas personas de las que te hablé -le dijo-. De esa clase de gente que disfruta estando cerca de los poderosos. Ahora está interesada en mí porque mi padre puede llegar a ser presidente.

– Es bueno saberlo. Gracias por decírmelo.

Apenas había luz en el jardín cubierto. En aquella oscuridad, los ojos de Dani parecían más negros que castaños. Aun así, Alex podía leer las infinitas emociones que cruzaban sus ojos, y la última era de evidente alivio.