—No vamos a meterlos en la misma cámara con nosotros, ¿no? —dijo Ev, esperanzado, pero Bult estaba ya alzándolos hacia la puerta, casco a casco.
»Tal vez podríamos abrir una puerta entre este pasadizo y el siguiente —sugirió Ev.
—Destrucción de propiedad boohteri —dijo Bult, y sacó su cuaderno.
—Al menos con los ponis tendremos algo que comer —dije yo.
—Destrucción de forma de vida alienígena —informó Bult a su diario.
Destrucción de forma de vida alienígena. Tendría que encargarme de aquellos informes.
—¿Adónde ha ido Carson? —dijo Ev, como si acabara de recordar que no estaba presente.
—No lo sé —contesté, contemplando la lluvia.
—Carson se habría lanzado de cabeza al agua nada más ver esa cosa, y la habría matado —dijo Ev.
Sí, pensé, lo habría hecho. Y luego me habría sermoneado por no haber hecho una comprobación de f-y-f.
—Habrían hecho un saltón sobre eso —añadió, y yo pensé, sí, y sé cómo habría sido. La vieja Pantalones Ceñidos sin sus pantalones gritando «¡Socorro, socorro!», y un pez con dientes falsos saliendo del agua, y Carson chapoteando con un láser y mandándolo al infierno.
—Te ordené que salieras del agua, y obedeciste —le tranquilicé—. Yo hubiera hecho lo mismo si no hubiera estado tan lejos.
—Seguro que Carson habría acudido a salvarte.
Contemplé la oscuridad y la lluvia.
—Sí —dije. Lo habría hecho. Si hubiera sabido dónde estaba.
Expedición 184: día 5
Me llevó todo el día siguiente rellenar los informes sobre el tssi mitss, lo que probablemente fue una suerte. Así no me pasé las horas muertas asomada a la puerta de la Muralla como Ev, contemplando la lluvia y la subida del agua.
Y me impidió pensar en Stewart, y cómo se había ahogado en una riada, y en su compañera Annie Segura, que había ido a buscarlo y nunca la encontraron. Me distrajo de pensar en Carson, empapado en alguna parte de la Lengua. O sentado al pie de un acantilado.
La cámara no era mucho mejor que el saliente. Los ponis se pusieron histéricos, y el lanzabadejo volaba frenéticamente por encima de nuestras cabezas. Con el suelo redondeado, no había sitio para sentarse, y el viento no dejaba de salpicarnos de agua. A Ev y a mí nos habría venido bien una de las cortinas de baño de Bult.
Bult no la necesitaba. Permaneció todo el día sentado bajo su paraguas, viendo saltones.
Carson se lo había dejado. Intenté quitárselo, lo que me ganó una multa, y luego hice que Ev le enseñara a manipularlo para que no abarcara toda la cámara, pero en cuanto Ev volvió a asomarse a la puerta, Bult hizo que adquiriera el tamaño completo.
—Lleva fuera demasiado tiempo —dijo Pantalones Ceñidos, montando en su caballo, que estaba en mitad de los ponis—. Voy a buscarlo.
—Ya han pasado veinte horas —observó Acordeón—. Debemos informar a la Base.
—Han pasado más de veinte horas —señaló Ev, que regresaba de la puerta—. ¿No habría que llamar a C.J.?
—Sí —le dije, y empecé a rellenar el Impreso R-28-X, Eliminación Adecuada de Restos de Fauna Indígena. Con todo aquel trasiego por los riscos bajo la lluvia, no me había acordado de traer el tssi mitss, lo que significaba que iba a caerme otra multa.
—¿Vas a llamarla? —dijo Ev.
Seguí rellenando el informe.
C.J. llamó al atardecer.
—Los escáneres llevan todo el día mostrando lo mismo —dijo.
—Está lloviendo. Esperamos dentro de una cueva.
—¿Pero estáis bien?
—Sí.
—¿Quieres que vaya a buscaros?
—No.
—¿Puedo hablar con Ev?
—No —dije, mirándolo—. Está fuera con Carson, comprobando el alcance de la inundación.
Desconecté.
—No se lo habría dicho —dijo Ev.
—Lo sé —contesté, mirando a Bult.
Carson y Fin estaban de pie ante él.
—Será territorio inexplorado —dijo Carson, estrechándole la mano.
—No tengo miedo —dijo Fin—, mientras esté contigo.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Ev.
—Esperar.
Expedición 184: día 6
A la mañana siguiente la lluvia remitió un poco, pero luego volvió a empezar. En el techo de la cámara se abrió una gotera, justo donde teníamos apilado el equipo, y tuvimos que trasladarlo junto a los ponis.
Empezábamos a estar un poco estrechos. Durante la noche, cuatro matacaminos habían atravesado a rastras la puerta, y el lanzabadejo se volvió loco, haciendo pases contra Ev y contra mí, y contra Pantalones Ceñidos acantilado abajo.
Bult ya no miraba los saltones. Se había levantado por enésima vez y había salido para contemplar las montañas.
—¿Qué hace? —preguntó Ev, observando el lanzabadejo.
—Busca a Carson. O una salida de aquí.
No había ninguna salida. El agua caía por todos los montes, arrastrando consigo lo que parecía la mitad de las Ponicacas, y una corriente feroz atravesaba el risco.
—¿Dónde crees que está Carson?
—No lo sé.
Durante la noche, se me había ocurrido que tal vez Wulfmeier hubiera reparado su puerta y regresado para desquitarse. Y Carson estaba solo, sin poni, sin micro, sin nada.
No podía decirle eso a Ev, y mientras intentaba pensar algo, Ev dijo:
—Fin, mira esto.
Observaba la gotera del techo. El lanzabadejo se lanzaba contra ella.
—Está tratando de repararla—dijo Ev, pensativo—. Fin, ¿tienes todavía esos trozos del que se comió Bult?
—No quedó gran cosa —contesté, pero rebusqué en mi mochila y las saqué.
—Oh, bien —exclamó, examinando los fragmentos—. Suerte que no se comió el pico.
Se sentó contra la pared con ellos.
El saltón seguía conectado. Fin vendaba el muñón del pie de Carson y lloriqueaba.
—No pasa nada —decía Carson—. No llores.
El saltón se volvió oscuro y en mitad de la cámara aparecieron escritas unas palabras. Los créditos. «Escrito por el Capitán Jake Trailblazer.»
—Mira esto —dijo Ev, y me acercó uno de los restos del lanzabadejo—. ¿Ves cómo el pico es plano, como un palustre? ¿Puedo hacer un análisis?
—Claro. —Me acerqué a la puerta y me asomé. Bult estaba de pie en el risco, donde la corriente lo cortaba, bajo la lluvia.
—Tendría que haberme dado cuenta antes —dijo Ev, contemplando la pantalla—. Mira lo alta que es la puerta. ¿Y por qué fabricarían los boohteri un suelo curvo como éste? —Se levantó y contempló la gotera—. ¿No dijiste que nunca habíais visto a los boohteri construyendo una de las cámaras? ¿No es cierto?
—Sí.
—¿Recuerdas que te hablé del parrapájaro?
—¿El que construye un nido de cincuenta veces su tamaño?
—No es un nido. Es una cámara de cortejo.
No comprendía dónde nos llevaba todo eso, pues ya sabíamos que los indígitos construían la Muralla como parte de un cortejo.
—El macho del pingüino adelie le da una piedra redonda a la hembra como regalo de cortejo. Pero la piedra no le pertenece. La roba de otro nido. —Me miró, expectante—. ¿A qué te suena eso?
Bueno, Carson y yo siempre habíamos apoyado la teoría de que otros seres habían construido la Muralla. Miré el lanzabadejo.
—Es demasiado pequeño para construir algo así, ¿no?
—La parra del parrapájaro tiene cincuenta veces su tamaño. Y dijiste que en la Muralla sólo se abrían dos nuevas cámaras cada año. Algunas especies sólo se aparean cada tres o cinco años. Tal vez trabajan en ella varios años.
Contemplé las paredes curvas. De tres a cinco años de trabajo, y luego los imperialistas indígitos llegaban y se apoderaban de ella, derribaban la puerta para ensancharla, plantaban banderas. Me pregunté qué iba a decir el Gran Hermano cuando se enterara de esto.