A no ser, pensó Marguerite, que me esté engañando a mí misma. A no ser que los problemas de Tessa sean más serios que un leve desorden de personalidad; a no ser que todo el circo de Crossbank estuviera a punto de repetirse… Haría lo que fuera para ayudar a Tessa a superar aquel paso difícil, si descubría el modo de hacerlo; pero la propia indiferencia refractaria de Tessa era casi imposible de penetrar… especialmente si Ray interfería continuamente, si jugaba sucio intentando conseguir una buena posición en una hipotética batal a por la custodia de su hija.
Ray, viendo cada conflicto como una guerra y dominado por sus propios temores a perder…
Marguerite empujó las puertas y salió al aire otoñal. La tarde había refrescado considerablemente, y las nubes estaban más bajas, o al menos se lo parecía así bajo la larga luz del sol. La brisa era fría, pero la agradecía después del calor claustrofóbico de la clase del colegio.
Conforme se metía en el coche oyó el llanto de las sirenas. Condujo con cuidado hasta la salida y se detuvo el tiempo suficiente para dejar pasar rugiendo al vehículo de la Seguridad de Blind Lake. Parecía que se dirigía al acceso sur del complejo.
9
Sue Sampel, la secretaria ejecutiva de Ray Scutter, l amó a su puerta y le recordó que Ari Weingart tenía concertada con él una cita dentro de veinte minutos. Ray levantó la vista de la pila de papeles impresos y apretó los labios.
—Gracias, soy consciente de ello.
—Además del jefe de Seguridad Civil, a las cuatro en punto.
—Puedo leer mi propia agenda diaria, gracias.
—De acuerdo entonces —dijo Sue. Y que te jodan, también. Ray estaba de pésimo humor aquel miércoles, y no es que normalmente fuera un encanto, precisamente. Supuso que estaba tan afectado por el bloqueo como todos los demás. Ella entendía la necesidad de seguridad, e incluso podía imaginar que quizás fuera necesario (aunque solo Dios supiera por qué) prohibir algo tan sencil o como llamar por teléfono más allá del perímetro de Blind Lake. Pero si aquel o duraba más de la cuenta, muchas personas iban a perder los nervios. Muchos ya lo estaban haciendo. Los trabajadores de día, por ejemplo, que tenían vidas (esposas, hijos) fuera del campus de Blind Lake. Pero también los residentes permanentes. El a misma, por ejemplo. Vivía en Blind Lake pero conocía gente fuera del campus, y había estado esperando con ansiedad poder recibir aquella importante segunda l amada telefónica de un hombre que había conocido en el grupo de Solteros Seculares en Constance, un hombre de su edad, cuarenta y pocos, veterinario, de pelo fino y ojos agradables. Se lo imaginó con un teléfono en la mano, mirando con tristeza a la pantalla donde se leía «NO DA SEÑAL» o «LLAMADA NO DISPONIBLE», y eventualmente dejándola por imposible. Otra oportunidad perdida. Al menos aquel a vez no sería culpa suya.
Ari Weingart llegó al despacho a la hora fijada. El bueno de Ari: educado, divertido, incluso puntual. Un santo.
—¿Está el jefe? —preguntó Ari.
—Sí que está. Le diré que ya estás aquí.
La ventana de Ray Scutter miraba al sur desde la sexta planta del Hubble Plaza, y a menudo la vista lo distraía. Normalmente había un constante flujo de tráfico de entrada y salida de Blind Lake. Últimamente no había nada, y el bloqueo había hecho que la vista desde su ventana fuera estática; la tierra más allá de la valla del perímetro estaba tan en blanco como el papel de estraza, sin ningún movimiento más que el devenir de las sombras de las nubes y alguna bandada ocasional de aves. Si uno mantenía la vista fija durante un tiempo venía a asemejarse al paisaje inhumano de UMa47/E. Justo igual que otra imagen importada. Era todo superficie, ¿verdad? Todo bidimensional.
El bloqueo había creado diversos problemas irritantes. Y uno de ellos, y no el menor por cierto, era que él había terminado siendo, por carambola, el encargado de la autoridad civil del campus.
Su estatus en la jerarquía de la administración era relativamente bajo. Pero la conferencia anual sobre Astrobiología de la NSI y el Ciencia Exocultural habían tenido lugar en Cancún el fin de semana anterior. Una enorme delegación del personal académico y puestos directivos de la administración había metido el bañador en la maleta y había dejado Blind Lake un día antes del bloqueo. Si quitabas todos aquellos nombres del gráfico de responsabilidades, lo que quedaba era Ray Scutter flotando sobre la dirección de varios departamentos como un globo perdido.
Aquel o quería decir que la gente venía a él con problemas para cuya solución carecía de poder. Exigencias que él no podía concederles, como una explicación coherente del bloqueo o una excepción especial del mismo. Tenía que decirles que él tampoco sabía nada. Todo lo que podía hacer era seguir las indicaciones de los protocolos previstos y esperar instrucciones del exterior. Esperar, en otras palabras, a que toda aquella montaña de mierda llegara a su fin. Pero ya l evaba demasiado tiempo.
Su vista vagaba por la ventana cuando Ari Weingart l amó a la puerta y entró.
A Ray le disgustaba el alegre optimismo de Weingart. Sospechaba que ocultaba un desprecio secreto, sospechaba que bajo aquel exterior de tipo majo, Weingart estaba luchando por conseguir más influencia de forma tan entusiasta como cualquier otro director de departamento. Pero al menos Weingart había comprendido la posición de Ray y parecía más interesado en cooperar que en quejarse.
Si al menos pudiera eliminar aquel a sonrisa… Aquel gesto recorrió a Ray como un rayo láser, con dientes tan blancos y regulares que parecían azulejos luminosos.
—Siéntate —dijo.
Weingart cogió una silla y abrió su ordenador de bolsillo. Directo al trabajo. A Ray le gustaba aquello.
—Querías una lista de situaciones de las que vamos a tener que ocuparnos si la cuarentena continúa mucho más. He tomado algunas notas.
—¿Cuarentena? —dijo Ray—. ¿Es así como la gente lo l ama?
—Para diferenciarlo de un bloqueo estándar de seis horas, sí.
—¿Por qué deberíamos ser sometidos a cuarentena? No hay nadie enfermo.
—Cuéntaselo a Dimi. —Dimitry Shulgin era el jefe de Seguridad Civil, que tenía cita a las cuatro—. El bloqueo sigue una oscura red de nomenclaturas en el manual militar. Él dice que el os lo llaman una «cuarentena de información», pero nadie creía realmente que pudiera llegar a darse.
—No me lo ha mencionado. Juro por Dios que ese hombre es como una puta estatua eslava. ¿Qué es exactamente lo que ocurre en una «cuarentena de información»?
—La normativa es de hace bastante tiempo, de cuando Crossbank estaba comenzando a obtener imágenes. Es uno de esos escenarios paranoicos de las sesiones del Congreso. La idea era que Crossbank o Blind Lake podían recoger algo peligroso, obviamente nada físico, sino algún virus o un gusano de algún tipo. ¿Sabes qué es la esteganografía?
—Información codificada en fotografías o imágenes. —No le recordó a Weingart que él, Ray, había declarado en aquellas sesiones. La información de interés militar había sido un tema candente durante aquel tiempo. El lobby ludita había temido que Blind Lake importara algún programa digital alienígena pernicioso, o, por amor de Dios, algún virus mortal que pudiera extenderse por las rutas terrestres, creando una ola de caos sin precedentes.
A pesar de lo cauteloso que era normalmente respecto a la capacidad de Blind Lake para explorar lo desconocido, la mera idea le parecía ridícula. Los aborígenes de UMa47/E no tenían forma de saber que se les espiaba. Y aunque así fuese, las imágenes procesadas en Blind Lake habían viajado, aunque misteriosamente, a la velocidad convencional de la luz. Se necesitaría tanto una percepción imposible como un deseo ridículamente paciente de venganza para que el os pudieran reaccionar de cualquier forma hostil. Aun y todo, él mismo se había visto forzado a admitir que una peligrosa esteganografía no era una imposibilidad absoluta, al menos en abstracto. Así pues, se había previsto una serie de planes de contingencia dentro de la inmensa red de planes de seguridad que rodeaba a Blind Lake. Aunque, en opinión de Ray, aquel era el mayor fiasco de la historia de la Astronomía desde la teoría de Girolamo Fracastoio, que aseguraba que la sífilis era consecuencia de la conjunción de Saturno, Júpiter y Marte.