– Lo siento mucho -dijo con la voz atragantada por el llanto-. Oh, Dani, se ha desmayado de pronto. Estaba tan bien. Hace un par de días estuvimos hablando de cuándo terminaría mi contrato. Desde que estabas allí, se sentía más segura por las noches. Organizaba sus comidas, las horas de fisioterapia, se administraba las medicinas. Estaba perfectamente.
Dani sabía que Kristie estaba intentando ayudar y, quizá también, sentirse ella mejor, pero para Dani, aquella conversación iba acompañada de un billete sin retorno a la tierra de la culpabilidad
Se había mudado a casa de Gloria y, seguramente, ella esperaba que pasara allí la noche. Sin embargo, la noche anterior no había vuelto a casa la había pasado con Alex. Y si quería ser sincera consigo misma, tenía que reconocer que desde que había llegado a la casa del hijo del senador, no había pensado ni una sola vez en su abuela.
Por supuesto, le había informado a Gloria de sus planes y ella le había dicho que disfrutara en tono de broma, pero ninguna de ellas esperaba que se quedara a pasar la noche con Alex.
Dani miró el reloj. Apenas eran las dos de la madrugada, pero era suficientemente tarde como para hacerle sentirse culpable.
– La culpa no ha sido tuya -le dijo a Kristie-, la culpa ha sido mía.
Lori negó con la cabeza.
– Ahora no vamos a discutir sobre eso. Ni tú ni yo podríamos habernos esperado una cosa así. Ni siquiera su médico había imaginado que pudiera pasar algo parecido. En cualquier caso, a lo mejor estaría bien que nos contaras qué es lo que ha pasado exactamente, para que así podamos saber hasta qué punto tenemos que preocuparnos.
Kristie se secó las lágrimas.
– Estás siendo muy lógica.
– Me parece que en este momento es lo que tenemos que hacer -replicó Lori.
– Pero no hace falta que me lo digas así.
Las dos mujeres se abrazaron.
Dani se alegró de que la discusión hubiera terminado, pero se sentía fatal. Se acercó a Cal y dejó que su hermano la abrazara.
– Debería haber estado en casa -musitó.
– ¿Quieres contarme dónde estabas? -le preguntó Cal.
– En realidad no. Lo único que importa es que me estaba divirtiendo.
Penny se acercó a ella y le dio una palmadita en el brazo.
– Déjalo ya. Tú no eres la culpable de lo que ha pasado y sentirte mal no va a servirte de nada. Lo que tenemos que hacer es esperar a oír lo que diga el médico.
Dani la miró con el ceño fruncido.
– Hablas igual que Lori.
– ¿De verdad? -Penny pareció muy complacida-. Porque me gusta mucho. Es una mujer muy sensata.
– ¿Estás insinuando que yo no lo soy? -gruñó Elissa mientras se acercaba a ellas-. Porque yo soy una mujer muy dura.
– Prácticamente de titanio -se mostró de acuerdo Walker mientras le pasaba el brazo por los hombros a su prometida.
– Por lo menos podemos ponernos histéricas juntas -dijo Dani, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarse.
Las ganas de llorar eran muy fuertes, pero estaba decidida a controlarlas. Quería mantener el control para estar preparada en el caso de que hubiera que hacer algo.
– Míralo por el lado bueno -dijo Reid-. La última vez que Gloria se desmayó, a nadie pareció importarle. Ahora estamos todos juntos, preocupados por ella. Eso tiene que ser bueno.
Dani asintió lentamente. Entendía el razonamiento de su hermano, pero, de alguna manera, todo era mucho más fácil cuando no se sentía tan unida a su abuela. Cuando no tenía tanto que perder.
Alex llegó a casa de sus padres a las seis de la mañana. Dani había llamado para decirle que todavía no se sabía nada de Gloria y, justo después de que hubiera colgado, el teléfono había vuelto a sonar. A esas horas, lo último que esperaba era una llamada de su padre.
– Tengo los periódicos de la mañana -le dijo Mark a modo de saludo-. ¿A qué hora podrías estar aquí?
Alex se sentó en la mesa de la cocina, enfrente de sus padres. Odiaba sentirse como si tuviera dieciséis años y acabaran de descubrirle haciendo alguna estupidez. La necesidad de comenzar a moverse nervioso y dar una explicación para justificarse eran abrumadoras, pero consiguió controlarse. Más difícil le resultó dejar de lado la sensación de que les había desilusionado.
Se recordó a sí mismo que era un abogado de éxito, que tenía ya treinta años y no tenía por qué dar explicaciones a nadie. Pero ni él mismo era capaz de creérselo.
Quería defenderse, pero ¿contra qué? De modo que se limitó a aceptar la taza de café que su madre le dio y esperó a que hiciera alguno de ellos el primer movimiento.
Ninguno parecía tener prisa por hablar. Había algo extraño en la mirada de Katherine, como una acusación velada, como si le estuviera preguntando por qué, de entre todas las mujeres posibles, había tenido que ser Dani.
Aquello tenía que ser especialmente doloroso para ella. Dani era la representación viviente de su fracaso. Si llegaba a tener una relación con Dani, lo único que conseguiría Alex sería hacer más profunda esa herida.
¿Si llegaba a tener una relación con ella? ¿Acaso no la había tenido ya?
– ¿Es verdad? -preguntó Mark-. Aparece una fotografía de Dani saliendo de tu casa a la una y media de la mañana. ¿De verdad es ella?
– Sí.
Mark miró a Katherine y volvió a mirar después a Alex.
– Tendremos que hacernos cargo de la situación. Convocaré una reunión a primera hora. Por favor, procura estar disponible -Mark se levantó y se fue.
A Alex no le gustaba la sensación de sentirse manejado de aquella manera, pero ¿qué se suponía que podía decir? Por supuesto, su vida personal era asunto suyo, pero si su padre pretendía optar a la presidencia del país y Dani era la hija biológica de Mark, había muchos asuntos de los que ocuparse.
– Menos mal que soy uno de los miembros de la campaña -comentó cuando su padre se marchó.
Su madre bebió un sorbo de café y dejó la taza sobre la mesa.
– Está nervioso, pero no enfadado.
– Ya lo sé.
Mark pocas veces lo estaba; pero su padre nunca se había sentido tan emocionalmente involucrado con su familia como su madre.
– Así que estás saliendo con ella -dijo Katherine en un tono extremadamente educado, como si le costara pronunciar esas palabras.
– Sí.
– ¿Y crees que es algo serio? -tensó la boca ligeramente y las manos le temblaban.
– Mamá, siento que esté sucediendo todo esto, y mucho más que te esté afectando a ti.
– Pero no te arrepientes de tu relación con Dani.
No era una pregunta.
– No.
Alex recordó la conversación que había mantenido con Dani la noche anterior. Habían estado hablando de que sus ex parejas lamentaban que los hubieran descubierto, pero en ningún momento se habían arrepentido de lo que habían hecho.
Aquello era diferente, se dijo a sí mismo. Pero aun así, había alguien que salía herido de aquella relación.
– Todavía no me has contestado si es algo serio o no -presionó Katherine.
Alex se encogió de hombros.
– Todavía no lo sé.
– Pero te estás acostando con ella.
Katherine era la mujer más sorprendente que Alex había conocido en su vida. Tenía clase, determinación y una capacidad de amor que nadie podía igualar. Sería capaz de morir por ella, pero no iba a dejar que dirigiera su vida.
– No pienso hablar de Dani -contestó con voz queda-. Por lo menos en este contexto.
– Ya entiendo.
Dos palabras. Dos simples palabras pronunciadas en un tono que estuvo a punto de desgarrarle el corazón. Era como si con su negativa a hablar, le estuviera diciendo a su madre que lo que ella pensara no tenía ninguna importancia.
– Sé que Dani es una complicación -dijo, intentando ceder un poco.
– Para todos nosotros. Supongo que eres consciente de las dificultades que esta relación implica.