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Alex deslizaba la lengua sobre la suya, explorando, presionando, tomando. Después, se alejó de su boca y comenzó a cubrir de besos su barbilla. La mordisqueaba, la lamía, haciéndole jadear de placer. Avanzó después hasta su cuello, deteniéndose unos segundos en el lóbulo de su oreja. Cuando continuó descendiendo a lo largo del escote de su jersey, Dani se descubrió pensando que debería haberse puesto algo mucho más escotado.

Alex cambió de postura para poder estirarse en el sofá y colocar a Dani sobre él. Aquella postura le dio a Dani la sensación de ser ella la que tenía las riendas de la situación, una sensación que le gustaba.

– Hace calor aquí -musitó Alex mientras comenzaba a tirar de su jersey-, debes de estar muy caliente.

– En más de un sentido -bromeó ella.

Colaboró con él mientras se quitaba el jersey y se inclinó después para besarle mientras Alex deslizaba las manos por su espalda.

Las caricias de Alex sobre su piel parecieron encender un fuego en su interior; él las deslizaba desde su trasero hasta su espalda, invitándola a restregarse contra él.

Había demasiadas capas de ropa entre ellos para poder sentir con plenitud, pero la presión de la erección de Alex contra su sexo húmedo multiplicó la intensidad de su deseo.

Alex llevó las manos a su cintura y las subió después para desabrocharle el sujetador. Dani se lo quitó y se inclinó sobre Alex, dejando sus senos al descubierto.

– Menuda vista -musitó Alex mientras posaba las manos sobre sus senos.

Se movía lentamente, descubriendo sus curvas, provocándola, acercándose a sus pezones y rodeándolos sin tocarlos en ningún momento de verdad. Dani gemía de anticipación, pero en vez de acariciarla con los dedos, Alex se apoderó de uno de los pezones con la boca.

Succionó con delicadeza, sólo lo suficiente como para que Dani sintiera la conexión entre aquella zona erógena y la que se ocultaba entre sus piernas. Continuaba acariciándole el otro seno con la mano, provocando una sensación muy agradable, aunque no tan intensa como la de sus labios. El deseo crecía dentro de Dani y comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás contra su excitación, en un intento de ir aliviando su propia tensión.

Alex se dedicó entonces al otro seno, que succionó, lamió y mordisqueó hasta dejar a Dani sin aliento.

Más, pensaba Dani desesperada, necesitaba más.

– Alex…

Alex abrió los ojos, la miró y dijo:

– Creo que deberíamos cambiar el escenario de la fiesta.

Dani asintió y se puso de pie. Iba medio desnuda, pero apenas era consciente. Lo único que le importaba era que Alex parecía incapaz de apartar la mirada de ella.

Los dos se quitaron los zapatos, Alex le dio la mano y la condujo a lo largo del pasillo. Cuando llegaron al dormitorio, Alex tomó un mando a distancia y encendió una chimenea de gas.

Las llamas bastaron para iluminar el dormitorio. Los muebles grandes y de líneas muy masculinas y la cama enorme. Alex estrechó a Dani contra él y, a partir de aquel momento, lo único que le importó a ella fue el placer que sabía iban a darse el uno al otro.

Alex se quitó la sudadera y volvió a abrazarla. Piel contra piel, pensó Dani con un suspiro; por fin había llegado el momento de la verdad.

Alex le desabrochó los pantalones y se los bajó, aprovechando el mismo movimiento para quitarle las bragas. Continuaron besándose después; Dani salió de los pantalones e intentó retroceder, pero las piernas no parecían funcionarle como debían, probablemente porque Alex había deslizado la mano entre ellas.

«Tienes que llegar a la cama», se decía Dani. Sabía que allí todo sería mucho mejor. Pero le resultaba extremadamente difícil pensar en nada mientras Alex continuaba moviendo la mano hacia arriba y hacia abajo sobre el centro de su feminidad.

Alex continuó explorando su cuerpo y, cuando encontró el rincón mágico del placer, continuó acariciándola con movimientos rítmicos. Dani gimió y le mordisqueó el labio inferior.

– Me estás volviendo loca -susurró.

– Esa era precisamente mi intención.

Pero la soltó durante el tiempo suficiente como para que pudiera apartar las sábanas y sentarse en la cama. Dani se quitó entonces los calcetines y se tumbó sobre las sábanas frías.

Alex también tuvo que prepararse para el encuentro, pero terminó de desnudarse en unas décimas de segundo y se reunió con ella.

– ¿Por dónde íbamos? -le preguntó antes de abrazarla.

Dani se entregó a su abrazo, excitada, pero, al mismo tiempo, infinitamente más tranquila de lo que jamás habría creído posible. Estaba haciendo el amor con Alex y no tenía miedo, ni aprensión alguna. ¿A qué se debería?

En cualquier caso, era una pregunta estúpida, pensó mientras Alex le acariciaba los senos. Lo único que importaba en aquel momento era lo que aquel hombre era capaz de hacerle sentir.

Alex le hizo tumbarse de espaldas y comenzó a besar su cuerpo. Dani cerró los ojos y se dejó acariciar, tensándose y relajándose mientras Alex deslizaba la lengua por su vientre, sus caderas y sus muslos para abrirse después paso entre los rizos húmedos que ocultaban su sexo.

La caricia de su lengua era cálida, segura, la acariciaba con la presión suficiente como para hacerle quedarse sin respiración. Alex se movía lentamente, exploraba su cuerpo a conciencia, deteniéndose de vez en cuando hasta hacerle desear gritar de placer, y continuando después a un ritmo más rápido.

Le hacía el amor como un hombre que disfrutaba de lo que estaba haciendo.

El placer la abrasaba. Mientras Alex continuaba besando y acariciando aquel rincón tan íntimo, Dani alzaba las caderas, urgiéndole a continuar.

Más, pensaba a través del velo de la pasión. Necesitaba más. Pero Alex no parecía tener ninguna prisa por terminar su tarea. Continuaba tentándola con la lengua, sin aumentar apenas la velocidad de su beso. Dani tensó los músculos anticipando un orgasmo que todavía parecía lejos de llegar. Quería liberarse, llegar al placer final, pero todavía no había llegado el momento.

Alex continuó y continuó, volviéndola loca en el mejor de los sentidos. Dani sentía la piel tensa y sensible; los pechos los tenía tan henchidos que casi le dolían. Poco a poco iba acercándose al precipicio del orgasmo. Estaba tan cerca que parecía inevitable caer, pero aun así, continuaba allí, al borde mismo del precipicio, desesperada por dar el salto.

– Alex -susurró. «¡Haz algo», pensó.

Pero no lo dijo. Aquel viaje estaba siendo demasiado exquisito para interrumpirlo.

Alex cambió ligeramente de postura y Dani le sintió deslizar un dedo en su interior. Al mismo tiempo, succionó el centro de su feminidad y lo acarició con la lengua.

El orgasmo fue como una explosión. En cuestión de segundos, Dani pasó del máximo nivel de expectación al más absoluto de los placeres. Su cuerpo fue arrastrado por unas sensaciones tan intensas que pensó que jamás iba a poder regresar al mundo real.

Gritaba, jadeaba para poder respirar y se retorcía bajo sus caricias mientras él continuaba acariciándola, haciéndole disfrutar de hasta la última gota de placer.

Dani no podía moverse. Seguramente, no podría volver a moverse en toda su vida, lo cual no estaba nada mal. No si eso le permitía experimentar algo parecido por segunda vez.

Alex se puso de rodillas y alargó la mano hacia un preservativo. En cuanto terminó de ponérselo, comenzó a hundirse con mucho cuidado dentro de ella, llenándola y haciéndole estremecerse. A continuación, deslizó la mano entre ellos y la acarició lentamente.

Dani abrió la boca para decirle que no tenía por qué molestarse. Que ella ya había disfrutado más que suficiente. Además, estaba demasiado sensible.