– En realidad no deberíamos estar haciendo esto otra vez -dijo Dani mientras seguía a Alex a la cocina. Ella llevaba la pizza que habían comprado de camino hacia allí y él las cervezas-. Nos pueden pillar.
– Ya nos han pillado.
– Ya lo sé -no iba a tentar al destino diciendo que las cosas podían ponerse peor todavía. Sabía que era perfectamente posible y no tenía ninguna gana de demostrarlo-. Por eso sería interesante que no volvieran a pillarnos por segunda vez.
Alex dejó las cervezas sobre el mostrador de la cocina.
– ¿Estás preocupada? ¿Preferirías marcharte?
– No, estoy bien -le encantaba estar con él y la perspectiva de tener un nuevo encuentro en su cama era lo suficientemente tentadora como para hacerle caminar sobre brasas de carbón-. Has sobrevivido a las compras. Supongo que estarás orgulloso.
– Ha sido divertido. Me ha gustado mucho salir contigo y con Bailey.
Dani estaba segura de que Alex no le daba ninguna importancia a aquellas palabras, pero aun así, consiguieron conmoverla.
– Tu hermana es muy divertida. Espero que le gusten los zapatos que se ha comprado.
– ¿Tienes alguna duda?
Dani sonrió al recordar lo emocionada que estaba Bailey.
– Probablemente no. Esos tipos de la zapatería han sido magníficos. Voy a enviarle una carta a su jefe para explicarle lo que han hecho.
Algo brilló en los ojos de Alex.
– ¿Qué te pasa? -le preguntó Dani-. ¿Te molesta que les haya pedido que fueran especialmente amables con ella?
– ¿Por qué iba a molestarme una cosa así?
– No lo sé. Pero has pensado algo. Lo sé porque de pronto has cambiado de expresión.
– Pero es por algo completamente diferente. Por algo que debería dejar pasar.
Dani dejó la pizza en el mostrador y avanzó hacia él.
– ¿Quieres que hablemos de ello?
Alex se encogió de hombros.
– Sigo molesto con Mark. No me gusta que utilizara su influencia para hacer que me retiraran los cargos. Tengo que hablar con él, pero no sé qué decirle. No quiero dejar la campaña, sé que debo serle leal. Pero lo que hizo no estuvo bien.
– ¿Aunque te haya ayudado? -preguntó Dani, a pesar de que conocía de antemano la respuesta.
– Sí, aunque me haya ayudado.
Dani posó las manos en su pecho.
– A lo mejor, hacer algo mal por una buena causa no está mal de vez en cuando.
– ¿De verdad crees lo que estás diciendo?
Dani suspiró.
– No, pero suena bien -le miró a los ojos-. Y ya que estamos hablando de temas que nos resultan ligeramente incómodos, yo también tengo uno.
Alex cubrió sus manos.
– ¿Cuál es?
– Tu madre. Esta tarde le he oído hablando por teléfono con alguien. Estaban hablando de mí, de nosotros. Tu madre decía que estaba encantada con todo lo que estaba pasando, pero parecía… -Dani vaciló un instante. Después, decidió que no iba a decirle a Alex que su madre estaba llorando-, triste -se limitó a decir-. Le estoy haciendo mucho daño, ¿verdad?
– Mi madre está teniendo que enfrentarse a un montón de cosas, y tú eres una de ellas. Pero tú no has hecho nada malo. Lo único que has hecho es buscar a tu padre. El resto es completamente accidental.
Sin embargo, Dani tenía otra opinión al respecto.
– No quiero hacerle la vida más dura. Admiro todo lo que hace. No quiero sentirme responsable de que su vida cambie para mal.
– Y no lo eres.
Dani no estaba de acuerdo con él.
– Pero si ella hubiera podido tener hijos biológicos, ¿no crees que los habría tenido? Ahora yo me he convertido en el recuerdo constante de que no pudo tenerlos.
– De la misma forma que lo somos todos nosotros.
Pero Dani no lo tenía tan claro.
– No sé cuál es la respuesta -admitió-. A veces me entran ganas de desaparecer.
Alex tiró suavemente de ella.
– Huir no resolverá el problema.
– Pero puedo intentar ser menos visible.
– ¿De verdad es eso lo que quieres hacer?
– No -admitió Dani-. No quiero desaparecer. Pero me duele saber que está sufriendo por culpa mía. Todas las cuestiones familiares son muy complicadas.
– Y las nuestras de forma especial.
Dani se echó a reír.
– Desde luego, es un auténtico enredo. Si alguien se pusiera a escribir un guión para una película sobre nosotros, todos los productores le dirían que es poco realista.
– Pero algo de esto sí que es totalmente real -respondió Alex antes de inclinarse hacia ella.
Dani cerró los ojos, anticipando el roce delicado y firme de sus labios. El contacto fue tan cálido y dulce como recordaba. Dani alzó los brazos para rodearle con ellos el cuello y hacerle presionarse contra ella.
Estaba excitado. Excitado y deliciosamente sensual. Era todo lo que siempre había querido y era exactamente lo que necesitaba. Un hombre con sentido del deber y dispuesto a cuidar de lo que era suyo. Lo que no tenía muy claro era si en eso estaba incluida ella. Porque la verdad era que no le importaría mucho que la cuidara un poco.
Alex le mordisqueó el labio inferior con la lengua y, en aquel instante, desapareció de la mente de Dani cualquier forma de pensamiento coherente. Se entregó por completo a la sensualidad de las manos que recorrían su espalda; se rindió a las perversas caricias de su lengua mientras Alex deslizaba la lengua entre sus labios.
En el momento en el que Alex comenzó a desabrocharle los botones de la blusa, Dani se quitó los zapatos y se dedicó a desabrocharle la camisa. Chocaban el uno contra el otro y reían divertidos, pero continuaban trabajando. Después, Alex le quitó la falda. Y en el momento en el que cayó al suelo, soltó un juramento.
Dani bajó la mirada hacia las medias que se había puesto aquel día. En condiciones normales, habría sido un par bastante más normal, pero previendo que la posibilidad de que Alex y ella terminaran haciendo algo apasionado y salvaje, había optado por una lencería especialmente sexy.
Las bragas podrían haber pasado por un tanga e iban a juego con el sujetador de encaje.
– Me estás matando -musitó mientras la abrazaba y la agarraba por el trasero-. En serio, creo que estoy a punto de morir.
– No, no creo que vayas a morir, pero si lo prefieres, puedo dejarme los calcetines puestos.
Alex le acarició las curvas y descendió después hasta las medias. Cuando se enderezó, hundió la lengua entre sus senos, excitándola con aquel húmedo calor.
– Eres una fantasía que ni siquiera sabía que tenía -dijo antes de volver a besarla.
Dani se perdió en la pasión que comenzaba a arder entre ellos, pero aun así, no era capaz de olvidar aquellas palabras. ¿Ella era su fantasía? Jamás se había considerado a sí misma una mujer capaz de convertirse en la fantasía erótica de ningún hombre. Aun así, le gustaba tener derecho a soñar.
Alex la empujó suavemente para que se apartara con el fin de poder verla mejor. Dani obedeció, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el dormitorio.
El dormitorio era tal como lo recordaba. Limpio, masculino, con muebles de gran tamaño y una chimenea tan grande que casi se podría vivir dentro de ella. Cuando pasaron por delante, Alex presionó el mando a distancia para que se encendiera, dándole a la habitación una acogedora iluminación.
Dani se tumbó en la cama y la palmeó para que Alex la imitara; éste sacó una caja de preservativos de la mesilla de noche, se tumbó al lado de Dani y comenzó a besarla.
Y fueron tan eróticos los movimientos de su lengua que Dani no se dio cuenta de que le estaba desabrochando el sujetador hasta que se lo quitó del todo. El aire frío acarició sus senos, haciéndole estremecerse. Alex hundió la cabeza y tomó uno de los pezones con la boca. Succionó delicadamente y continuó acariciando el húmedo botón con la lengua hasta que Dani se sintió húmeda y henchida.