—¿Cómo nos puede ayudar?
—De esta manera podemos observar a la institución en crisis. Especialmente si el bloqueo se prolonga más. Dice que podemos ir más allá de la máquina de publicidad de Ari Weingart y hablar con gente real. Ver un lado de Blind Lake que nunca ha sido abordado por la prensa.
Elaine tenía razón, por supuesto, y por una vez Chris le llevaba la delantera. Durante aquellos dos días había estado entrevistando a los trabajadores del turno de día atrapados en el complejo, sacándole así partido al bloqueo.
No había necesitado la charla de Elaine de la otra noche. Sabía a ciencia cierta que aquella era su última oportunidad de salvar su carrera como periodista. La única cuestión era si quería aprovecharla. Como Elaine había dicho también, había otras opciones. Alcoholismo crónico o adicción a las drogas, por ejemplo, y él había coqueteado lo suficiente con ambas como para conocer su poder de atracción. O podía encontrar algún trabajo de poca monta escribiendo copias de anuncios o manuales tecnológicos, e ir deslizándose hacia una edad madura sedante y respetable. No era la primera persona adulta en enfrentarse a unas expectativas más modestas, y no se sentía inclinado a alegrarse por ello.
El encargo de Crossbank y Blind Lake le había llegado como un sueño largo tiempo postergado. Un sueño que se había convertido en pesadilla. Había crecido enamorado del espacio, había atesorado fotografías antiguas de la NASA y de las tentativas de los interferómetros ópticos de EuroStar, imágenes llenas de fuerza entre las que había incluido los dos gigantes de gas del sistema de UMa47 (cada uno con su enorme y complejo sistema de anillos), y la sorpresa que significaba un planeta rocoso dentro de la zona habitable de la estrella.
Sus padres no habían frenado su entusiasmo, pero nunca lo habían llegado a comprender. Únicamente su hermana menor, Porcia, había estado dispuesta a escucharle hablar sobre ello, y aun así interpretaba aquel as historias como cuentos para dormir. Para Porcia todas las cosas formaban historias. A ella le gustaba oírle hablar de mundos lejanos y perfectamente visibles, pero siempre quería que fuese más al á de la información científica disponible. ¿Había gente en aquellos planetas? ¿Qué aspecto tenían?
—No lo sabemos —solía responderle—, todavía no lo han descubierto. —Porcia no ocultaba su decepción. ¿No podría haberse inventado algo? Pero Chris ya había adquirido lo que él más tarde pensaría que era el respeto periodístico a la verdad. Si uno llegaba a comprender los hechos, no se necesitaban mentiras: todas las maravillas estaban ya allí, más preciosas aún porque eran ciertas.
Después de aquello, el interferómetro de la NASA había comenzado a perder fuerza de señal, y los nuevos aparatos O/CBE, computadoras cuánticas que funcionaban gracias a redes neuronales adaptativas en una arquitectura orgánica de límites abiertos, fueron instaladas para sacar el máximo partido a las señales, eliminando la estática. Habían hecho más que aquello, por supuesto. Además de su increíblemente profundo y recursivo análisis de Fourier, habían logrado una imagen óptica incluso después de que los propios interferómetros dejaron de estar conectados. La tecnología de computación analítica había reemplazado al telescopio, cuando su función debía haber sido mejorar su rendimiento.
Chris estaba en su último año en casa cuando se divulgaron las primeras imágenes de HR8832/B a través de los medios de comunicación. Su familia no les había prestado demasiada atención. Porcia era en aquel entonces una brillante adolescente que había descubierto la política, y que estaba enfadada porque no le habían permitido acudir a Chicago a una manifestación de protesta contra la inauguración de la Commonwealth Continental. Sus padres se habían encerrado cada cual en su propio universo. Su padre en el trabajo con la madera y la iglesia presbiteriana, y su madre en la bohemia de última hora marcada por los encuentros Mensa y las blusas de Madras, ferias psíquicas y bufandas afganas.
Y aunque todos el os se maravillaron con las imágenes de HR8832/B, no las habían comprendido en su verdadera dimensión. Como la mayoría de la gente, no sabían a qué distancia estaba aquel planeta, ni qué significaba el que orbitara alrededor de «otra estrel a», ni por qué sus paisajes marinos eran algo más que una belleza abstracta, o por qué se había formado tanto revuelo por un sitio al que nadie podía l egar.
Chris había querido explicarlo desesperadamente. Otro impulso periodístico prematuro. La belleza e importancia de aquellas imágenes era algo trascendente. Diez mil años de lucha de la humanidad contra la ignorancia habían dado sus frutos. Aquel o redimía a Galileo de sus inquisidores y a Giordano Bruno de las l amas. Era una perla rescatada de la vorágine de la esclavitud y de la guerra.
También era una maravilla de nueve días, una burbuja mediática, una breve y lucrativa fuente de ingresos para la industria de la novedad. Habían pasado diez años y el efecto O/CBE había demostrado ser difícil de comprender o de reproducir, Porcia se había marchado y su primer libro de periodismo había resultado un desastre para Chris. La verdad era un bien difícil de vender. Incluso en Crossbank, incluso en Blind Lake, las luchas internas de los departamentos sobre la interpretación casi habían terminado por engullir el discurso científico.
Pero allí estaba él. Desilusionado, desorientado, jodido y vuelto a joder, pero con una última oportunidad para rescatar aquella perla de entre el barro y compartirla. Una oportunidad para poner de nuevo en su sitio la belleza y la importancia que en un tiempo lo habían conmovido hasta casi arrancarle las lágrimas.
Miró a Sebastian Vogel por encima de la bandeja de plástico del desayuno.
—¿Qué es este sitio para ti?
Sebastian se encogió de hombros con afabilidad.
—He l egado aquí de igual forma que tú. Recibí la llamada de Visions East, hablé con mi agente, firmé el contrato.
—Sí, pero ¿es eso todo? ¿Una oportunidad de ganar publicidad?
—Yo no diría eso. Quizás no sea tan sentimental como Elaine, pero reconozco la importancia del trabajo que se realiza aquí. Cada avance en Astronomía desde Copérnico ha cambiado la visión de la humanidad con respecto a sí misma y a su lugar en el universo.
—No se trata tan solo de los resultados. Es el proceso. Galileo podía haberle explicado a cualquiera los principios que se ocultaban detrás del telescopio con un poco de paciencia. Pero incluso la gente que trabaja con los O/CBE no te puede decir cómo hacen lo que hacen.
—Me estás preguntando cuál es la historia más importante —dijo Sebastian—, si lo que vemos o cómo lo vemos. Es una perspectiva interesante. Quizás deberías hablar con los ingenieros del Paseo. Probablemente sean más accesibles que los teóricos.
Porque no les importa lo que le dije al mundo sobre Galileo, pensó Chris. Porque no me consideran un Judas.
Pero aun y todo era una buena idea. Después del desayuno llamó a Ari Weingart y le pidió un contacto en el Paseo.
—El ingeniero jefe allí es Charlie Grogan. Si quiere, puedo intentar localizarlo y concertar una entrevista.
—Se lo agradecería —dijo Chris—. ¿Algo más sobre el bloqueo?
—Lo siento, no.
—¿Alguna explicación?
—Es inusual, obviamente, pero no. Y no necesita recordarme lo cabreada que está la gente. Tenemos un chico en Personal cuya esposa se fue a trabajar justo antes de que se cerraran los accesos el viernes. Puede imaginar la gracia que le está haciendo todo esto.
Y no era el único. Aquel a tarde Chris entrevistó a tres trabajadores más del turno de día en el gimnasio de Blind Lake, pero eran reacios a hablar de nada más que del bloqueo. Familias con las que no podían contactar, mascotas abandonadas, citas perdidas.