– Pero ellos…
– Eran unos capullos -sonrió ligeramente-. Jamás dejaré que la prensa sepa que puedo hablar así, pero te aseguro que puedo ser muy dura. Hijos de…
– Ha estado tan serena -dijo Dani-. Yo estaba muerta de miedo, pero Bailey se ha enfrentado a ellos. Deberías estar muy orgullosa de ella.
– Lo estoy, y también de ti. He visto cómo la has defendido.
Dani se llevó la mano a la mejilla.
– Me temo que no he hecho muy buen trabajo.
– Eres increíble -Katherine le apretó la mano con cariño-. No sé cómo voy a poder agradecértelo.
– No me des las gracias. No sabes lo mal que me siento por todo lo que ha pasado. Estaba aterrada.
– La quieres mucho.
Dani asintió, pero deseó no haberlo hecho al sentir cómo le dolía la cabeza.
– Es mi hermana.
A Katherine se le llenaron los ojos de lágrimas.
– He sido tan mala contigo. Yo no… -tragó saliva-. No hay excusa para lo que he hecho.
Dani frunció el ceño.
– Acabo de darme un golpe en la cabeza y creo que me he desmayado. Supongo que eso explica por qué no tengo ni idea de lo que estás hablado.
– ¿No has visto un coche justo antes de perder la conciencia?
– Sí -contestó Dani, sin atreverse a mover la cabeza.
– Era yo. Julie y yo teníamos planes para esta tarde. Pero le he hecho venir aquí para espiarte.
– ¿Qué?
A esas alturas, Dani ya estaba segura de que tenía una lesión cerebral. Era imposible que Katherine hubiera dicho que había ido a espiarla.
– Estaba tan herida, tan amargada que hice una estupidez. Me habría gustado ser yo la que llevara a Bailey a comprarse el vestido -se cubrió la cara con la mano libre-. Estoy tan avergonzada… En ese momento, te veía como la personificación de todos mis fracasos. Necesitaba hacerte daño.
– ¿Nos seguiste? -dijo Dani sin estar muy segura de si lo había entendido correctamente-. Yo nunca le haría ningún daño a Bailey.
– Lo sé, lo sé. Lo siento mucho. He sido una estúpida, me he dejado llevar por los celos y he actuado de forma ridícula. Estaba herida. En realidad tú no tienes la culpa. Debería haberte dicho algo. Debería haberte dicho que quería ir con vosotras -Katherine bajó la mano-. Lo siento.
Dani la miró fijamente.
– Katherine, me habría encantado que vinieras con nosotras. Te admiro mucho. Ha habido veces… -tomó aire-. ¿Sabes? Muchas veces he pensado que habría preferido que tú fueras mi madre a que Mark fuera mi padre.
Katherine volvió a llorar otra vez.
– Oh, no. Yo no soy tan buena como tú crees.
– Nos has salvado. He visto a ese coche corriendo a toda velocidad hacia nosotras. Has sido tú la que has conseguido que huyeran esos tipos.
– Te he visto defendiendo a mi hija con tu propia vida -dijo Katherine-. Nunca podré pagarte lo que has hecho. Sobre todo después de lo que te he hecho yo a ti -se interrumpió y desvió la mirada-. Cuando me preguntaste por Fiona y por Alex, cuando quisiste saber si era posible que continuaran juntos, te mentí. Estaba dolida y quería hacerte daño. Pero en realidad no están juntos, Dani. No han vuelto a estar juntos desde que se separaron.
Dani, apoyándose con la mano en el suelo, se irguió ligeramente. Se frotó la sien e hizo una mueca al acercar después la mano a su rostro inflamado.
Lo ocurrido y la información que Katherine acababa de darle se mezclaban de manera confusa en su cerebro, como si fueran las piezas de un rompecabezas incompleto. No le encontraba sentido a nada; lo único que realmente alcanzaba a comprender era que, una vez más, le había hecho sufrir a Katherine. Y…
Un momento. ¿Alex no estaba con Fiona? Pero aquélla era una cuestión demasiado importante como para asimilarla en ese momento. Buscó un tema algo más fácil.
– Siento haberte causado problemas -susurró Dani-. Y parece que continúo haciéndolo.
Katherine emitió un sonido que era en parte una risa y en parte un sollozo.
– ¿Eso es todo lo que piensas decirme después de la confesión que acabo de hacer? Me comporté de una forma horrible. Como un ser despreciable. Te mentí.
– Fue una reacción natural, lo comprendo.
– Dios mío, ¿cómo puedes ser tan buena, tan comprensiva? ¿No puedes enfadarte conmigo? Podrías hasta pegarme…
– Me duele demasiado la cabeza como para ponerme agresiva.
Katherine se inclinó hacia ella y la abrazó.
– Dani, por favor, perdóname.
– Te perdono.
– No puede ser tan fácil.
– A lo mejor sí.
– Pero si te mentí acerca de Alex.
– No entiendo lo que ha pasado con Alex -admitió-. Fiona fue extremadamente convincente y después, cuando yo le lancé a Alex todas aquellas acusaciones, él apenas se defendió. Por eso tuve la sensación de que era cierto todo lo que Fiona me había dicho.
– A lo mejor no alcanzaba a comprender que hubieras dado crédito a una información así y le decepcionó que no confiaras en él. Alex es un hombre orgulloso, Dani. Para él, el honor lo es todo. Pero es un hombre por el que merece la pena luchar.
– Podría haberme dicho la verdad -dijo Dani, deseando que dejara de dolerle la cabeza.
– ¿Y no te la dijo?
– A lo mejor… -en aquel momento no era capaz de recordar.
– Me gustaría ofrecerme a ayudarte, pero creo que últimamente me he inmiscuido demasiado en tu vida -le acarició a Dani el brazo.
Alex no estaba con Fiona. ¿Sería posible? ¿Y por qué no había intentado convencerle de la verdad? ¿Por qué se había limitado a desaparecer? Muy bien, era cierto que no la había engañado, pero también que no estaba dispuesto a luchar por lo que habían compartido. De modo que quizá fuera preferible que hubiera terminado todo.
El problema era que no se sentía mejor, sino infinitamente peor.
– Yo nunca me había subido a una ambulancia -dijo Bailey, que iba sentada al lado de Dani-. Me alegro de que no hayan puesto la sirena. Haría mucho ruido.
Dani también se alegraba. Probablemente la sirena habría acabado con ella.
– ¿Estás bien? -preguntó Bailey-. Estás muy pálida y tienes el ojo hinchado. Ha sido increíble cómo te has peleado.
– Sí, a mí también me cuesta creerlo. Estoy segura de que mis hermanos van a hacer todo tipo de bromas sobre mí.
– Se alegrarán de que no te haya pasado nada. Yo también me alegro.
Dani alargó la mano para tomar la de Bailey.
– Has sido muy valiente. El médico que me ha atendido me ha contado cómo me has protegido y has conseguido alejar a esos chicos.
– No iba a permitir que nos hicieran ningún daño.
Dani le sonrió.
– Estoy muy orgullosa de que seas mi hermana.
Bailey esbozó una sonrisa radiante y posó la cabeza en el pecho de Dani.
– Lo mismo digo. Te quiero mucho, Dani.
Dani sintió un nudo en la garganta.
– Yo también te quiero mucho -le acarició a Bailey la melena-. No vamos a permitir que esto lo estropee todo, ¿verdad? Me refiero a lo del vestido y al baile.
Bailey se enderezó inmediatamente.
– Por supuesto que voy a ir al baile. Tengo un vestido precioso y mamá me va a peinar. Me ha dicho que puede dejarme unos pendientes. ¿Crees que estaré tan guapa como ella?
Dani pensó en lo que Katherine le había confesado, en lo mal que se había sentido al saberse fuera de la vida de su hija. Y deseó que Katherine hubiera estado allí para oír lo que Bailey acababa de decirle.
– Creo que deberías pedirle que te ponga tan guapa como ella. Seguro que le gustará.
Bailey asintió.
– Mi madre es la mejor.
– Estoy completamente de acuerdo.
– Hay demasiadas visitas -dijo la enfermera con firmeza-. No puede haber tantas personas al mismo tiempo en una habitación.
Reid se acercó a la enfermera, una mujer de unos cincuenta años, y sonrió.