¿La próxima vez?
– No creo -musitó Dani, pensando tanto en su capacidad de superar la prueba como en la posibilidad de que hubiera una próxima vez.
Katherine le sonrió.
– Confía en mí.
– Tú no tienes por qué hacer esto -dijo Dani en un impulso-. No tienes por qué ser amable conmigo, ni ayudarme, ni aceptarme. Y, sin embargo, lo estás haciendo. Lo siento, de verdad. Jamás pretendí causarte ningún problema. Nunca he querido hacer daño a nadie.
– Por supuesto que no -le dijo Katherine-. Reconozco que la situación representa para mí un auténtico desafío, pero sé que tú no tienes la culpa de nada.
– Eres increíble -susurró Dani.
– Tengo mis momentos -admitió Katherine-. No siempre estoy orgullosa de lo que hago, pero es algo a lo que tengo que enfrentarme. Tú querías conocer a tu padre y eso es algo completamente lógico -frunció el ceño-. Hablando de Mark… hay algo que me gustaría enseñarte.
Se levantó y se acercó a una de las estanterías de obra del salón. De las puertas inferiores sacó un par de álbumes de fotografías. Después, volvió a sentarse en el sofá, al lado de Dani.
– Son fotografías -anunció-, tengo centenares de ellas. Así que, si algún día no consigues conciliar el sueño, puedes pasarte por aquí y morirte de aburrimiento viendo fotografía tras fotografía. Fue la madre de Mark la que preparó los álbumes. -Katherine la miró-. Seguro que a ella le habría encantado saber que tenía una nieta. Leslie murió hace diez años
Abuelos. Dani no había pensado en una familia extensa ¿Tendría también otros parientes? Antes de que pudiera preguntarlo, Katherine le aclaró.
– El padre de Mark murió cuando Mark tenía cinco o seis años. Y que yo sepa, no hay ningún otro pariente.
– Oh -Dani no sabía qué sentir al respecto.
De momento, le bastaba con intentar asimilar la existencia de Mark.
Katherine abrió el album más viejo.
– Aquí tienes las fotografías de Mark cuando era pequeño -le explicó mientras las iba señalando.
Katherine iba pasando las páginas, contándole quiénes eran los que aparecían en las fotografías. Dani intentaba decirse que aquélla era su familia, pero la verdad era que todos le resultaban unos perfectos des conocidos.
– Ah, estáis aquí.
Dani alzó la mirada y vio a Mark entrando en la habitación. Katherine se levantó y se acercó a su marido. Cuando se inclinó para besarle, Dani vio la emoción que reflejaban sus ojos.
Estaba realmente enamorada de él, pensó, extrañamente complacida por aquel dato. No sabía por qué, pero era como si el hecho de que Mark y Katherine disfrutaran de un matrimonio feliz, de alguna manera mejorara su situación.
Mark le sonrió a su esposa y se volvió después hacia Dani.
– Espero que no te esté enseñando todas esas fotografías antiguas. A Katherine le encanta documentar con imágenes cualquier acontecimiento.
– Estoy disfrutando mucho -dijo Dani.
– Estupendo -Mark miró de nuevo a Katherine-. ¿Cuánto tiempo falta para la cena?
– Una hora.
– Dani, ¿quieres venir a mi despacho? Podemos hablar de la familia. Si quieres, podemos ver juntos esas fotografías -se volvió hacia Katherine-. ¿Te parece bien?
– Por supuesto
Mark volvió a besar a su mujer y le palmeó el trasero.
– Por aquí -dijo, indicándole a Dani con un gesto que le siguiera.
Dani agarró los álbumes de fotos y comenzó a caminar tras él.
Bailey la interceptó en el pasillo.
– Dani -la llamó-, ¿puedo hablar contigo?
– Claro, ¿qué quieres?
Bailey inclinó la cabeza.
– Falta muy poco para mi cumpleaños.
Dani sonrió.
– Si, lo sé.
– ¿Podrías regalarme unos zapatos de tacón como los tuyos?
Dani vaciló. No tenía la menor idea de que pensaría Katherine al respecto. A ella le parecía natural que una niña de quince años quisiera sentirse mayor utilizando tacones.
– Tendré que hablar antes con tu madre, pero si a ella le parece bien, creo que es una buena idea.
– ¿Podremos ir de compras? ¿Tú y yo?
Dani sonrió entonces de oreja a oreja.
– Me encantaría. Pregúntaselo a tu madre y, si ella te deja, quedaremos un día. Podemos ir a un centro comercial, comer allí y pasar la tarde juntas. ¿Qué te parece la idea?
– Genial -Bailey tomó aire-. Voy a preguntárselo ahora mismo.
Giró y comenzó a caminar, pero de pronto se detuvo, se volvió y abrazó a Dani.
– Eres la mejor.
– Y tú eres genial -contestó Dani, esperando que Katherine le dejara ir de compras con ella.
Siguió a Mark a su despacho, una habitación enorme y llena de estanterías. Los colores oscuros y el cuero creaban un ambiente muy masculino.
Mark se sentó detrás de un enorme escritorio de madera y le hizo un gesto a Dani para que ocupara una de las sillas que tenía enfrente.
– Esas fotografías me hacen sentirme viejo -musitó Mark, señalando los álbumes que Dani había llevado consigo.
Dani dejó los álbumes encima de la mesa y se sentó.
– Katherine lo tiene todo muy bien organizado. La conocí cuando estaba en la universidad. En aquel entonces, yo me creía la bomba. Tenía todo mi futuro planificado. Hasta que la conocí a ella. Katherine procede de una familia de dinero, de una familia que ha tenido dinero durante muchas generaciones. Yo le gustaba, pero a sus padres no les hacía mucha gracia que su hija saliera con un pobre hombre que no pertenecía a su círculo.
Se reclinó en la silla y fijó la mirada en el vacío, como si estuviera contemplando las imágenes de un pasado que sólo era visible para él.
– Era preciosa. Todavía lo es. Y una mujer fuerte, mucho más fuerte que yo.
A Dani le intrigaba la imagen que estaba dando Mark de sí mismo. Estaba de acuerdo con él, pero le sorprendía que lo admitiera.
– Pero no hemos venido aquí a hablar de Katherine -continuó diciendo Mark-. Supongo que quieres oírme hablar de tu madre.
– Sí, me gustaría -dijo Dani.
Pero la verdad era que se sentía ligeramente desleal; como si, al hablar de Marsha, le estuviera faltando a Katherine al respecto.
– Marsha no quería tener nada conmigo -admitió Mark-. Era una mujer casada y no quería engañar a su marido. Fui yo el que la convencí de que lo hiciera -se encogió de hombros-. No estoy orgulloso de lo que hice, pero tampoco puedo decir que me arrepienta. Ni de haber conocido a ella ni de haberte tenido a ti. De hecho, me gustaría haberte conocido mucho antes.
– A mí también -contestó Dani.
Pero mientras lo decía, se preguntaba si sería del todo cierto. Mark le habría complicado considerablemente la vida. Si miraba hacia su propio pasado, no podía encontrar un momento adecuado para la aparición de su verdadero padre.
– A tu madre le aterraba que nos descubrieran -continuó Mark-. Cuando puso fin a nuestra relación, pensé que lo hacía porque el estrés de nuestra aventura había podido con ella. Jamás se me ocurrió pensar que podría estar embarazada.
– Tiene sentido. Mi abuela habría convertido su vida en un infierno si se hubiera enterado -Gloria había cambiado, sí, pero Dani estaba segura de que veintiocho años atrás, debía de ser una auténtica bruja.
Pero, pensó al instante, en realidad Gloria lo sabía. O por lo menos lo imaginaba. Durante años, había sabido que ella no era una Buchanan. ¿Cómo lo habría averiguado? A lo mejor se lo había dicho alguien… ¿Y cómo era posible que Mark no hubiera sabido nunca nada?
De pronto, tuvo la absurda sensación de que su padre debería haber sabido de su existencia. De que, de alguna manera, debería haber sentido que estaba viva y a sólo unos kilómetros de él.
Sabía que era absurdo, pero aquella certeza no le impedía seguir pensando en ello.