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—Ya veo.

Quizás Ray tampoco había mencionado aquel o. Fleischer hizo una pausa y añadió unos comentarios a sus notas.

—Lo siento mucho si esto es un poco intrusivo. Tan solo quiero hacerme una idea de la situación de Tessa en casa. Está teniendo algunos problemas en el colegio, como estoy seguro de que usted ya sabe. Nada serio, pero sus notas no están a la altura de nuestras expectativas, y el a parece un poco, no sé cómo decirlo, un poco ausente en clase.

—El traslado… —empezó Marguerite.

—No dudo de que sea un factor. Esto es un poco como una base militar. Las familias vienen y van todo el tiempo, y es duro para los niños. Además, los niños también pueden ser difíciles con los recién llegados. Lo veo demasiado a menudo. Pero mi preocupación por Tessa va un poco más allá. He estado revisando sus informes de Crossbank.

Ah, pensó Marguerite. Bueno, aquel o era inevitable. Los viejos fantasmas tardan en desaparecer.

—Tess tuvo algunos problemas la primavera pasada. Pero todo aquello se acabó ya.

—¿Ocurrió durante el proceso de divorcio?

—Sí.

—Ella estuvo acudiendo a un terapeuta durante aquel tiempo, ¿no es así?

—El doctor Leinster, en Crossbank. Sí.

—¿Está viendo a alguno aquí?

—¿Aquí en Blind Lake? —Marguerite sacudió la cabeza negativamente con decisión—. No.

—¿Ha pensado en ello? Tenemos personal muy preparado que la podría atender.

—Estoy convencida. Pero no lo veo necesario.

Fleischer hizo una pausa. Daba golpecitos a su bolígrafo contra el escritorio.

—Cuando estaban en Crossbank, Tess tuvo algún tipo de episodio alucinatorio, ¿me equivoco?

—Sí, se equivoca, señor Fleischer, eso no es del todo correcto. Tess se sentía sola y hablaba consigo misma. Tenía una amiga invisible que se había inventado, llamada Chica del Espejo, y había ocasiones en que le era un poco difícil distinguir entre la realidad y la imaginación. Eso es un problema, pero no es una alucinación. Le hicieron pruebas de epilepsia en el lóbulo temporal y de una docena de otras condiciones neurológicas. Todos los resultados fueron negativos.

—De acuerdo con su informe, le diagnosticaron…

—Síndrome de Asperger, sí, pero eso no es un caso terriblemente infrecuente. Tiene unos pocos tics, no habla demasiado y no es muy buena haciendo amigos, pero lo hemos sabido desde hace años. Es solitaria, sí, y creo que su soledad contribuyó al problema de Crossbank.

—Creo que también es solitaria aquí.

—Estoy segura de que tiene razón. Sí, es solitaria y está desorientada. ¿No lo estaría usted? Sus padres divorciados, un nuevo lugar donde vivir, además de todas las crueldades normales que un niño tiene que soportar a su edad. No hace falta que me hable de el o. Lo veo cada día. En su lenguaje corporal, en sus ojos.

—¿Y no cree que la terapia le serviría de ayuda?

—No quiero dar la impresión de que me despreocupo, pero la terapia no ha sido un gran éxito. Tess ha estado tomando Ritalin y un buen montón de otras drogas, y ninguna de el as le ha hecho ningún bien. Más bien al contrario. Eso también debería constar en el informe.

—La terapia no implica medicación necesariamente. En ocasiones, ya la charla es una ayuda.

—Pero no ayudó a Tess. Si logró algo fue hacerla sentirse más diferente, más sola, más oprimida.

—¿Le ha dicho eso a usted?

—No tuvo que hacerlo. —Marguerite se dio cuenta de que le sudaban las palmas de las manos. Su voz se había hecho más tensa. Esa manía tuya de ponerte a la defensiva, solía decir Ray—. ¿Adonde quiere llegar, señor Fleischer?

—De nuevo siento si esto parece intrusivo. Me gusta tener un historial de mis alumnos, especialmente si están teniendo problemas. Creo que me hace mejor profesor. Adivino que también me hace sonar como un interrogador. Mis disculpas.

—Ya sé que Tess ha sido un poco lenta con sus redacciones, pero…

—Viene a clase, pero hay días en que está, no sé cómo describirlo… emocionalmente ausente. Mirando por la ventana. A veces la llamo por su nombre y no me responde. Habla en susurros consigo misma. Eso no la hace única, mucho menos desequilibrada, pero a mi me hace más difícil el trabajo. Todo lo que estoy diciendo es que quizás nosotros podamos ayudar.

—Ray ha estado aquí, ¿verdad?

El señor Fleischer parpadeó.

—He hablado con su marido, con su ex-marido, en un par de ocasiones, pero eso es habitual.

—¿Qué le dijo? ¿Que no me ocupo de ella? ¿Que ella se queja de estar sola cuando está conmigo?

Fleischer no contestó, pero sus ojos abiertos de par en par lo delataron. Había dado de lleno. ¡Puto Ray!

—Mire —dijo Marguerite—, aprecio su preocupación y la comparto, pero usted también debería saber que Ray no está satisfecho con los acuerdos de la custodia, y que no es la primera vez que trata de ponerme la zancadilla y hacerme parecer como una mala madre. Déjeme adivinar: vino aquí y le dijo cuánto sentía sacar la cuestión, pero que estaba preocupado por Tess, que arrastraba todo el problema de Crossbank y que quizás tampoco estuviera recibiendo todo la atención que necesita, es más, ella misma le ha dicho a él un par de cosas al respecto… ¿Me equivoco?

Fleischer levantó las manos mostrando las palmas.

—No puedo meterme en este tipo de discusión. Le dije al padre de Tessa las mismas cosas que le estoy diciendo a usted.

—Ray tiene sus propios intereses, señor Fleischer.

—Mi preocupación es para con Tess.

—Bueno, yo… —Marguerite se contuvo las ganas de morderse el labio. ¿Cómo había ido todo tan mal? Fleischer ahora la estaba mirando con paciente preocupación, con una preocupación protectora, pero él era un profesor de octavo curso, después de todo, y quizás aquel ceño fruncido de ojos grandes fuera tan solo un reflejo defensivo, una máscara que tomaba cuerpo cada vez que se enfrentaba a un chico histérico. O a una madre—. Usted sabe que yo, obviamente, quiero hacer todo lo que pueda ayudar a Tess, ayudarla a concentrarse en sus estudios…

—Básicamente —dijo Fleischer—, creo que aquí estamos en la misma sintonía de onda. Tess se perdió bastante en el colegio de Crossbank, y no queremos que aquí se repita lo mismo.

—No. No lo queremos. Sinceramente, no creo que suceda de nuevo —añadió con la esperanza de no sonar demasiado desesperada—. Puedo sentarme con ella, decirle que sea más minuciosa en su trabajo, si usted cree que sería buena idea.

—Eso puede ayudar. —Fleischer dudó un poco, y continuó—: Todo lo que estoy diciendo, Marguerite, es que los dos necesitamos mantener los ojos abiertos en lo que le interesa a Tess. Detener los problemas antes de que surjan.

—Tengo los ojos abiertos todo el tiempo, señor Fleischer.

—Bueno, eso está bien. Eso es lo importante. Si considero que necesitamos hablar de nuevo, ¿puedo llamarla?

—Cuando quiera —dijo Marguerite, ridículamente agradecida porque la entrevista parecía l egar a su fin.

Fleischer se incorporó.

—Gracias por su tiempo, y espero no haberla alarmado.

—En absoluto. —Una mentira de órdago.

—Mi puerta siempre estará abierta si usted tiene alguna preocupación.

—Gracias. Se lo agradezco.

Se fue rápidamente por el pasillo hasta la puerta principal de la escuela, como si estuviera dejando la escena del crimen. Había sido un error el mencionar a Ray, pensó, pero había podido ver sus huellas por todas partes durante toda la entrevista, y vaya bonito escenario había formado. ¿Cómo había podido Ray utilizar los problemas de Tessa como arma?