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Pero saber que podría continuar durmiendo en su propia cama no cambiaba el hecho de que su futuro estaba en juego. Porque si le condenaban…

No quería ni pensar en ello. No quería pensar en la posibilidad de poner fin a su carrera de abogado. De la misma forma que tampoco quería pensar en la maldita suerte que tenía aquel periodista que iba a salir indemne de todo aquello a pesar de haber utilizado a Bailey de una forma tan despreciable. Porque, fuera cual fuera la sentencia, Alex se negaba a arrepentirse de lo que había hecho, que no era otra cosa que proteger a los suyos. Para él, eso era mucho más importante que su trabajo de abogado.

Pete miró el reloj.

– Vamos -le dijo, y entraron en los juzgados.

Alex era especialista en derecho mercantil. Había asistido a un par de juicios, pero casi todo el trabajo lo hacía en el despacho. Para un abogado mercantil, era un desprestigio tener que llegar a juicio. Y aunque se había sentando alguna vez en el banquillo de la defensa, nunca había sido él el defendido. Algo que tampoco le apetecía de manera especial en aquel momento.

Había ya varios asistentes en la sala. Periodistas, por supuesto. No estaban los padres de Alex. Éste les había pedido que no fueran. Su presencia sólo habría servido para darle más carnaza a la prensa. Había algún miembro de su firma de abogados, una de las personas que trabajaban en la campaña… y también estaba Dani.

Alex la miró sorprendido. Hacía casi una semana que no hablaban. No habían vuelto a llamarse desde el día que se habían peleado. Pero cuando Dani le miró con aquellos enormes ojos de color avellana, Alex ya no fue capaz de recordar por qué habían discutido.

Se detuvo en el pasillo de madera que separaba el banquillo de los asientos.

– ¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó.

Dani se levantó.

– Vengo para apoyar la verdad, la justicia y la democracia -sonrió-. He pensado que te gustaría ver algún rostro amigo. No ha venido nadie de tu familia.

– Les pedí que no lo hicieran. No quería darle carnaza a la prensa.

La sonrisa de Dani desapareció.

– Maldita sea. Así que ahora escribirán sobre mí.

Alex no se molestó en mirar a los periodistas. Sabía que en aquel momento estaban ya tecleando furiosamente en sus ordenadores.

– Probablemente, pero no me importa.

– En ese caso, tampoco a mí -posó la mano en su brazo-. Espero que todo vaya bien.

Era preciosa. El equilibrio entre sus ojos y su boca era perfecto. Aquel día iba vestida con un traje con el que podría haberse hecho pasar perfectamente por abogada. Aunque seguramente, en el caso de que se lo dijera, ni siquiera lo consideraría un cumplido.

Quería estar con ella. Y no sólo en la cama, aunque si Dani se lo pedía, no tendría ningún inconveniente en complacerla. Le apetecía hablar con ella. Pasar tiempo a su lado. Durante la semana anterior, la había echado de menos. Se había acostumbrado ya a tenerla cerca.

Le presentó a Pete y, segundos después, el abogado y Alex fueron a sentarse al banquillo. Alex tomó asiento y esperó al juez.

Treinta minutos después, su destino estaba sellado, pero no de la forma que esperaba. El ayudante del fiscal del distrito dijo que, debido a la falta de pruebas, le retiraban los cargos. El juez desestimó el caso y abandonó la sala.

– No podría habernos ido mejor -dijo Pete, estrechándole la mano-. Felicidades.

– Yo no he hecho nada.

– Aun así, esto resuelve muchos problemas. Voy a llamar a tus padres. Estoy seguro de que querrán conocer la noticia.

Pete salió, Alex le siguió con la mirada y, al volverse, vio que Dani se acercaba.

– ¡Qué bien! -exclamó Dani feliz-. Eres libre. No sabes lo contenta que estoy. Me preocupaba que ese periodista tan repugnante pudiera arruinarte la vida -se interrumpió y le miró con el ceño fruncido-. ¿Por qué no estás contento?

Alex tenía ganas de dar un puñetazo a algo. A pesar de haber crecido en un entorno privilegiado, jamás había querido nada que realmente no se mereciera. Se enorgullecía de trabajar con tesón para conseguir lo que quería. Pero sabía que, si había salido sin cargos de aquella audiencia, era porque su padre había hecho algunas llamadas.

– Esto no tiene que ver con la falta de pruebas -dijo sombrío-. Mi padre es el responsable del resultado de este juicio.

– ¿Qué quieres decir? ¿Crees que habló con el fiscal?

– Habló con alguien, de eso estoy seguro. No sé con quién, pero lo averiguaré.

Dani suspiró.

– No sé qué pensar. Me alegro de que no tengas que responder por ningún cargo, y también de que no te detengan ni nada parecido. Por supuesto, eso es estupendo. Pero no me parece justo que Mark intervenga en una cosa así.

Alex se la quedó mirando fijamente. Le había entendido. No había tenido que explicarle por qué no estaba contento. Lo sabía, y lo sabía precisamente por ser ella quien era.

– ¿Qué piensas hacer? -le preguntó Dani.

– Ojalá lo supiera. No puedo presentarme ante el fiscal y pedirle que me procese.

– Sería una conversación interesante.

– Tengo que hablar con el senador.

– Otra conversación con interés -contestó Dani.

Alex posó la mano en su espalda y le empujó suavemente para salir de la sala. Pensaba que la prensa estaría esperándole, pero no había nadie. ¿También se habría ocupado de eso Mark?

– Lo ha hecho porque eres su hijo -dijo Dani-. Eso también es importante.

– Lo ha hecho porque está en plena campaña.

– Eso no lo sabes.

– Claro que lo sé.

Dani se enfrentó a él.

– Alex, es tu padre. ¿De verdad quieres tener esa discusión con él?

– Tengo que tenerla.

– Eres un cabezota.

Alex consiguió sonreír.

– Sí, ésa es una de mis más grandes cualidades.

Dani le miró como si no supiera qué más podía decir. Alex le acarició la mejilla.

– Siento lo que te dije el otro día.

– Yo también -sacudió la cabeza-. Sé que no eres como Ryan y Hugh. Eres un buen hombre. Pero ahora mismo mi vida no es nada fácil. Supongo que por eso reaccioné como lo hice. Estaba reaccionando a lo difícil de mi situación, no a ti.

– Sí, y supongo que yo te presioné demasiado.

– Sí, me presionaste demasiado.

Dani sonrió mientras hablaba.

Alex la condujo entonces hacia una pequeña habitación y la besó.

Dani le devolvió el beso con la boca suave y anhelante y apoyó las manos en su pecho. Olía a flores y sabía a café y a aquella sensual esencia que Alex no había olvidado desde que había hecho el amor con ella.

Cuando Dani entreabrió los labios, Alex deslizó la lengua en su interior. Deseaba acariciarla, pero ignoró aquel deseo. Aquél no era ni el momento ni el lugar. Pero no tardaría en encontrar otro momento para estar con ella. De hecho, pretendía hacerlo muy pronto.

Retrocedieron los dos casi al mismo tiempo.

Dani miró a su alrededor y después alzó la mirada.

– Esto podría ser ilegal.

– No técnicamente, pero no está bien visto -le acarició el labio inferior con el pulgar.

– Quiero volver a verte.

– Me alegro. Porque me estoy abriendo camino en tu mundo. No te va a resultar fácil escapar de mí.

– Y no quiero hacerlo.

Dani tembló ligeramente y contuvo la respiración.

– Eres realmente bueno -musitó-. Y peligroso.

Alex sonrió.

– Exactamente, ése soy yo. ¿Cómo está tu abuela?

– Bastante bien. Está teniendo mucho cuidado con la medicación, así que no tiene ningún problema -miró el reloj-. Odio decir esto, pero tengo que irme. Supongo que tú también tendrás cosas que hacer.

Alex asintió. Tenía que enfrentarse a su padre. Aunque, pensó, a lo mejor debería retrasar el encuentro hasta que fuera capaz de hablar con Mark sin tener ganas de golpear algo… o a alguien.