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¿Tssimrrah? —dijo Carson.

Thassahggih —corrigió Bult.

—Esto nos llevará un rato —le dije a Ev.

Averiguar cuál es el nombre indígito de una cosa no es tanto comprender lo que dice Bult como intentar impedir que todo suene igual. Los sonidos de f-y-f suenan todos como vapor escapando en una tormenta, los lagos y ríos suenan una puerta al abrirse y las rocas todas empiezan con una «B» que parece un eructo, lo que te hace pensar en la opinión que los indígitos tienen de Bult. Todos suenan más o menos igual, y ninguno te recuerda a una palabra humana, lo que es buena señal, o todo tendría el mismo nombre.

¿Thssahggah? —dijo Carson.

Shhomrrrah —precisó Bult.

Miré a Ev, que contemplaba las rocas y las plantas metidas en sus bolsas. Eran una recolecta más bien pobre: la única piedra que no parecía barro cocido era hornablenda, y la única flor tenía cinco miserables pétalos, pero no creía que Ev fuera a intentar lo que todos los prestamistas, que era nombrar la primera flor que encontráramos crisantemo, no importaba qué aspecto tuviera. Crisa, para abreviar.

Carson y Bult finalmente acordaron que el bicho era tssabggah, y yo saqué holos del espécimen y del fragmento de hornablenda y los transmití junto con sus nombres.

Bult cogió la flor y sacudió la cabeza.

—Los indígitos no tienen ningún nombre para ella —dijo Carson, mirando a Ev—. ¿Qué le parece, Evie? ¿Cómo quiere llamarla?

Ev la miró.

—No lo sé. ¿Qué clase de nombre se les puede poner?

Carson parecía irritado. Era evidente que esperaba «crisantemo».

—No podemos utilizar nombres propios, ni referencias tecnológicas, ni lugares terrestres con «nuevo» delante, ni juicios de valor.

—¿Qué queda? —dijo Ev.

—Adjetivos —expliqué—, formas, colores… excepto Verde… referencias naturales.

Ev seguía examinando la planta.

—Crecía en el banco de arena. ¿Qué tal rosarena?

Pareció como si Carson intentara encontrar alguna forma de convertir rosarena en Crissa.

—La rosa es una género específico de la Tierra, ¿no, Fin? —me gruñó.

—Sí —convine—. Tendrá que ser florena. ¿Siguiente?

Bult tenía nombres para las rocas, lo que nos llevó una eternidad, y luego empezó a parecer muy impaciente, cogía sus binos y los soltaba sin usarlos, y asentía a todo lo que le decía Carson.

Biln —dijo Carson, y yo pasé al dato—. ¿Es todo?

—Necesitamos un nombre para el afluente. —Lo señalé—. Bult, ¿tienen los boohteri un nombre para este río?

El sacudió la cabeza, se bajó del poni y cogió sus binos.

Carson se me acercó.

—Algo va mal —dije.

—Lo sé —contestó él, frunciendo el ceño—. Lleva inquieto toda la mañana.

Bult escudriñaba el paisaje a través de sus binos. Los apartó de sus ojos y luego se los llevó a la oreja.

—Vamos —dije yo, y me dispuse a reunir los especímenes—. ¡Caravana en marcha, Ev!

—¿Y el afluente? —preguntó Ev.

—Arroyo Banco de Arena —dije yo—. Vamos.

Bult ya se había puesto en marcha. Carson y yo recogimos las muestras y los binos de Carson, pero Bult ya había subido el banco y se dirigía al oeste entre las montañas.

—¿Qué hay del otro? —preguntó Ev.

—¿El otro qué? —dije, mientras guardaba los especímenes en mi bolsa. Enrollé los binos de Carson en el pomohueso.

—El otro afluente. ¿Tienen los boohteri un nombre para él?

—Lo dudo —dije, montando en Inútil. Carson tenía problemas con su poni. Si le esperábamos, perderíamos a Bult—. Vamos —le dije a Ev, y seguí a Bult.

—Arroyo Acordeón —dijo Ev.

—¿Qué? —pregunté, intentando decidir qué camino había seguido Bult. Capté un destello de luz de sus binos a la izquierda e insté al poni a dirigirse hacia allí.

—El nombre del otro afluente —dijo Ev—. Arroyo Acordeón, por la forma en que se pliega de un lado a otro.

—Nada de referencias tecnológicas —dije, mirando a Carson. Su poni se había detenido y estaba descargando una bosta.

—Oh, bueno —suspiró Ev—. ¿Qué tal entonces Arroyo Zigzag?

Volví a ver a Bult en lo alto del siguiente promontorio. Había desmontado y estaba mirando a través de sus binos.

—Ya tenemos un Arroyo Zizgaz —objeté, haciendo señales a Carson para que continuara—. Al norte, en el Sector 250-81.

—Oh —dijo él, parecía decepcionado—. ¿Qué otro nombre significa a un lado y a otro? ¿Desviado? ¿Tortuoso?

Alcanzamos a Bult. Desenganché los binos de Carson del pomohueso y me los llevé a los ojos, pero no distinguí más que montañas y florenas. Aumenté la resolución.

—Escalera —murmuraba Ev a mi lado—. No, eso es tecnológico… entrelazado… ¿Qué tal Arroyo Crisscross?

Bueno, era un buen intento. No era «crisantemo» y había esperado a que Carson no estuviera presente y yo estuviera pensando en otros asuntos. Era decididamente más listo de lo que parecía. Pero no lo suficiente.

—Buen intento —dije, todavía escrutando las montañas con los binos—. ¿Qué tal Arroyo Sinuoso? —pregunté mientras Carson nos alcanzaba—. ¿Por la forma en que intenta colarse mientras no estás mirando?

O bien Bult había visto lo que estaba buscando con sus binos, o había renunciado a ello. No intentó adelantarse cabalgando durante el resto de la tarde, y después de nuestra segunda parada de descanso guardó los binos en su mochila y sacó de nuevo el paraguas.

Cuando le pregunté el nombre de un matorral durante la parada, no se molestó en contestarme.

Ev tampoco se mostró locuaz, lo cual me venía bien porque tenía muchas cosas en que pensar. Bult podría haberse calmado, pero seguía sin cosernos a multas, aunque la parada de descanso había sido en una colina cubierta de florenas, y dos o tres veces lo vi mirándome por debajo de su paraguas. Cuando su poni no quiso levantarse, le arreó una patada.

Me pregunté si la irritabilidad era también un signo del periodo de celo, o si sólo estaba nervioso. Tal vez sólo trataba de impresionar a alguna hembra. Tal vez nos llevaba a casa para presentárnosla.

Llamé a C.J.

—Necesito un paradero sobre los indígitos —le dije.

—Y yo necesito un paradero sobre vosotros. ¿Qué estáis haciendo en 249-68?

—Tratamos de cruzar la Lengua —dije—. ¿Hay algún indígito en nuestro sector?

—Ninguno. Todos están junto a la Muralla en 248-85.

Bueno, al menos no estaban en 248-76.

—¿Algún movimiento extraño?

—No. Quiero hablar con Ev.

—Claro. Pregúntale por el arroyo que bautizamos esta mañana.

Le pasé la comunicación y pensé un poco más en Bult, y luego pedí otro paradero sobre los rompepuertas. Wulfmeier aún aparecía en la Puerta de Salida, probablemente intentaba conseguir fondos para pagar sus multas.

Regresamos a la Lengua a última hora de la tarde, pero el terreno seguía siendo escarpado, y la Lengua era demasiado estrecha y profunda para que la cruzáramos. Estábamos cerca de la Muralla (se enroscaba arriba y abajo de las montañas al otro lado), y al parecer de nuevo en el territorio de un lanzabadejo.

Ev no sabía si estudiar sus evoluciones o espantarlo para que Bult no pudiera arponearlo.

Bult nos dirigió al sur, serpenteando sobre las cimas de las montañas alrededor de la Muralla. Le grité a Carson que era demasiado empinado para los ponis, y él asintió y le dijo algo a Bult, que siguió avanzando. Diez minutos más tarde su poni se desplomó exánime.