– ¿Pero por qué crees que iba a contarte una cosa así si todavía se estaba acostando con ella?
– Para embaucarme.
Gloria sonrió con tristeza y le acarició la mejilla.
– Ése es un plan muy complejo, Dani. ¿De verdad crees que merece la pena tomarse tantas molestias para estar contigo?
A pesar de todo, Dani se echó a reír. Después, se arrojó una vez más a los brazos de su abuela y empezó a llorar otra vez.
– Está embarazada de él. He visto la ecografía. Y también he visto su vientre hinchado.
– A lo mejor tiene gases.
Los sollozos dieron paso a un bufido burlón.
– Las mujeres como Fiona no tienen gases.
– Todo el mundo tiene gases. Tú no tienes la certeza de que esté embarazada, y si lo está, no sabes si ese hijo es de Alex. Fiona tiene su propio plan. Tú ya me comentaste en otra ocasión que quería volver con Alex. Sacarte de la competición es la manera ideal de allanarse el camino. Sin ti tendría más posibilidades de recuperarle.
– Quizá -respondió Dani, que seguía sin estar dispuesta a concederle a Alex el beneficio de la duda.
– Es posible que el padre sea otro.
Teniendo en cuenta lo guapa que era aquella mujer, Dani estaba segura de que habría miles de hombres que se ofrecerían como voluntarios para ser el padre de sus hijos.
– No sé qué pensar -admitió-. Me gustaría creer que todo es mentira, pero Fiona tenía muchos datos sobre la casa de Alex. Datos muy concretos y, sin embargo, él me había dicho que Fiona nunca había estado allí. Así que, por lo menos en eso, Alex me mintió.
– Estoy convencida de que tiene que haber alguna explicación lógica para eso.
Dani se sorbió la nariz.
– Te estás poniendo de su parte. Eso no vale.
– Estoy intentando ayudarte a ver que no tienes todos los datos. Si al final resulta que Alex de verdad te ha traicionado, le pediré a Walker que contrate un mercenario para que le haga morder el polvo.
Había una fiereza en la voz de Gloria que le hizo sentirse a Dani segura y querida. No servía para aliviar el dolor que la estaba desgarrando por dentro, pero ayudaba un poco.
– Me gusta el plan -admitió.
– Entonces, ya estamos de acuerdo en algo. Pero de momento, necesitas más información. Tienes que hablar con Alex.
– Hoy no -respondió Dani al instante.
Apenas había conseguido aguantar todo el turno en el restaurante antes de escapar a casa de Gloria, donde se había derrumbado.
– Y creo que voy a tardar mucho tiempo en hablar con él.
– Pero tendrás que hacerlo.
– Quizá.
Dani se secó las lágrimas, preguntándose mientras lo hacía, cómo iba a superar el hecho de que Alex fuera el traidor que sospechaba. ¿De verdad no había un solo hombre bueno sobre la faz de la tierra o el problema era que ella estaba condenada a no encontrarlo?
Alex esperó a que todo el mundo hubiera salido de la reunión. Quería hablar con su padre. Mark descolgó el teléfono de su despacho y miró a su hijo.
– ¿Querías algo más?
– Quería hablar contigo de cómo conseguiste que me retiraran los cargos.
Mark sacudió la cabeza.
– No tienes por qué darme las gracias. Estuve encantado de hacerlo -miró el reloj-. Lo siento, pero ahora tengo que hacer una llamada.
Alex ignoró aquellas palabras.
– No estoy aquí para darte las gracias. Estoy aquí para preguntarte qué demonios crees que estás haciendo. No entiendo cómo eres capaz de inmiscuirte de esa manera en mi vida. Ni siquiera tuviste la cortesía de consultarme antes de intervenir. Tú te ocupaste de arreglarlo todo porque era lo que pensabas que tenías que hacer.
Mark se enderezó en la silla.
– Podrías mostrar un poco de gratitud. Si te hubieran conservado los cargos, habrías tenido que dejar la campaña y en tu firma de abogados no habrían querido que volvieras a trabajar con ellos. No sé que habrías hecho. Y en el caso de que hubieras salido condenado, es probable que no hubieras podido ejercer como abogado durante el resto de tu vida. Te he salvado, Alex, no lo olvides.
– Yo quería hacer las cosas a mi manera.
– ¿Ah, sí? ¿Y se puede saber cuál es tu manera?
– Dejar que el sistema funcione como debe.
– ¿El sistema? El único sistema que importa es el que nosotros podemos controlar. Te estás comportando como un niño. ¿De verdad quieres ir a la cárcel?
– Si es necesario, sí -contestó Alex.
Estaba decidido a no perder la calma. Conocía suficientemente bien el estilo de Mark como para reconocer la técnica que estaba utilizando. Mark conseguía que sus oponentes terminaran sintiéndose tan estúpidos que decidían retirarse antes de concluir la discusión. Pero Alex no iba a permitir que le distrajera.
– Yo quiero hacer las cosas como es debido.
Mark se levantó y rodeó su escritorio.
– Para ti, hacer las cosas como es debido es estar a la altura de tu potencial. Tienes una carrera brillante, no sé por qué vas a dejar que un periodista sin escrúpulos te la destroce. ¿Que hice unas cuantas llamadas? Por supuesto. Y puedes estar seguro de que volvería a hacerlas otra vez. Tú le das mucha importancia a la lealtad dentro de la familia, estás decidido a proteger a todos aquéllos que te importan, ¿verdad? Pues bien, yo también, así que eso fue lo que hice: protegerte.
Alex se levantó.
– Te involucraste en una cuestión legal que no era asunto suyo. Utilizaste tu posición para influir en el fiscal del distrito. ¿Eso no te molesta? Porque te aseguro que a mí me ha molestado, y mucho.
Mark se apoyó contra el escritorio.
– Había olvidado lo idealista que eres. Mira a tu alrededor. Esto no es una discusión intelectual en una clase de la universidad. Estamos en el mundo real. ¿Tú sabes por qué estás participando ahora mismo en mi campaña? ¿Por qué estás trabajando ahora conmigo? Porque tu firma de abogados quiere que estés aquí. Te dejaron marchar porque esperan que gane las elecciones y, de esa manera, tendrán más adelante un hilo directo con la Casa Blanca. Lo sabes tú y lo sé yo. En esta vida, todo es política, hijo mío. Es una realidad que tienes que aceptar.
– Pero en alguna parte tendrá que dejar de funcionar la política.
– ¿Por qué? -preguntó Mark, y parecía sinceramente confundido-. ¿Por qué tiene que parar en alguna parte?
Alex lo comprendió entonces. Hasta ese momento, no había visto nunca a su padre como realmente era. Su padre no era un hombre malo o sediento de poder. Simplemente, veía el mundo de la manera que le hacía la vida más fácil.
Pensó en Katherine, que vivía su vida cumpliendo con su obligación no sólo porque era eso lo que se esperaba que hiciera, sino porque era lo que la definía. Pero aun así, quería a Mark con cada fibra de su ser. ¿Cómo podría su madre conciliar aquellas dos facetas tan diferentes de su vida?
Si estuviera allí en ese momento, estaba seguro de que Katherine le diría que querer a alguien implicaba aceptarlo tal y como era, con sus virtudes y sus defectos. Alex podía querer mucho a su padre, pero aceptar sus defectos le iba a resultar mucho más difícil.
Tenía dos opciones, aceptar lo que había pasado o abandonar. Sus entrañas le decían que lo dejara todo. Que él no era un hombre preparado para formar parte de aquel mundo. Pero su corazón continuaba recordando el momento en el que lloraba junto al cadáver de su madre porque no había sido capaz de salvarla. Su corazón le recordaba la promesa de guardar lealtad, aunque no supiera a quién. Siendo muy niño, Alex se había prometido que, si alguna vez volvía a tener una familia, permanecería siempre a su lado, protegiéndola, que jamás la abandonaría. Y su corazón recordaba a Katherine enseñándole que el deber lo era todo.