– Desde luego, siempre has tenido una gran confianza en ti mismo.
– En realidad no, pero nunca he estado tan seguro de algo como ahora. Sé que tenemos que estar juntos, Dani. No puedes marcharte. Tú perteneces a este lugar.
Ojalá pudiera quedarse, pensó Dani. Ella le amaba, le necesitaba, le deseaba. Para ella nunca habría otro hombre. Estar con Alex le había servido para comprender la devoción de Katherine por Mark.
– Hay algunas complicaciones…
– No tantas como crees -dijo Katherine mientras entraba junto a su hijo en el dormitorio, seguida por los hermanos de Dani.
Dani se encontró de pronto acorralada, rodeada por gran parte de su familia.
– ¿Qué está pasando aquí?
– Hemos decidido crear un frente común -le explicó Alex-. Ha sido idea mía. Ya me darás las gracias más adelante.
– No entiendo nada…
– No vamos a dejar que te vayas -le aclaró Cal, y sonrió-. Por supuesto, no pienses que te estoy amenazando ni nada parecido.
– Vaya, me alegro -musitó Dani.
– Tú perteneces a esta familia -dijo Walker-. Tienes que estar con nosotros. Y a lo mejor también con este tipo -señaló a Alex con la cabeza-. A mí me parece bastante decente.
– Sí, a mí también me gusta -intervino entonces Reid-. Y creo que tiene muy buen gusto.
– Pero ¿y todo lo que te he hecho sufrir? -Dani miró a Katherine y después a Mark-. Le he hecho mucho daño a tu campaña.
Mark, tan atractivo y elegante como siempre, le pasó el brazo por los hombros a su esposa.
– He renunciado a esa carrera. Éste no es un buen momento para presentarme a unas elecciones. Mi oficina de prensa está redactando ya el comunicado en el que anuncio mi renuncia.
Dani necesitaba sentarse. Todo estaba ocurriendo tan rápido…
– Pero tú querías ser presidente. Ese era tu sueño…
– Algunas cosas tienen un precio excesivo -miró a Alex-. ¿Podemos hablar después?
– Por supuesto -contestó Alex, y se volvió hacia Dani-. Te estás quedando sin excusas.
La mente de Dani corría a toda velocidad. Si Mark ya no quería ser presidente, la prensa dejaría de preocuparse de ella, o de cualquiera de su familia. Y si la prensa dejaba de acosarla, su vida podría volver a la normalidad.
Alex sacó entonces una cajita de terciopelo del bolsillo de su chaqueta. Dani se quedó de piedra.
Lo primero que pensó fue que iba a proponerle matrimonio. Lo segundo que eso significaba que la amaba, lo cual le provocó unas ganas incontenibles de bailar. Y lo tercero que hizo fue preguntarse cómo iba a declararse Alex delante de toda su familia.
Su último pensamiento fue que estaba deseando decirle que sí.
– Oh, cariño -dijo Katherine, posando la mano en el brazo de su hijo-. Debería haberte localizado antes. Tengo algo que decirte.
Alex la miró.
– Mamá, creo que éste no es el momento.
– Lo sé, pero tengo que decirlo ahora. Será muy rápido -buscó en bolsillo y sacó una sortija con un diamante-. Si prefieres el que tú has comprado, lo comprenderé -le tendió la sortija-. Éste era de mi abuela. No sé cómo no se me ocurrió antes, con Fi… -se aclaró la garganta-. En cualquier caso, lo he visto esta mañana y he pensado…
Alex se quedó mirando la sortija de hito en hito. Dani sabía exactamente lo que estaba pensando. Que la sortija debería permanecer en la familia y que, hasta ese momento, él no había sido realmente uno de ellos. Reconoció los sentimientos que cruzaban su rostro porque ella había sentido lo mismo respecto a sus hermanos. Aquella sensación de pertenencia y distanciamiento al mismo tiempo.
¿Sería ésa la conexión que tenía con Alex? ¿El haber sabido al igual que él lo que era sentirse un extraño? ¿El que ambos estuvieran buscando un lugar en el que sentirse realmente seguros?
Se acercó hacia él.
– Quiero ser tu mujer -le dijo, sin importarle que la habitación estuviera abarrotada de gente-. Quiero ser ese lugar seguro al que puedas acudir en cualquier circunstancia.
– Me estás pisando mi discurso.
– ¿Tenías un discurso preparado?
– Iba a decirte que te quiero más de lo que nunca he querido a nadie. Que eres la única mujer con la que quiero estar. Que cuando estoy contigo, siento que de verdad pertenezco a otro lugar. Te quiero, Dani.
– Todo el mundo hacia atrás -susurró Gloria. Tenemos que darle espacio a este chico para que se arrodille. Porque te vas a arrodillar, ¿verdad?
Alex sonrió.
– Siempre tiene que ser así, ¿verdad?
Dani miró a su alrededor, miró a todas aquellas personas que la querían y al único hombre con el que podía ser feliz.
– Creo que no nos vamos a poder librar.
– ¿Y te parece bien?
– Creo que es lo mejor.
Epílogo
Era una cálida noche de verano, con el cielo completamente despejado. Eran más de las siete y todavía no se había puesto el sol. Al fin y al cabo, estaban en Seattle, una ciudad famosa por sus interminables tardes de verano.
Eran cerca de trescientas las personas reunidas en el jardín. El olor de las rosas y los jazmines impregnaba el aire. A la izquierda, una pequeña orquesta tocaba suavemente mientras la abuela del novio se sentaba.
– Arthur está muy elegante -dijo Reid mientras recorría con Gloria el pasillo que habían dejado entre los asientos.
– No te hagas el gracioso-replicó Gloria, ligeramente avergonzada por estar saliendo con un hombre a su edad.
Llevaba tres meses saliendo con Arthur y había decidido invitarle a la boda.
– No me estoy haciendo el gracioso. Además, ni siquiera nos has contado si estáis teniendo relaciones sexuales. Se nos haría demasiado extraño.
– Yo tuve que enterarme de tus habilidades sexuales por los periódicos. Creo que sería una buena venganza.
Reid sonrió de oreja a oreja.
– De acuerdo, habla si quieres, pero no me va a gustar.
– Creo que podré soportarlo.
Llegaron al banco en el que tenía que sentarse Gloria. Allí le estaba esperando Arthur, un empresario ocho años más joven que ella. Cuando Gloria se sentó, Reid se inclinó y le dio un beso en la mejilla.
– Estás muy atractiva.
Gloria apartó bruscamente el brazo, pero sonrió.
Dani esperaba en el salón de la familia Canfield, mirando a través de las persianas.
– Me temo que Elissa se va a llevar una gran decepción con las luces. Hay demasiada luz todavía y no resaltan casi.
– Ya lo harán más tarde -dijo Lori mientras se ajustaba el vestido de dama de honor-. ¿Se me ve muy gorda? Me parece increíble estar preguntando una cosa así. Pero qué me dices, ¿estoy bien?
Dani le sonrió a su cuñada. A pesar de que Lori y Reid pretendían casarse después de que lo hicieran Walker y Elissa, un embarazo inesperado les había enviado a Las Vegas un mes atrás. Se habían casado casi en secreto y estaban en aquel momento preparándose para ir a vivir con Gloria. Como los recién casados no tenían ningún problema de dinero, la única razón que podían tener eran las ganas de vivir con aquella anciana. Desde luego, Lori era una mujer muy valiente, pensó Dani con una sonrisa.
– Estás preciosa -le dijo Dani-. El estilo del vestido disimula completamente la barriga.
– ¿Habéis visto los canapés? -preguntó Penny, que entraba en ese momento en la habitación-. No estoy segura de que el salmón esté suficientemente fresco. ¿A ti qué te parece?
Cal apareció en ese momento al lado de su esposa y le dio un beso.
– Respira hondo -le pidió-. Estás preciosa.
– La verdad es que cuando vi estos vestidos me asusté -admitió Penny-. Pero ahora me gustan.
Katherine también entró en el salón.
– ¿Ya está todo el mundo preparado? Es la hora.
Dani observó a su futura suegra maravillada por su capacidad para enfrentarse a algo tan complicado como una boda de la familia Buchanan.