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– Porque había estado allí. Le fastidió tanto que la dejara que, cuando se enteró de que yo estaba interesado en esa casa, intentó quitármela. Lo más irónico del caso es que, después de la sentencia de divorcio, tendría que haberla pagado con mi dinero.

Dani suspiró.

– Jamás se me ocurrió pensar que podría haber visto la casa sin estar contigo.

– No, no lo sientas. Soy yo el que debería haber manejado la situación de otro modo. Lo del embarazo me dejó completamente desconcertado. No podía dejar de pensar en quién podía haber estado saliendo con Fiona. Tiempo después, comprendí que a lo mejor habías interpretado mi reacción como una forma de culpa o sorpresa.

– Algo así.

Alex volvió a besarla y Dani se deleitó en la caricia cálida y prometedora de su boca. Quería continuar besándole, pero teniendo en cuenta que estaban en un hospital y que todavía le dolía terriblemente la cabeza, probablemente no fuera muy buena idea.

– No quiero a Fiona, te quiero a ti.

– Buena respuesta.

– ¿Ya nos hemos arreglado?

Dani asintió e inmediatamente se llevó la mano a la cabeza.

– Tengo que dejar de hacer esto.

– ¿Y qué me dices de las encuestas? -preguntó de pronto Alex-. ¿Continúan preocupándote las encuestas?

– No lo sé. Tú eres el experto en eso, no yo. ¿Crees que es mejor ignorarlas?

– No puedes dejar que la campaña electoral dirija tu vida.

Sí, sonaba muy bien, ¿pero sería verdad? Mark era su padre. ¿No tenía que intentar ayudarle?

– No quiero estropearlo todo -admitió-. No quiero ser la razón por la que Mark no llegue a ser presidente.

– ¿Y por eso serías capaz de separarte de mí? -preguntó Alex.

Dani le miró atentamente, intentando averiguar lo que estaba pensando.

– ¿Quieres decir que no debería hacerlo? ¿Que si Mark te pidiera que no me vieras le dirías que se fuera al infierno? -se llevó la mano a la boca, arrepentida por la brusquedad de sus palabras-. Mark es tu padre, le debes lealtad por encima de todo, y éste es su sueño. ¿Crees que tenemos derecho a destrozárselo?

– Seguro que surgirán otros escándalos.

Pero hasta entonces, ella era el escándalo del momento.

– Pero esta noche no tenemos por qué pensar en ello -añadió Alex-. Ahora, descansa. Mañana por la mañana vendré para llevarte a tu casa.

– Estoy deseando salir de aquí.

Alex le dio un beso en la mejilla y se marchó.

Dani cambió de postura en la cama, intentando ponerse cómoda. La cabeza todavía le latía y sabía que le costaría conciliar el sueño a pesar de que estaba agotada. A lo mejor debería…

Alguien llamó a la puerta en ese momento. Alzó la mirada y vio a Mark entre las sombras.

– Todavía estás despierta -le dijo su padre.

– Sí.

– Estupendo. Estupendo -entró en el dormitorio y le sonrió-. ¿Cómo te encuentras? Tienes el ojo muy negro.

– Sí, ya lo sé. Antes me he mirado en el espejo y casi me he asustado.

– Te pondrás bien.

Por primera vez desde que se habían conocido, estaba a solas con él. Sin familia, sin colaboradores… sólo su padre. Y parecía menos impactante. Aun así, continuaba siendo un hombre atractivo y, para ella, un gran desconocido. ¿Sería siempre así? ¿Sería ésa la única relación que podría llegar a establecer con su padre? ¿Para ella siempre sería un personaje distante?

Mark se sentó en la silla que Alex acababa de dejar.

– ¿Necesitas algo? -le preguntó a Dani-. ¿Te tratan bien aquí?

– Me tratan estupendamente y estoy muy bien. Mañana podré volver a mi casa.

– Genial -Mark le palmeó el brazo-. Has salido en las noticias. Bailey y tú os habéis convertido en heroínas. Ha sido una noticia importante. Esperamos que esto nos permita ganar votos. Les hemos demostrado que nuestra familia tiene carácter. Seguro que volvemos a subir en las encuestas, sobre todo ahora que hemos filtrado que Alex y tú ya no estáis saliendo juntos. Ha sido curioso lo vuestro. Yo jamás os habría imaginado como pareja. Pero bueno, ahora ya ha terminado todo, por suerte.

Qué equivocado estaba. Alex y ella formarían una gran pareja. O, por lo menos, lo intentarían, por difícil que pudiera ser su relación.

Miró a Mark, a su padre. Sabía que no tenía nada que ver con todo lo que ella había imaginado. Pero era un buen hombre y tenía grandes proyectos. Quería ser presidente. La única ambición de Dani era llegar a dirigir el Buchanan's. ¿Quién era ella para interponerse en el futuro de un hombre como él?

Capítulo 18

Alex se presentó en casa de sus padres a primera hora de la mañana. Cuando llegó, Katherine todavía estaba en bata, preparando un café en la cocina. Alzó la mirada hacia su hijo y se quedó completamente paralizada. Apretó los labios y abrió los ojos como platos, pero no dijo nada.

Alex no había estado más enfadado con ella en toda su vida. Sabía que, al no hablar con ella, la había castigado de la peor de las maneras, porque su madre no soportaba perder el contacto con sus hijos. Y él había querido hacerle sufrir.

Pero después había recordado quién era Katherine. Había recordado cómo le había encontrado cuando él sólo era un niño asustado que se despertaba todas las noches gritando porque revivía en sueños el asesinato de su madre. Había recordado la paciencia con la que le había enseñado a leer, a sumar y a restar, cómo le había enseñado a ducharse y a vivir en sociedad. Había sido ella la única que había dado por sentado que podría integrarse en el colegio y estudiar después en la universidad. Todavía recordaba lo sorprendido que se había quedado al oír hablar a su madre con una de sus amigas.

– Alex es un niño brillante, estoy convencida. Sé que será capaz de hacer cosas magníficas con su vida. Me pregunto a qué universidad irá -le había oído decir.

En aquel momento Alex sólo tenía diez años y todavía estaba luchando para adaptarse a su nueva vida. Aquellas palabras habían supuesto un profundo cambio en él. Katherine había sido capaz de obrar el milagro. Y Alex era consciente de que se lo debía todo.

Pero aunque no hubiera sido así, estaba seguro de que habría ido a verla a aquella mañana. Porque la quería. Siempre la querría. Y todo el mundo tenía derecho a equivocarse. Katherine también era humana.

Le abrió los brazos, Katherine corrió hacia ellos y Alex la abrazó. Era tan pequeña, pensó con aire ausente. Siempre la había visto como una mujer fuerte y poderosa, pero en aquel momento la sentía casi frágil.

– Lo siento -comenzó a decir Katherine.

– No -la interrumpió Alex-, ya te disculpaste y no he venido aquí para oírtelo decir otra vez. He venido para decirte que te agradezco que te arrepintieras de lo que hiciste y para que sepas que ya está todo arreglado.

Katherine le miró a los ojos.

– Dios mío, Alex, te quiero tanto…

– Yo también te quiero.

– No puedo creer que me hayas perdonado.

– Soy un tipo increíble, ¿sabes? Tienes suerte de que forme parte de tu vida.

Katherine sonrió y comenzó a reír después a carcajadas.

– Sí, supongo que sí -retrocedió un paso-. Estaba haciendo café, ¿quieres tomar una taza?

– Sí, claro -se sentó en uno de los taburetes de la cocina-. Y también me gustaría hablar contigo de un par de cosas.

– Sí, ya me imaginaba que no estabas aquí para disfrutar de mis habilidades culinarias.

– Preparas unos bizcochos de canela deliciosos.

– Ojalá. Lo que hago maravillosamente es abrir la bolsa y meterlos en el horno.

– Aun así, me encantan.

– Por eso los hago.

Katherine siempre había conseguido que todos y cada uno de sus hijos se sintieran especiales. Era una mujer extremadamente sincera, nunca había buscado ninguna clase de protagonismo y siempre pensaba en los demás. La familia era su mundo, una familia que él estaba a punto de dividir.