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Katherine le devolvió el beso, poniendo en sus labios toda la pasión que le embargaba en aquel momento.

Mark se echó a reír.

– Eh, ahora me estás causando problemas a propósito.

– Quizá tengas razón -le acarició la cara-. Pero es porque creo que dentro de muy poco vas a estar muy enfadado conmigo.

– ¿Por qué?

– Por lo que voy a decirte. Por lo que estoy a punto de pedirte.

Mark cambió inmediatamente de humor.

– Tú nunca me has pedido nada.

– Lo sé -y era algo de lo que se enorgullecía. Sabía que era absurdo, pero no podía evitarlo. Tomó aire-. Alex quiere dejar la campaña. No tiene madera de político. No quiere desilusionarte, pero ya no puede continuar a tu lado.

Mark se echó hacia atrás y soltó una maldición.

– Le necesito. Es muy bueno en su trabajo.

– Dani quiere irse de Seattle. Se siente responsable de lo que le pasó a Bailey y de la bajada que has sufrido en las encuestas. Lo único que ella quería era encontrar a su familia y ahora cree que nos ha destrozado la vida y que la mejor manera de arreglar las cosas es marchándose.

Mark la miró con expresión interrogante.

– ¿Y tú qué crees?

Katherine le tomó las manos.

– Creo que eres el único hombre al que he querido y al que querré. Que por ti haría cualquier cosa. Estaría dispuesta a morir por ti, Mark, lo sabes. Pero creo que ya no puedes continuar con esto. El precio a pagar está siendo demasiado alto. Ya es hora de que renuncies a tu sueño.

Mark palideció. Pareció encogerse, sobrecogido por una inesperada decepción. A Katherine le dolía casi físicamente haber pronunciado aquellas palabras y habría dado cualquier cosa por dar marcha atrás, pero no podía. Había otras muchas vidas en juego. Podía estar dispuesta a morir por su marido, pero no a hacer sufrir a aquéllos que amaba.

Se preparó para una discusión, para la furia y la dureza de las inminentes acusaciones de Mark. Sabía lo mucho que deseaba dejar su huella en el mundo. Pero, sorprendido por la firmeza de su esposa, Mark le apretó la mano y susurró:

– Si eso es lo que quieres…

– ¿Qué?

Mark sonrió.

– Confío en ti, Katherine. Siempre he confiado en ti. No me pedirías una cosa así por simple capricho. Sabes lo que esto significa para mí y a lo que tendré que renunciar. Pero soy consciente de que hay cosas más importantes. Tendré que escribir un comunicado y hacer una aparición ante la prensa. Haré la típica declaración de que quiero pasar más tiempo con mi familia. Curiosamente, esta vez será verdad.

¿En serio? ¿No pensaba oponerse?

– ¿Así, sin más?

Mark la besó.

– Sí, así sin más. Katherine, te quiero. Algún día tendrás que empezar a creértelo.

Katherine tomó aire y corrió a sus brazos. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

– Gracias.

– No, no me des las gracias. Has sido una mujer maravillosa. Yo apenas he tenido que hacer nada para que nuestra relación funcionara -le acarició lentamente la espalda-. ¿Y si te dijera que la puerta de mi despacho tiene cerrojo?

Katherine siempre había llevado un gran peso por dentro, la pesada carga de ser la única enamorada de su relación. Pero, por primera vez después de tantos años, aquel peso había desaparecido. Se sentía ligera, feliz, llena de posibilidades.

– Te diría que echaras el cerrojo y comenzaras a desnudarte.

Alex se sentó a la mesa en el bar Downtown Sports. Había estado allí unas cuantas veces, pero entonces para él sólo era un lugar en el que encontrarse con los amigos. En aquel momento, sin embargo, era consciente de que formaba parte del imperio Buchanan, era un lugar importante para Dani y, por lo tanto, importante para él.

Una camarera rubia se acercó a tomarle nota.

– Hola, ¿qué quiere tomar?

Alex apenas la miró.

– Una cerveza. Y cualquier cosa de comer.

– Claro -se inclinó hacia él, ofreciéndole una vista de su escotada camiseta y de los senos que apenas alcanzaba a cubrir-. ¿Cualquier cosa? Mi turno termina dentro de media hora. Si quieres, podemos ir a hablar a cualquier otra parte.

Alex la miró a la cara. Era bastante atractiva, parecía agradable y no había ninguna duda sobre lo que le estaba ofreciendo. Sin embargo, no estaba en absoluto interesado.

– No, gracias.

– ¿Estás seguro?

– Completamente.

La camarera se enderezó, dio media vuelta y alzó el pulgar.

– Lo dice en serio. No está interesado. Genial. Dani es una chica con suerte.

– Gracias, Heather -dijo Reid Buchanan mientras se acercaba a la mesa y le sonreía a Alex con pesar-. Hola, Dani es mi hermana. Sólo estaba comprobando algo.

A Alex le entraron ganas de darle un buen puñetazo. Por supuesto, no lo haría. Aunque le fastidiaba que le pusieran a prueba, sabía que él habría hecho exactamente lo mismo por cualquiera de sus hermanas.

– No pasa nada -dijo Alex-. No tengo miedo de que me pongan a prueba. Quiero a Dani. Quiero casarme con ella.

Reid se sentó.

– Una vez que has dejado eso claro, ¿por qué querías que nos viéramos? ¿Quieres pedirme permiso o algo parecido?

Alex negó con la cabeza.

– No, no quiero pedirte permiso, sólo un poco de ayuda. Estoy planeando una intervención.

– ¿Qué?

– Mira, Dani cree que tiene que irse a Seattle. Es muy difícil ser la hija de un senador que quiere llegar a ser presidente. No le gusta aparecer en la prensa y le molesta que mi madre haya sufrido por su culpa. Así que ha decidido marcharse.

– No sabía nada.

– No creo que se lo haya contado a mucha gente -sacó una cajita de terciopelo del bolsillo y la dejó encima de la mesa.

Reid tomó la caja, la abrió y miró el anillo con atención.

– Es todo tan repentino -dijo-. Apenas nos conocemos.

– Me gusta hacer las cosas rápido.

Reid sonrió.

– Pensaba que te pondría en una situación incómoda.

– No es fácil hacerme sentir incómodo. Voy a pedirle a Dani que se case conmigo y no estoy dispuesto a aceptar un no por respuesta.

Reid le miró con los ojos entrecerrados.

– No eres tú el que tiene que tomar esa decisión.

– Dani me quiere, quiere quedarse en Seattle. Pero está dispuesta a sacrificarse por el bien de la familia. De toda la familia. De la mía y de la vuestra.

– Entonces, ¿por qué me estás contando todo esto?

Por primera vez desde que Reid había aparecido, Alex pareció sentirse incómodo.

– No sé cómo acercarme a ella. Intenté ofrecerle una cena romántica y fue un fracaso absoluto. Dani está pensando en irse de aquí a dos días, así que no tengo mucho tiempo. He pensado que un ataque frontal podría funcionar. Un ataque mío y del resto de la familia. Entre todos podemos convencerle de que se quede. Yo le pediré que se case conmigo, ella dirá que sí y viviremos para siempre felices.

– Lo tienes todo planeado. ¿Y si Dani no quiere casarse contigo?

Alex no quería ni pensar en ello. No quería pensar en lo triste y sombrío que sería su mundo sin la luz de Dani.

– Nadie puede quererla más que yo. Si me dice que no, continuaré intentándolo. Dani lo es todo para mí.

– ¿Y por qué debería creerte?

– Porque, por lo que me han contado, sabes lo que es entregarle el alma a la única mujer a la que quieres.

Reid asintió lentamente.

– Buena respuesta.

Katherine subió en el ascensor hasta el apartamento de Fiona. Sólo tenía unos minutos, pero no le importaba. No tenía mucho que decirle.

Fiona no esperaba ninguna visita, así que no estaba tan arreglada como habitualmente. Llevaba el pelo suelto y un poco despeinado, tenía una mancha en la sudadera y llevaba los vaqueros desabrochados, mostrando su vientre ligeramente hinchado.

– ¡Katherine! -exclamó Fiona. Se llevó la mano al pelo y rápidamente intentó ocultar su vientre con la sudadera-. ¿Qué estás haciendo aquí?