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– Algo que debería haber hecho hace mucho tiempo.

– Oh, muy bien -Fiona parecía recelosa-. Pasa, por favor.

– No, no hace falta. Es más fácil decirte lo que tengo que decirte desde aquí -sonrió fríamente-. Eres buena actriz, eso tengo que admitirlo. Has representado de forma intachable el papel de ex esposa dolida, tan bien que me he tragado toda tu historia. Me has hecho dudar de Alex, lo cual es una auténtica locura. Sé la clase de persona que es mi hijo y sé la clase de persona que eres tú.

Fiona se movió incómoda.

– No sé qué ha podido contarte Alex…

– Muy poco -contestó Katherine-. Precisamente, ésa ha sido parte del problema. Si me hubiera dicho la verdad desde el principio, jamás hubiera confiado en ti. Pero Alex no quiso hablar mal de ti, lo que dice mucho sobre la clase de hombre que es.

Katherine dio un paso hacia Fiona.

– Sé lo que pasó. Sé que le engañaste y sé que has mentido y has intentado interponerte entre Dani y él. Sé que me has utilizado para volver con Alex con la esperanza de convertirte en la nuera del presidente. Odio destrozar los sueños de nadie, pero no me va a quedar más remedio. Alex no volverá nunca contigo y yo nunca volveré a confiar en ti. Ah, y por cierto, Mark ya no quiere ser presidente. Procura mantenerte lejos de mí y de mi familia. Si alguna vez vuelvo a verte intentando congraciarte con alguien que conozco, contaré todo lo que ha pasado.

Bajó la mirada hacia el vientre de Fiona.

– Y te sugiero que le pidas al verdadero padre de tu hijo que se case contigo.

– ¿Estás de broma? Es un don nadie. Este niño debería haber sido el hijo de Alex. Se suponía que él tenía que continuar casado conmigo.

Katherine se preguntaba cómo podía haber estado tan equivocada con Fiona.

– Procura mantenerte alejada de Alex. Y también de mí. Yo que tú, incluso me iría a vivir a otra ciudad.

Katherine se volvió para marcharse, pero Fiona la siguió a lo largo del pasillo.

– No puedes hacerme esto -gritó-. Éramos amigas. Eso tiene que significar algo.

Katherine se volvió para mirarla.

– Nunca hemos sido amigas. Has jugado a ganar, pero has perdido. Ahora atente a las consecuencias. Al fin y al cabo, podrían ser mucho más terribles. Si eres una mujer inteligente, procurarás desaparecer para siempre de nuestras vidas. Si vuelves a cruzarte conmigo, te arrepentirás, te lo prometo.

– No me asustas.

Katherine sonrió lentamente.

– ¿Ah, no? ¿Estás segura?

Fiona retrocedió un paso.

– Estúpida, vieja bruja. Te odio…

– ¿De verdad? Yo no tengo ni siquiera energía para pensar en ti.

– Estás cometiendo un error -dijo Gloria mientras Dani continuaba sacando ropa y dejándola encima de la cama-. No puedes huir. Te lo prohíbo.

Dani intentó sonreír.

– ¿Y qué piensas hacer? ¿Me vas a castigar?

– Si hace falta, te castigaré.

– Estoy haciendo lo que tengo que hacer, y en el fondo sabes que tengo razón. No hay otra solución.

– Siempre hay otra solución. No puedes irte ahora.

– Y no quiero irme -admitió Dani, deseando que pudieran hablar de otra cosa. Ya era suficientemente duro pensar en irse sin tener que contar con la presión de su abuela-. No puedo seguir haciéndole daño a la gente que quiero.

– A la familia Buchanan no le has hecho ningún daño y Katherine y Mark tienen ocho hijos, de modo que apenas se fijarán en ti. Sin embargo, tú eres la única nieta que tengo.

Dani no sabía si debería soltar una carcajada o echarse a llorar.

– Siempre has tenido un pico de oro.

– ¿Pero no es cierto lo que digo?

Dani se sentó en la cama y Gloria se sentó a su lado.

– No te vayas -le pidió su abuela-. Yo ya soy vieja. ¿Y si me muero y no vuelves a verme otra vez?

– No me hables de la muerte. No es justo.

– Ahora mismo no me importa lo que sea justo o lo que no. Quiero que te quedes. Dani, tienes que quedarte. Acabamos de encontrarnos la una a la otra.

Era muy doloroso, pensó Dani mientras luchaba por superar su tristeza. No quería irse en un momento en el que acababa de encontrar todo lo que siempre había querido. Se suponía que podía empezar a trabajar en el restaurante de sus sueños, conocer a su nueva familia sin romper los lazos que le unían a su familia de siempre y ser amada por un tipo increíble. Debería haber sido todo perfecto. Y sin embargo…

– Lo sé -dijo Dani, mirando a Gloria a los ojos y viendo el dolor que reflejaban-. Lo siento.

– No lo sientas. Quédate. Lo solucionaremos todo. No te he educado para que renuncies a luchar en los momentos importantes.

– No estoy renunciando a luchar. Estoy haciendo lo mejor para todos. ¿No te das cuenta de que la situación nos ha superado?

– Es posible que te haya superado a ti, pero a mí no.

Dani no pudo evitar sonreír.

– Estás decidida a salirte con la tuya, ¿verdad?

– Lucho por lo que es mío, y tú deberías aprender a hacerlo también. ¿Qué me dices de ese chico con el que estás saliendo, de Alex?

– No sé nada de él. Tuvimos una discusión muy fuerte.

– ¿Ah, sí? ¿Y una discusión ha bastado para acabar con todo?

– No puedo obligarle a quererme.

– ¿Y cómo sabes que él no te quiere? ¿Se lo has preguntado? ¿Le has dicho que le quieres?

¿Se lo había dicho?

– No exactamente -en cambio, Alex había reconocido que estaba enamorado de ella.

– No exactamente -Gloria se levantó y la miró furiosa-. Vete al infierno, Dani, lo estás estropeando todo.

Dani abrió la boca y después la cerró.

– Jamás en mi vida te había oído hablarme en ese tono…

– Ahora olvídate de esto. Eso es importante. Estamos hablando de tu propia vida. ¿Por qué tienes que pensar antes en los demás que en ti? ¿Por qué te importan más los sueños de los otros que los tuyos?

– Porque tiene miedo.

Dani se levantó y se volvió hacia la persona que acababa de hablar. Era Alex. Estaba en el marco de la puerta de su dormitorio.

El corazón comenzó a latirle violentamente. El resto de su cuerpo suspiraba de anhelo, como si cada una de sus células hubiera estado esperándolo. Ignoró aquella traición biológica y alzó la barbilla.

– No tengo miedo.

– Claro que sí. Has estado luchando durante toda tu vida y has recibido golpes muy duros. Has estado luchando con Gloria durante muchos años -miró enfadado a la anciana-. No pretendo ofenderla.

– Decidiré si debo sentirme ofendida o no cuando vea dónde acaba todo esto.

Alex se volvió hacia Dani.

– Le entregaste a Hugh todo lo que tenías y él te dejó. Ryan fue incluso peor, porque lo tenía todo planeado. Gary era… -se encogió de hombros-. En realidad, no sé lo que era Gary.

– Un tipo muy religioso -musitó Dani, sin estar muy segura de qué pensar de las palabras de Alex.

– Te has quemado muchas veces y ahora tienes miedo de acercarte al fuego. Por eso tenías tanto miedo de que estuviéramos juntos. Quizá no conscientemente. Después, descubriste que estabas haciendo sufrir a Katherine, y eso era lo último que pretendías. La respetas y no querías hacerle pasar por una situación difícil. Estabas en una situación muy complicada para ti. Te arrojaron de pronto a la arena política, en la que no sabías cómo desenvolverte y, después, el ataque de Bailey fue la gota que rebasó el vaso. Tiene sentido.

– Gracias por la recapitulación -musitó Dani, comprendiendo que Alex podía tener razón-. Y ahora, ¿te importaría decirme qué estás haciendo aquí?

Alex avanzó hacia el interior del dormitorio.

– Luchar por ti. Estoy asegurándome de que no hagas algo de lo que te arrepentirás durante el resto de tu vida. Quiero asegurarme de que no te alejes de mí.