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—Socioexozoólogo —corrigió—. Estudio conductas instintivas de apareamiento en especies extraterrestres. Ritos de cortejo y conductas sexuales.

—Bueno, ha venido sin duda al lugar adecuado —dijo Carson—. C.J…

—Háblame de las especies interesantes que has estudiado —cortó C.J.

—Bueno, en realidad todas son interesantes. La mayoría de las conductas animales son instintivas y condicionadas, pero la conducta reproductora es realmente complicada. En parte es condicionada, en parte se basa en estrategias de supervivencia, y la combinación produce un número considerable de variantes. Los charlagartos de Ottiyal se aparean dentro del cráter de un volcán en activo, y hay una especie terrana, el parrapájaro, que construye una elaborada parra de cincuenta veces su tamaño y luego la decora con orquídeas y bayas para atraer a la hembra.

—Vaya nido —dije.

—Oh, pero no es el nido —contestó Ev—. El nido se construye delante de la parra y es bastante corriente. La parra es sólo para el cortejo. Los seres inteligentes son aún más interesantes. Los machos inkicce se cortan los dedos de los pies para impresionar a las hembras. Y el ritual de cortejo de los opantis (los seres indígenas inteligentes de Jevo) dura seis meses. La hembra opanti plantea una serie de tareas difíciles que el macho debe realizar antes de que ella le permita aparearse.

—Igual que C.J. —reí—. ¿Qué clase de tareas tienen que hacer esos opantis para las hembras? ¿Ponerle su nombre a los ríos?

—Las tareas varían, pero a menudo consisten en regalar piezas de estima, realizar pruebas de valor o superar retos de fuerza.

—¿Cómo es que los machos tienen que hacer siempre todo el cortejo? —dijo Carson—. Tienen que conseguir dulces y flores, demostrar que son duros, construyen parras mientras la hembra se queda allí sentada tratando de decidir.

—Porque al macho sólo le interesa aparearse —contestó Ev—. A la hembra le preocupa asegurar la supervivencia óptima de sus retoños, lo que significa que necesita un macho listo y fuerte. Pero el macho no hace todo el cortejo. Las hembras envían señales de respuesta para animar y atraer a los machos.

—¿Como luces de aterrizaje? —pregunté.

C.J. me miró desafiante.

—Sin esas señales, el ritual de cortejo se rompe y no puede completarse —concluyó Ev.

—Lo recordaré —dijo Carson. Se retiró de la mesa—. Fin, si queremos empezar dentro de dos días, será mejor que echemos un vistazo al mapa. Traeré las nuevas topográficas. —Se marchó.

C.J. despejó la mesa, y yo eché a Bult del ordenador y emplacé el mapa, rellenando los huecos con topográficas extrapoladas antes de regresar a la mesa.

Ev estaba inclinado sobre el mapa.

—¿Es esto la Muralla? —preguntó, señalando la Lengua.

—No. Eso es la Lengua. Ésto es la Muralla —dije, metiendo la mano en mitad del holo para demostrarle su curso.

—No sabía que era tan larga… —se asombró, siguiendo su curso sinuoso a lo largo de la Lengua hasta las Ponicacas—. ¿Qué parte es territorio inexplorado?

—La parte en blanco —dije, mirando la enorme extensión occidental del mapa. La zona cartografiada parecía una gota en un océano.

Carson regresó y llamó a Bult y a su paraguas, y discutimos las rutas.

—No hemos cartografiado ninguno de los afluentes norte de la Lengua. —Carson señaló una zona con un marcador de luz—. ¿Por dónde podemos cruzar la Muralla, Bult?

Bult se inclinó sobre la mesa y señaló torpemente dos zonas distintas, asegurándose de que su dedo no entrara en el holo.

—Si cruzamos por aquí —dije, cogiendo el marcador de Carson—, podemos atravesar por aquí y seguir Risco Arenas-negras arriba. —Encendí una línea en el Sector 248-76 y a través del agujero—. ¿Qué te parece?

Bult señaló la otra abertura en la Muralla, manteniendo su dedo bien por encima de la mesa.

—Cahmino massh ráhpidoh.

Miré a Carson.

—¿Qué te parece?

Él me miró fijamente.

—¿Llegaremos a ver los árboles que tienen las hojas de plata? —preguntó Ev.

—Tal vez —contestó Carson, sin dejar de mirarme—. Cualquier camino me parece bueno —le dijo a Bult—. Tendré que comprobar el clima y ver cuál será más adecuado. Parece que ha llovido mucho por aquí. —Apuntó con el dedo la ruta marcada por Bult—. Y tendremos que estudiar el terreno. ¿Quieres hacerlo, Fin?

—Apuesta a que sí —dije.

—Yo comprobaré el clima, y veré si podemos elaborar una ruta a través de los plataluces para que Evie los vea. Salió.

—¿Puedo ver cómo estudia el terreno? —me preguntó Ev.

—Claro. —Me dirigí al ordenador.

Bult estaba utilizándolo otra vez, agachado bajo su paraguas, comprando una ruleta.

—Tengo que calcular la ruta más sencilla —declaré—. Podrás dedicarte al comercio cuando acabe.

Sacó su cuaderno.

—Prácticas discriminatorias —declaró.

Eso era nuevo.

—¿Por qué todas esas multas, Bult? —dije—. ¿Estás ahorrando para comprar un…? —Estuve a punto de decir «casino», pero sólo faltaba que le diera nuevas ideas—. ¿Para comprar algo grande?

Él volvió a coger su cuaderno.

—Necesito el ordenador si quieres introducir esas multas que sumaste con el rover hoy —dije.

Él vaciló, preguntándose si al multarme por «intentar sobornar a explorador indígena» ganaría más que con las multas del rover, y entonces se desplegó articulación por articulación y me dejó el sitio.

Contemplé la pantalla. No tenía sentido comprobar el terreno cuando ya conocía la ruta que quería, y no podía mirar el diario con Bult y Ev allí delante. Empecé a sumar las multas.

C.J. entró unos minutos después y se llevó a Ev para convencerlo de que el Gran Hermano no lo pillaría si le ponía a una de las montañas Monte C.J., pero Bult seguía pululando cerca de mí, apuntándome a la espalda con su paraguas.

—¿No tienes que ir a desempaquetar todos esos paraguas y cortinas de ducha que has comprado? —dije, pero él ni siquiera parpadeó.

Tuve que esperar a que todo el mundo estuviera acostado, incluyendo a C.J., que se había metido en su jergón con un picardías que no ocultaba nada y luego se levantó para decirle buenas noches a Ev y dirigirle una última mirada, antes de poder echarle un vistazo a ese diario.

Me supuse que Bult estaría en la zona de la puerta, desempaquetando sus compras, pero me equivocaba. Lo que significaba que estaba todavía «comprranto» y yo nunca podría estar a solas con el ordenador. Pero tampoco lo encontré en el comedor.

Comprobé en la cocina y luego miré en los establos. A medio camino divisé un semicírculo de luces junto al borde. No tenía ni idea de lo que podía estar haciendo allí; probablemente intentaba poner multas al equipaje, pero al menos no estaba enganchado al ordenador.

Me acerqué lo suficiente para asegurarme de que era él y no sólo su paraguas y luego volví al salón y le pedí a Puerta de Salida una verificación sobre Wulfmeier. La conseguí, lo que tampoco significaba nada. Bult podría conseguir más dinero vendiendo verificaciones falsas que poniéndonos multas.

Pedí una trazadora y luego comprobé el resto de los rompepuertas. Teníamos señales sobre Miller y Abeyta, y Shoudamire estaba en el puente del Powell, lo que dejaba a Karadjk y Red Fox. Estaban en el Brazo.

La trazadora mostraba a Wulfmeier en Dazil hasta el día anterior por la tarde. Reflexioné y luego pedí el diario y coordenadas marco a marco y me acomodé para observarlas.

Tenía razón. El Sector 248-76 estaba cerca de la Muralla, a unos veinte kloms de donde habíamos cruzado, una zona de montañas ígneas grisáceas cubierta de matorrales hasta la altura de las rodillas, probablemente la razón de que nos lo hubiéramos saltado.