– Voy a dejar de trabajar en la campaña -anunció Alex.
Su madre contuvo la respiración.
– Alex, no.
– No me queda otro remedio. No soy la persona más adecuada para ayudar a Mark.
– Pero tu participación en la campaña es muy importante.
Alex era consciente de que le estaba poniendo en una situación muy difíciclass="underline" que estaba haciéndole elegir entre padre o hijo. Sabía que siempre elegiría a Mark porque era su marido, pero que le destrozaría tener que tomar esa decisión.
– No he tomado esa decisión a la ligera -le dijo-. Para mí también Mark es muy importante. Quiero hacer las cosas bien, pero no puedo ignorar mis sentimientos. Yo no soy un político, no me gusta la política y no se me da bien.
Katherine se cruzó de brazos y miró atentamente a su hijo.
– Lo sé -susurró-. Sé que te sumaste a la campaña porque yo te lo pedí, y porque Mark quería que fuera una cuestión familiar.
– Si es por eso, continuaré participando de alguna manera en la campaña. Le demostraré mi apoyo de otra manera.
– Para tu padre va a ser una gran decepción.
– Pero lo superará.
Alex tenía la sensación de que la mayor preocupación de Mark sería ver de qué manera afectaba su renuncia a los votantes, pero seguramente no estaba siendo justo.
– Esto no puede haber sido fácil para ti -dijo Katherine, mostrando aquella capacidad de comprensión que parecía tan natural en ella-. Supongo que ha sido como renunciar a cumplir con tu deber.
Mark se encogió de hombros.
– Creo que esto es lo mejor para todos, aunque no sé si papá será capaz de comprenderlo.
Katherine asintió.
– Estoy segura de que con el tiempo lo comprenderá. ¿Cuándo piensas decírselo?
– A finales de semana.
Pero incluso mientras lo decía, se sentía culpable, como si estuviera haciendo algo malo. Todo lo que le habían enseñado, todo lo que le debía a Mark y a Katherine le obligaba a quedarse. A tragar con todo. Pero no podía. Katherine también le había enseñado a tener su propia personalidad.
– Lo siento -le dijo-. Supongo que es un disgusto más después de todo lo que tuviste que pasar ayer.
Katherine arrugó la nariz.
– No, las que de verdad lo pasaron mal fueron Dani y Bailey. Y no sabes cuánto me alegro de que ninguna sufriera ningún daño. Si esos chicos les hubieran hecho algo…
Su voz reflejaba fuerza, enfado y fiereza. A Alex le gustaba que se mostrara tan protectora con Dani y con Bailey.
– Tendrían que haber respondido ante toda la familia.
Katherine apagó la cafetera y se inclinó contra el mostrador.
– ¿Qué pasará con esos chicos?
– Saldrán condenados, yo me encargaré personalmente de ello. ¿Cómo está Bailey?
Katherine se relajó.
– Creo que en realidad esto ha sido un espaldarazo para ella. Tiene muy claro que esos chicos estaban haciendo algo que no debían. Dani la protegió, le hizo sentirse especial, y el haber sido capaz de ayudar a Dani la ha ayudado a verse como una persona fuerte y capaz.
– Me alegro mucho.
– Ya sé que es tu hermana favorita.
Alex se movió incómodo en su asiento.
– Quiero a todos mis hermanos por igual.
– Oh, por favor, es evidente que tienes debilidad por Bailey. Siempre la has tenido.
– Quizá.
– Y me alegro. Dani también la quiere mucho. ¿Sabes? Creo que Dani es una chica muy especial. Me gusta.
Había algo particular en su forma de decirlo; era como si estuviera tanteando el terreno.
– Soy consciente de que su aparición no ha sido fácil para ti -le dijo Alex-. Y no por nada de lo que ella ha hecho, sino por ser quien es.
– Sí, lo comprendo.
– ¿Y ahora ya estás bien?
Katherine clavó la palabra en la cafetera.
– «Bien» es una palabra un tanto engañosa. ¿Qué significa realmente? ¿Que me gusta lo que ha pasado? ¿Que no me importa que la gente especule o hable de nosotros? Por supuesto que no. Pero tampoco puedo culpar a Dani de lo ocurrido. Y si quieres saber si preferiría que no hubiera aparecido, la respuesta también sería negativa.
– La quiero.
Alex no pretendía decir aquellas palabras. Apenas acababa de darse cuenta el mismo de cuáles eran sus sentimientos. Pero la noche anterior, al salir del hospital, había sido consciente de hasta qué punto habría cambiado su vida si Dani hubiera sido gravemente herida. Él no estaba buscando el amor, pero aun así, lo había encontrado.
– Ya me lo imaginaba -dijo su madre con una sonrisa.
– ¿Y por qué?
– Porque cuando hablas de ella aparece algo especial en tus ojos. Una luz, no sé. Es algo muy sutil, pero yo me di cuenta casi desde el principio.
Seguramente le habría parecido odioso en un primer momento, después lo había aceptado y, con el tiempo, Alex estaba seguro de que llegaría incluso a gustarle. Por ser Katherine quien era.
– Esta vez es algo serio -le dijo.
– Eso también me lo imaginaba.
– Quiero casarme con ella.
Alex esperó su reacción. Por un momento temió que se desmayara o se pusiera a llorar. Pensó que a lo mejor se enfadaba, o que quizá le suplicara que cambiara de opinión.
En cambio, Katherine sirvió dos tazas de café y le tendió una a su hijo.
– Quiero que esta vez queden las cosas claras: quiero tener nietos. Montones de nietos.
Y sonrió.
Debería habérselo imaginado, pensó Alex mientras la abrazaba. Fuera cual fuera la situación, Katherine siempre había sabido ponerle las cosas fáciles.
– Maldita sea, eres genial -le dijo.
– Lo sé. Soy una fuente constante de sorpresas. Supongo que eso forma parte de mi encanto.
Katherine cerró los ojos y supo que darle a Dani la bienvenida a la familia en tanto que esposa de Alex era entonces mucho más fácil de lo que lo habría sido el día anterior. Dani había demostrado su valor y Katherine era consciente de que era la clase de mujer que quería para su hijo.
Se negaba a pensar en los posibles rumores, en el potencial escándalo. Ya se enfrentaría a ello cuando llegara el momento.
– ¿Cuándo vas a proponerle matrimonio?
– Pensaba hacerlo mañana por la noche. Quiero organizar una cena romántica. Esta mañana iré a buscarla al hospital. Seguramente continuará dolorida por lo que le hicieron esos canallas, así que quiero dejar que descanse algunas horas.
Katherine suspiró.
– Me gusta cómo te he educado. Te has convertido en un buen hombre, Alex. Dani ha tenido una gran suerte al encontrarte.
– Eso es exactamente lo que pienso decirle a ella.
– Espero tener detalles. Mañana la veré a la hora del almuerzo, tenemos que ir a esa comida benéfica. Será difícil mantener la boca cerrada, pero lo intentaré.
Alex miró a su madre a los ojos. -Gracias. Por todo.
Lo único que Katherine había hecho era quererle, de la misma forma que quería a todos sus hijos. Había cometido errores, pero siempre había continuado intentando hacer las cosas bien.
El matrimonio de Alex con Dani uniría a las dos familias, las fortalecería.
– No creas que con esto te va a bastar para olvidar el tema de los nietos -le advirtió entre risas-. Lo digo en serio: estoy cansada de esperar.
Alex respondió también riendo.
– No te preocupes. Yo me encargaré de tus nietos.
La comida benéfica para apoyar la investigación sobre el cáncer de mama se celebraba en un hotel del centro de la ciudad. Dani continuaba haciendo tiempo en el cuarto de baño, pero sabía que en cualquier momento tendría que abandonar aquel pequeño cubículo y hacer su entrada en el salón. Y lo haría, por supuesto, en cuanto estuviera segura de que no iba a vomitar.
El estómago continuaba dándole vueltas y queriendo escapar de su lugar. Sentía una fuerte tensión en el pecho y le temblaban las piernas. Estaba más que nerviosa. Histérica, casi. Incluso con aquel ojo morado, habría preferido enfrentarse a otra pelea que tener que hablar en público.