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¿Estaría preocupado por Fiona? Sólo el cielo sabía lo que aquella bruja podía haberle dicho. Fiona era capaz de todo para conseguir lo que quería. En otra época, él mismo había admirado su determinación, pero últimamente ya no podía decir lo mismo.

Dani era diferente. Había en ella una honestidad que él apreciaba. Parecía dejarse llevar por el corazón, algo que podía causarle muchos problemas si no tenía cuidado. Por supuesto, no con él; él no tenía ninguna intención de hacerle daño, aunque no le importaría llegar a conocerla mejor. Sobre todo si conocerla mejor implicaba estar los dos desnudos.

Su cuerpo entero se tensó ante las imágenes que recreaba su mente. Después de su ruptura con Fiona, había tenido un par de relaciones esporádicas, pero no habían significado nada para él. Tampoco creía estar buscando nada más estable, pero a lo mejor se equivocaba.

– ¿En qué estás pensando? -le preguntó Dani-. Tienes una expresión muy extraña.

– En que has conseguido cambiar muchas cosas en muy poco tiempo.

Dani suspiró.

– Eso no es bueno, ¿verdad?

– ¿Por qué no? A lo mejor necesitábamos un cambio.

– Lo que necesita tu madre son unas vacaciones -dijo Dani-. Me duele mucho que todo esto le esté afectando. No debe de ser fácil para ella enfrentarse a todo lo que está pasando. Es una mujer fabulosa. Cuando sea mayor, quiero ser como ella.

– Ya eres mayor.

– No digas eso, porque entonces no podré tenerla como objetivo.

A Alex le gustó que Dani respetara a Katherine y que fuera consciente de lo dura que era aquella situación para su madre.

Pero no quería pasarse la noche hablando de ella.

– ¿Tienes hambre? -le preguntó-. ¿Quieres que empiece a prepararte la cena?

Dani se levantó.

– ¿Te refieres a calentarla?

– A lo que haga falta.

– Claro.

Dani regresó a la cocina, dejó la copa en el mostrador, giró y chocó contra Alex.

Alex alzó la mano en la que tenía su propia copa para evitar que se cayera. Dani también alargó la mano hacia ella, pero en vez de en la copa, su mano terminó en el pecho de Alex.

El deseo le golpeó con la sutileza de una bomba. Era una fuerza que le consumía, que le excitaba y amenazaba la capacidad de autocontrol que había desarrollado durante los últimos treinta años. Dani abrió los ojos como platos y contuvo la respiración con un gesto que le indujo a pensar a Alex que estaba sintiendo lo mismo que él.

– Sé lo que estás pensando -dijo mientras colocaba la copa al lado de la de Dani. Le agarró la mano que estaba posando en su pecho-. Crees que te he hecho venir aquí para poder acercarme a ti. Pero ¿sabes? En realidad hay una cena.

Una cena que podían posponer cuanto quisieran.

– Sí, lo de la cena no está mal -farfulló Dani-. Pero tú también me interesas. Eres un hombre atractivo y bueno.

¿Atractivo? ¿Bueno? Alex dejó caer la mano. Genial. Así que la pasión con la que creía haberla visto reaccionar sólo había sido producto de su imaginación.

Pero ¿y sus besos? Era evidente que estaba excitada. Había sentido su interés. Se negaba a creer que la química fuera sólo por su parte.

– No es que no quiera… acercarme a ti -continuó diciendo Dani-. Por supuesto, la tentación es muy grande. Pero está todo el asunto familiar. El potencial escándalo. Por no hablar de mi pasado. He aprendido a ser cautelosa. No tengo mucha suerte en las relaciones.

– ¿Me estás comparando con dos canallas y un sacerdote?

– Ex sacerdote, y no los estoy comparando contigo. Es sólo que no quiero volver a cometer un error. Sé que es injusto y que estás pagando tú por mis errores, pero ésa es la situación. Estoy empezando a pensar que la única manera en la que podría llegar a sentirme a salvo con un tipo otra vez sería teniendo yo el control absoluto de la situación. Y probablemente tendría que atarle primero.

Alex se inclinó contra el mostrador y asintió lentamente.

– Nunca lo he hecho, pero estoy abierto a esa posibilidad.

La cena estaba deliciosa. Un pollo bien especiado con puré de patatas y verduras. Dani no sabía de dónde lo había sacado Alex, pero quería el teléfono del restaurante. Aunque la verdad era que no había podido comer mucho. Continuaba en estado de shock. Primero por la condición que ella misma había puesto para acostarse con Alex y segundo porque Alex no había salido corriendo ante aquella posibilidad.

Dani sabía que aquel hombre podía ser peligroso para ella. Pero tenía la sensación de que le iba a resultar muy difícil quitárselo de la cabeza.

Después de cenar, fueron a sentarse al sofá del salón. La luz era tenue, la música seductora y el hombre irresistible. Humm, podría llegar a tener un serio problema en aquel ambiente, pensó Dani. Así que, ¿qué pensaba hacer al respecto?

Antes de que hubiera podido tomar una decisión, madura o no, Alex posó la mano en su cuello. Fue un contacto muy ligero, apenas le rozó la piel. Pero se le puso toda la carne de gallina y se descubrió deseando cambiar de postura para poder restregarse contra él.

Se volvió hacia Alex y vio que estaba más cerca de lo que pensaba. Suficientemente cerca como para que inclinarse hacia él y besarle tuviera todo el sentido del mundo.

Su boca era una combinación imposible de suavidad y firmeza. Era una boca perfecta para ser besada, y quizá para otras muchas cosas, pensó, imaginando cómo se sentiría al sentir la presión de sus labios en el resto de su cuerpo.

Alex posó la mano en su cuello y hundió los dedos en su pelo. Posó la otra mano en su cintura. Una vez más, fue una caricia delicada, en absoluto demandante. Sólo tentadora, muy tentadora.

Dani se estiró para acercarse a él, consciente de que, seguramente, ésas eran las intenciones de Alex. Hacerle desear hasta tal punto que pareciera ser ella la que tomaba las riendas de la situación. Definitivamente, era un hombre muy inteligente.

A pesar de la delicadeza del inicio de su beso, Dani retrocedió.

– Alex, yo… -Alex la miró a los ojos y vio arder el fuego en ellos. Un fuego ardiente que le hizo desear ser devorado por sus llamas-, en realidad quiero hacerlo.

– Estupendo, porque yo también.

– Pero hay ciertas complicaciones.

– Tengo preservativos.

– ¿Qué? No me refería a eso, aunque te agradezco que estés dispuesto a utilizarlos. Me refería a nosotros. A quiénes somos. Al hecho de que nuestras vidas estén interrelacionadas de esta forma. A mi terrible pasado.

Alex le sonrió y volvió a besarla otra vez.

– Estoy totalmente abierto a tus condiciones.

Dani tardó varios segundos en comprenderle.

– ¿A mis condiciones? -soltó un gritito de sorpresa-. A lo de atarte, ¿estás diciendo que quieres que te ate?

– Has sido tú la que lo ha propuesto.

– Si descubro que tienes unas esposas de terciopelo en tu mesilla de noche, salgo corriendo ahora mismo de aquí.

– Esposas no -contestó Alex, y volvió a besarla-. Pero tengo unas ataduras preciosas. De seda.

Sus bromas eran casi tan estimulantes como su boca. Dani se entregó a otro beso, dejando que el deseo la envolviera y derritiera en su calor el poco sentido común que le quedaba.

Eran muchas las cosas de Alex que le gustaban, y no había ninguna que no lo hiciera. Era soltero, divertido, estaba abierto a experiencias nuevas e interesado en ella. Le preocupaba su familia, actuaba de forma correcta, respetaba las promesas que hacía y no había engañado a su esposa. Además, no había sido sacerdote. Todo eran cosas a su favor.

Alex la envolvió con sus brazos y la estrechó contra él. Ella se dejó abrazar, disfrutando al sentir la dureza de su cuerpo contra el suyo. Le rodeó el cuello con los brazos y le besó, entreabriendo los labios y dejando que lo tomara todo de ella.

Dejó que su cuerpo se rindiera por completo, que se recreara en la diferencia que un hombre llevaba a la mesa… o la cama. Le gustaba sentir su musculatura plana y su creciente excitación. Y le gustaba sentir cómo se ablandaba y se humedecía su propio cuerpo en respuesta. Le gustaba imaginar lo que sería hacer el amor con él.