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—¿De modo que intentarlo es inútil?

—Un pesimista te diría que sí. Diría que recogiéramos información, la cotejáramos y aprendiéramos de el a, pero que nos olvidáramos de la idea de una comprensión última. Ray Scutter es una de estas personas. En una conferencia, una vez denominó a la idea de comprensión exocultural «un romántico espejismo comparable a la moda victoriana de contactar con los espíritus con tableros de ouija». Se ve a sí mismo como un materialista de pura cepa.

—No todo el mundo en Blind Lake comparte ese punto de vista —dijo Chris.

—Obviamente no. Existe otra escuela de pensamiento. De la cual la ex de Ray resulta ser uno de los miembros destacados.

—Optimistas.

—Podrías l amarlos así. El os argumentan que, aunque las langostas tienen formas psicológicas únicas en su comportamiento, son observables y pueden ser comprendidas. Una cultura es simplemente conducta aprendida modificada por la fisiología y el entorno. Se puede aprender, y por lo tanto es comprensible. Esta corriente piensa que si conocemos lo suficiente sobre la vida diaria de las langostas, la comprensión vendrá después inevitablemente. Defienden que todas las criaturas vivas comparten ciertas metas comunes, como la necesidad de reproducirse, la necesidad de alimentarse y de defecar, etcétera, y que ese es un espacio común suficiente como para pensar en las langostas como primos lejanos, antes que como formas de vida desconocida.

—Interesante. ¿Tú qué piensas?

—¿Qué pienso yo? —Elaine pareció asustarse por la pregunta—. Yo soy agnóstica. — Inclinó la cabeza—. Digamos que es 1944. Digamos que un extraterrestre está observando la Tierra, y supongamos que casualmente comienza por estudiar un campo de exterminio en Polonia. Observa cómo los nazis arrancan los dientes de oro de los judíos muertos, y se pregunta: ¿esto es conducta económica, o es parte de la cadena alimenticia, o qué? Trata de verle el sentido, pero nunca va a poder. Nunca. Porque algunas cosas simplemente no tienen sentido. Algunas cosas no tienen ningún puto sentido.

—¿Es eso lo que hay entre Ray y Marguerite? ¿Un debate filosófico?

—Es mucho más que meramente filosófico, al menos tal y como va la vida política de Blind Lake. Se crean y se destruyen carreras. El enorme interés que suscitó UMa47 vino dado por el descubrimiento de una cultura viva e inteligente, y allí es donde se concentra la mayor parte del tiempo y se prodiga la atención. Pero si la cultura de las langostas es estática y al final incomprensible, quizás eso sea un error. Hay planetólogos que mejor deberían estudiar la geología y el clima del planeta, hay incluso exozoólogos a los que les gustaría observar otras formas de vida. Estamos ignorando mucho a fin de observar a esos bichos. Los otros cinco planetas del sistema, por ejemplo. Ninguno de el os es habitable, pero todos son novedosos. Los astrónomos y cosmólogos han estado demandando una diversificación desde hace años.

—¿Quieres decir que Marguerite está en una posición minoritaria?

—No… La pluralidad de opinión ha formado parte intrínseca del estudio de Vil a langosta, al menos hasta el momento, pero el apoyo ya no es tan fuerte como solía serlo. Lo que Ray Scutter ha estado haciendo es intentar debilitar el apoyo a través de la diversificación. A él no le gusta estar limitado a un único sujeto, que ha sido la política de Marguerite.

—Ese es el quid de toda la cuestión, ¿no? Desde el bloqueo, quiero decir.

—Tan solo ha asumido una forma diferente. Algunas personas están empezando a proponer que se desconecte el Ojo.

—Si lo desconectas, no hay ninguna garantía de que vaya a funcionar de nuevo. Incluso Ray debe de saber eso.

—Por ahora tan solo son rumores. Pero la lógica es: estamos en un bloqueo a causa del Ojo, a causa de que alguien tiene miedo de lo que vayamos a ver. Desconecta el Ojo y el problema desaparece.

—Si la gente del exterior quisiera que lo desconectáramos, habrían podido acabar con el suministro de energía. Con tan solo una l amada a Minnesota Edison.

—Quizás quieren que sigamos corriendo para ver qué pasa. No sabemos la lógica de esto. El argumento dice que quizás seamos conejillos de indias. Quizás deberíamos apagar el interruptor del Ojo y ver si eso abre la celda.

—Sería una pérdida increíble para la ciencia.

—Pero a los trabajadores diurnos y el personal civil no tiene necesariamente por qué importarles. El os solo quieren ver a sus hijos o a sus parientes moribundos o a sus queridas. Incluso entre el personal investigador, algunas personas están comenzando a hablar de «opciones».

—¿Incluido Ray?

—Ray se guarda sus opiniones para sí mismo. Pero él fue un converso tardío a la causa de la Astrobiología. Ray creía en un universo estéril e inhabitable. Se arrimó al sol que más calentaba cuando tenía sentido para promocionar su carrera, pero sospecho que a una parte de él le disgusta toda este jaleo orgánico. De acuerdo con mis fuentes, no ha movido un solo dedo para que no se desconecte el Ojo. Pero tampoco ha dicho nada en el otro sentido. Es un político consumado. Probablemente está esperando a ver de dónde sopla el viento.

El viento golpeó la ventana. Elaine sonrió.

—Del norte —dijo Chris—, y con fuerza. Lo mejor será que vuelva.

—Lo que me recuerda algo. Tengo algo para ti. —Se agachó hacia su bolsa, que descansaba junto a sus pies—. Fui a sacar el «objetos perdidos» del centro de ocio.

Sacó una bufanda de punto de color marrón. Chris la aceptó agradecido.

—Para mantener el viento lejos del cuello —dijo Elaine—. Oí que saliste de expedición al Paseo para hablar con Charlie Grogan.

—Sí.

—Entonces, ¿has vuelto a trabajar?

—En cierto modo.

—Tienes talento para acabar.

—Elaine…

—No te preocupes. He terminado. Abrígate, Chris.

Pagó una propina por los dos y salió a la noche.

Marguerite le había dado una llave. Llamó a la puerta del unifamiliar después de venir desde el Sawyer. Agradecía la bufanda que le había dado Elaine, pero el viento era casi quirúrgico, y se clavaba desde una docena de ángulos. Las estrel as murmuraban en el cielo nocturno, brutalmente despejado.

Tuvo que l amar dos veces, y no fue Marguerite la que finalmente abrió la puerta, sino Tessa. La chica lo miró con solemnidad.

—¿Puedo entrar? —dijo él.

—Supongo que sí. —Dejó la puerta entreabierta.

Él cerró la puerta rápidamente a su espalda. Los dedos le quemaban en el aire cálido. Se quitó el abrigo y los zapatos llenos de nieve. Era una lástima que Elaine no le hubiera conseguido también un par de botas.

—¿Tu mamá no está en casa?

—Está en el piso de arriba —dijo Tess—. Trabajando.