– ¿Y para ti? ¿Tú que quieres para ti, Dani?
– Eso ahora no importa.
– ¿Y Alex?
Dani todavía no tenía una respuesta para eso.
– Alex lo comprenderá.
Algo cambió entonces en la mirada de Katherine.
– No creo que lo comprenda en absoluto.
Dani no quería enfrentarse a nadie, no quería enfrentarse a las discusiones y las peleas que surgirían en cuanto anunciaran sus planes. Lo único que quería era desaparecer, alejarse de todo el mundo.
Excepto de Alex, pensó con tristeza. Quería estar con él, abrazándole, acariciándole, hablando. Lo quería todo de él, y quería poder darle todo lo que ella era.
Miró el reloj y vio que sólo faltaban unos minutos para que llegara. Se suponía que iban a salir a cenar, a un lugar agradable, le había prometido Alex.
Era una perspectiva que le gustaba, pensó. Una cena tranquila con el hombre al que amaba. Pasar la noche con él. ¿Pero con qué finalidad? Cuanto más tiempo pasara a su lado, más difícil le resultaría dejarle.
Se sentó en la cama de la habitación que utilizaba en casa de Gloria. En el fondo, sabía que no quería marcharse. Quería quedarse allí porque aquél era su mundo. Aquél era el lugar al que pertenecía.? Pero ¿a qué precio? ¿Cómo podía ser feliz consigo misma si a cambio de su felicidad tenía que destrozar las vidas de todos los que la rodeaban?
Se levantó y se metió en el cuarto de baño. Se quitó cuidadosamente el maquillaje que se había puesto para el almuerzo. El color oscuro del ojo contrastaba con la palidez de su piel. Parecía perdida, dolida, que era exactamente como se sentía.
Odiaba todo aquello. Odiaba sentirse desgarrada por dentro. Odiaba la sensación de que no hubiera ninguna solución para su problema. Odiaba sentirse controlada por las circunstancias y por la vida de los demás.
Lo único que ella pretendía era encontrar un lugar al que pertenecer, encontrar a su verdadera familia. Y la había encontrado, sí, pero desde entonces, su vida se había convertido en un desastre. Un desastre que debía comenzar a arreglar cuanto antes.
Bajó al vestíbulo a esperar a Alex. No quería pensar siquiera en que estaba a punto de decirle que se marchaba. Todo le resultaba demasiado triste. Así que, intentando no pensar en ello, se dedicó a pasear por las habitaciones vacías, maravillándose de que Gloria no estuviera allí. Estaba fuera, con sus amigos. Amigos que había hecho en el centro de día del barrio.
La imagen de su abuela haciendo manualidades con otras ancianas le hizo sonreír, pero era una realidad. Bueno, a lo mejor no se dedicaba exactamente a hacer manualidades, pero salía y conocía gente. Lo de comenzar a ir al centro de día había sido idea de Lori y Gloria le había hecho caso.
Dani entró en el salón y fijó la mirada en las vistas de la ciudad. Lori había sido una influencia maravillosa tanto para su abuela como para Reid. Había unido a la familia. Elissa había sanado el corazón de Walker y le había dado un motivo por el que vivir. Y Cal siempre había estado enamorado de Penny, aunque durante mucho tiempo hubiera sido demasiado cabezota como para reconocerlo.
Llamaron a la puerta. Dani corrió a abrir a Alex. Mientras cruzaba el vestíbulo, recreó su imagen. Sus hombros fuertes, la forma de su mandíbula, aquella boca capaz de convertirle en un charquito de deseo.
Estaba enamorada de él. Después de haber tropezado con tantas ranas, por fin había encontrado un príncipe. Un príncipe al que estaba a punto de abandonar.
– Hola -la saludó Alex, se agachó y le dio un beso en la boca.
Dani se inclinó para devolverle el beso, dejando que su cuerpo le dijera lo que ella no era capaz de decirle: que le amaba, que siempre le amaría, por lejos que tuviera que marcharse, que nunca le olvidaría.
– Hola -susurró Dani mientras Alex se enderezaba.
– He elegido un sitio muy especial para ir a cenar -le dijo Alex-. Luces tenues… muy romántico. Probablemente tendrás que prepararte. A mí, por lo menos, me basta estar contigo para que me tiemblen las piernas.
Dani sonrió; sonrió porque Alex era divertido, encantador y tenía siempre las palabras adecuadas para cada ocasión.
– Pues pareces estar llevando muy bien la situación
– Lo sé -le enmarcó el rostro entre las manos y le acarició el moratón-. Cada vez que te veo el ojo me entran ganas de darle una paliza a esos tres chicos.
– Pero no lo harás.
Alex vaciló un instante, el tiempo suficiente para hacerle saber que la respuesta que iba a darle no era la primera opción.
– No, no lo haré -miró el reloj-. ¿Ya estás lista?
Dani le dio la mano y le condujo al salón. Le invitó a sentarse en el sofá y se volvió después hacia él.
– En realidad no tengo hambre -le dijo-. He pensado que podríamos saltarnos la cena. Hay un par de cosas que necesito…
– No podemos saltarnos la cena -contestó Alex con una expresión que Dani no fue capaz de descifrar-. La cena es importante. He hablado con el chef. El postre va a ser algo muy especial, que seguro que no te querrás perder. Será magnífico.
– Alex, estoy hablando en serio.
– Tenemos que ir a cenar, Dani.
– No puedo. Yo…
Alex frunció el ceño.
– ¿Te encuentras mal? ¿Tienes que volver al hospital?
– No, yo… Alex, me voy.
– ¿Qué?
– Me voy de Seattle. Ya he renunciado al trabajo que tenía en el Bella Roma y todavía no he empezado a trabajar en el Buchanan's, así que es el mejor momento. Necesito marcharme, buscar un lugar diferente. Vivir en una ciudad en la que nadie me reconozca. Quiero recuperar mi vida de antes, vivir en mi propia casa y no tener a la prensa persiguiéndome constantemente. Quiero dejar de hacer daño a la gente que quiero.
Alex se levantó y bajó la mirada hacia ella.
– ¿De qué demonios estás hablando? No puedes marcharte de Seattle.
– Tengo que irme. Es lo mejor.
– Pero eso es huir.
Dani estaba terriblemente decepcionada. Creía que Alex lo comprendería. Aunque era gratificante verlo tan afectado. A lo mejor ella no era la única que se había enamorado…
– A veces una retirada a tiempo es lo mejor para todo el mundo -dijo mientras se levantaba ella también-. Por favor, no te enfades conmigo.
– ¿Por qué demonios no voy a enfadarme? Ni siquiera lo has hablado conmigo. Me dices que te vas así, sin más. ¿Y qué va a pasar ahora? ¿De verdad estás dispuesta a marcharte?
Dani asintió lentamente. Después, tomó aire mientras sentía cómo comenzaba a latirle la cabeza.
– Ahora ya están resueltos los problemas de todo el mundo. Katherine dejará de sufrir. Sé que le he hecho mucho daño y no sabes cuánto lo lamento. Bailey está a salvo. Y mi retirada será buena para la campaña.
Alex la fulminó con la mirada.
– Al diablo con la campaña. ¿Crees que la prensa va a olvidarse de ti porque te vayas de la ciudad? Continuarán con toda esa historia. En cuanto a Bailey, ni siquiera sabes lo que podría haber pasado. Esos chicos hicieron algo terrible y serán castigados por ello, pero tú no tenías ningún control sobre lo que estaban haciendo, ni tenías ninguna manera de predecirlo -se acercó a ella-. Vas a rendirte. Jamás pensé que serías capaz de hacer algo así.
Muy bien. Dani llevaba demasiado tiempo mostrándose comprensiva. Había llegado el momento de decir algo.
– Estoy haciendo lo que considero lo mejor para todo el mundo.
– No estás dispuesta a luchar por lo que realmente quieres.
– No estoy dispuesta a hacer daño a la gente a la que quiero. Deberías sentirte agradecido. Tú quieres mucho a Katherine y sabes lo mucho que ha sufrido por culpa mía.
– Katherine es más fuerte de lo que crees. ¿Y qué me dices del padre que estabas tan desesperada por encontrar? ¿No piensas terminar lo que has empezado?
– Mark no me necesita. Lo que él necesita es ser presidente. Te necesita a su lado, trabajando para alcanzar su objetivo. Lo último que le conviene es pelearse con la prensa por mi culpa.