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¿De verdad se habían l evado a efecto todos aquellos edictos l enos de palabrería?

—Hay un problema con esa idea —le dijo a Weingart—: no hay provocación. No hemos descargado nada sospechoso.

—Todavía no, en cualquier caso —respondió Weingart.

—¿Sabes algo que yo no sepa?

—Apenas. Pero digamos que si ha habido un problema en Crossbank…

—Vamos, hombre. Crossbank está mirando océanos y bacterias.

—Lo sé, pero si…

—Y nosotros estamos trabajando con objetivos completamente diferentes, en cualquier caso. Su trabajo no afecta al nuestro.

—No, pero si hubo alguna clase de problema con el proceso…

—¿Quieres decir algo endémico al Ojo?

—Si hubiera algún tipo de problema con los O/CBE en Crossbank, el Ministerio de Energía o los militares podrían haber decidido ponernos por precaución en cuarentena.

—Al menos podrían habernos avisado.

—El bloqueo de información tiene que ser de doble sentido para ser efectivo. Nada entra y nada sale. Tenemos que asumir que no quieren información alguna en el cableado.

—Eso no significa que no puedan dar un aviso.

—A no ser que tuvieran prisa.

—Todo esto es ridículamente especulativo, y confío en que ni tú ni Shulgin lo hayáis hablado con nadie. Los rumores pueden causar el pánico.

Weingart pareció querer decir algo, pero se lo cal ó.

—En cualquier caso —dijo Ray—, no está en nuestras manos. La cuestión acuciante es qué podemos hacer por nosotros mismos hasta que alguien reabra la verja.

Weingart asintió y comenzó a leer su lista.

—Abastecimiento. Hemos comprobado que el agua potable no ha sido restringida, pero sin ninguna intervención, pronto vamos a tener escasez de algunos productos alimenticios antes del fin de semana, y deberemos afrontar una posible hambruna para finales de noviembre. Asumo que nos van a reabastecer, pero quizás fuera buena idea apartar nuestro excedente, y quizás incluso apostar algunos guardias.

—No puedo ni imaginar que este… asedio dure hasta el Día de Acción de Gracias.

—Bueno, pero ahora estamos hablando de posibles escenarios.

—De acuerdo, de acuerdo. ¿Qué más?

—Suministros médicos, lo mismo, y la clínica del campus no está preparada para tratar epidemias serias, ni heridos graves. Si tenemos un incendio tendremos que enviar a los heridos a un hospital o sufrir muertes innecesarias. No hay mucho que podamos hacer a este respecto, excepto pedir al personal médico que prepare planes de contingencia. Además, si la cuarentena se prolonga, la gente va a necesitar ayuda emocional. Ya tenemos algunas personas con asuntos familiares urgentes en el exterior.

—Vivirán.

—Alojamiento. Tenemos un par de cientos de trabajadores del turno diurno durmiendo en el gimnasio, por no hablar de los periodistas, un puñado de contratistas y cualquiera que haya venido a pasar el día. Si va a durar, si esto va a durar mucho, quizás sea mejor ver si podemos sacar a esta gente de ahí. En el campus vive gente con cuartos de sobra y hay habitaciones para inquilinos disponibles, y no sería difícil encontrar voluntarios. Con un poco de suerte podríamos tener a todos durmiendo en una cama, o al menos en un sofá-cama. Compartirían baños en lugar de luchar por las duchas en el centro de ocio y hacer cola para lavarse los dientes.

—Hay que tenerlo en cuenta —dijo Ray. Después de un momento de reflexión añadió —: Haz una lista de voluntarios, pero tráemela antes de decírselo a el os. Y haremos un inventario de los trabajadores de día e invitados que se adapte a él.

Había más asuntos similares, minucias que podían ser fácilmente delegadas. La mayor parte tenía que ver con un bloqueo prolongado que Ray no podía llegar a concebir seriamente. ¿Un mes así? ¿Tres meses? Era inimaginable. Su certeza tan solo se veía alterada por el hecho inquietante de que el bloqueo hacía tiempo que duraba más allá de lo razonable.

Sue Sampel l amó a la puerta mientras Weingart iba resumiendo las conclusiones.

—No hemos terminado —gritó Ray antes de que entrara.

Ella se asomó al despacho.

—Lo sé, pero…

—Si Shulgin está aquí, puede esperar unos minutos.

—No está aquí, pero ha llamado para cancelar la cita. Se ha ido al acceso sur.

—¿El acceso sur? ¿Qué coño es tan importante en el acceso sur?

Ella sonrió con furia contenida.

—Dijo que lo entendería si echara un vistazo por la ventana.

El enorme vehículo de dieciocho ruedas de color negro, sucio y fuertemente acorazado, fue avanzando lentamente por la carretera que conducía a Blind Lake como un inmenso remolque, intimidado por todas aquellas defensas. Donde debería haber estado la cabina del piloto, únicamente podía verse un cono borroso lleno de sensores. El camión estaba girando la curva, calculando la ruta a través de un GPS. No había conductor humano. El camión se estaba conduciendo solo.

Para cuando Chris y Elaine alcanzaron las inmediaciones del acceso sur, la carretera ya estaba abarrotada de trabajadores diurnos sin más obligaciones, personal de oficina y adolescentes. Dos camionetas de Seguridad Civil aparcaron y descargaron una docena de hombres de uniforme gris que comenzaron a alejar a todas aquellas personas hasta lo que consideraron una distancia de seguridad.

La verja que rodeaba el perímetro interno de Blind Lake era una construcción de contención al uso, le había contado Elaine a Chris. Sus postes tenían cimientos reforzados encajados profundamente en la tierra; sus cadenas y eslabones estaban hechos de compuesto de carbono, más duro que el acero y con superficies más consistentes que el teflón. Estaban repletos de sensores. Sobre todo aquello había una doble hilera de cuchillas de alambre con una inclinación de diecinueve grados. Toda la estructura podía electrificarse hasta un nivel letal.

El acceso que bloqueaba la carretera estaba preparado para abrirse a una señal de un guarda o a través del código de un sensor. La garita del guardia era un bunker de hormigón de troneras horizontales, duro como el lecho de roca pero vacío en aquel momento; el guardia había sido retirado de su puesto en cuanto comenzó el bloqueo.

Chris se fue abriendo paso entre la multitud hasta la primera fila, seguido de Elaine, que le agarraba por los hombros para no separarse de él. Al final lograron alcanzar la barrera para la carretera que los encargados de la seguridad estaban emplazando con dificultad. Elaine señaló a un coche que se acercaba.

—¿No es aquel Ari Weingart? Y creo que el tipo que le acompaña es Raymond Scutter.

Chris tomó nota de la cara. Ray Scutter tenía una historia interesante. Hacía quince años había sido un prominente crítico de Astrobiología, «la ciencia de las ilusiones». La decepción de Marte le había dado una gran credibilidad a su punto de vista, al menos hasta que los Buscadores de Planetas Terrestres comenzaron a obtener resultados interesantes. Los avances de Crossbank y Blind Lake habían hecho que su pesimismo pareciera corto de miras y mezquino, pero Ray Scutter había sobrevivido reculando y adoptando el entusiasmo del converso. Las sólidas contribuciones originales que había hecho en la primera ola de estudios geológicos y atmosféricos no solo habían rescatado su carrera, sino que le habían permitido promocionar a través de la burocracia hasta alcanzar posiciones administrativas importantes primero en Crossbank, y ahora en Blind Lake. Ray Scutter podría haber sido un sujeto interesante, pero se suponía que era difícil acceder a él, y sus declaraciones públicas eran tan previsiblemente banales que mejores periodistas que Chris lo habían dado como un caso perdido.